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31 de marzo de 2016

LA “PUERTA SANTA” DE UN AUTOBÚS PARA LOS NIÑOS DE LA CALLE

En Corea del Sur, una experiencia jubilar única en el mundo

Es la misericordia de Cristo la que sale al encuentro de los pobres, y no al contrario. Es la Iglesia la que, llevando la compasión, va a las periferias existenciales de la humanidad herida y la ayuda a “pasar”.

Pascua, por lo demás, significa “pasaje”. Es un pasaje muy especial el que durante la Semana Santa se registró en los suburbios de una metrópolis como Seúl.

Los pobres, los niños abandonados, los “sin techo” pasan por una Puerta Santa única en el mundo: la de un muy particular “autobús de la misericordia”, que circula durante las noches heladas buscando un niño que necesite calor, una joven mujer que consolar, un anciano al cual refocilar.


En busca de todos estos “fragmentos” de humanidad, descartados por la sociedad del bienestar, que viven (si va bien) por las calles, a los márgenes de una civilización que, consumida en el espiral del consumismo, “parece no darse cuenta de los pecadores, de los excluidos, de los marginados, de los últimos”. Fue lo que contó a Vatican Insider Vincenzo Bordo, misionero de los Oblates de María Inmaculada, y creador del autobús de la compasión.

“Nos sentimos provocados y de alguna manera ‘instigados’ por las palabras del papa Francisco. No nos hemos resistido a sus desafíos y nos dejamos involucrar por sus utopías. Aprovechando la invitación a dejar nuestras zonas de “confort” y a llevar a las periferias la misericordia de Dios”, explicó Bordo.

“Salimos de nuestra Casa de Ana, centro de asistencia que también sirve cada día 550 comidas para los pobres yhomeless, para ver si había otras fronteras que explorar y otros horizontes que alcanzar”, indicó.

El autobús que conduce Bordo lleva en la puerta las insignias del Jubileo: lo que indica que pasar por esa extraordinaria “puerta santa automática” ambulante es la esperanza de una vida mejor y un dejarse estrechar en un abrazo de compasión.

“En las frías noches de invierno —explica el misionero— nos sumergimos en los peligrosos suburbios de la ciudad, en donde hemos descubierto que hay una nueva y dramática pobreza: los chicos de la calle”.

“Son niños, niñas, adolescentes y jóvenes que, por la violencia, el sometimiento, los abusos, dejan sus casas y se las arreglan como pueden, en los barrios off-limits de la bella vita, llenando los clubes nocturnos, las discotecas, las salas de juego, juegos de azar, la droga, la prostitución”.

En esos barrios, llenos de luces brillantes, buscan la felicidad pero acaban en un abrazo mortal“.

Entonces, esa curiosa Puerta Santa móvil significa, para muchos niños, pasar una nueva puerta de la misericordia, que les vuelve a dar a los “desechos” o a las “ruinas” una dignidad que se les ha negado, a pesar de que sean jóvenes vidas.

Es el pasaje hacia una historia diferente, el comienzo de un peregrinaje con el que comenzarán un paciente recorrido de educación y acogida en una de las estructuras de Casa Ana: una nueva victoria.

“Para nosotros, esa también es una “puerta santa”: los que pasan por ella, ayudándonos en esta búsqueda de las periferias, llevan a cabo todas las obras de misericordia (dar de comer a los hambrientos, curar a los enfermos, vestir a los que están desnudos, consolar a los afligidos, aconsejar a los que dudan…) hacia todos los que encontramos por las calles”.

“Esa puerta hace santos a todos los voluntarios y colaboradores que pasan por ella”.

“Invitamos a todos a que pasen por este estupendo umbral que conduce a hacer al bien, a practicar lo bello, a comprometerse con los últimos entre los últimos: los chicos abandonados por sus padres, ignorados por la sociedad y enganchados por la mala vida”, continuó.

Y afirmó: “Este es nuestro Jubileo, esta es nuestra Pascua. Hecha no de fórmulas de oraciones que hay que recitar sentados en la comodidad de una iglesia hermosa (perfumada con incienso), sino de vida densa, vivida al lado de los desheredados”.

“Hecha de gestos y de obras de misericordia prácticos en las zonas inhumanas de nuestras ciudades. En el espíritu del papa Francisco, que lava y besa los pies de los refugiados”.

Los gestos del papa Francisco motivan y entusiasman a todos los que viven del otro lado del mundo: “El Papa nos enseña y demuestra con toda su vida que el cristianismo no es una moral fascinante que hay que seguir ni todas esas oraciones que hay que saber de memoria, sino el encuentro con una Persona viva y presente entre nosotros: Jesucristo, una Persona que debe ser amada y a la que debemos seguir en el camino del amor misericordioso, por las calles de la vida”.

Artículo publicado por Vatican Insider