En este tiempo de Cuaresma el
testimonio de los misioneros invita a abrir los ojos y a contemplar en la otra
orilla a millones de personas que necesitan conocer el amor de Dios.
El
Papa Francisco en su Mensaje para la Cuaresma nos advierte de la
necesidad de "oír" en cada Cuaresma el grito de los
profetas que levantan su voz y nos despiertan" para salir de nuestra
indiferencia ante los hermanos y ante Dios. Entre estas voces
resuenan las de losmisioneros, profetas de
nuestro tiempo.
El testimonio de sus vidas es el mejor indicador de que
nadie les es indiferente, ni nada de los asuntos que afectan a quienes sirven
les resulta ajenos a sus compromisos. Al conocer la realidad de pueblos que
caminan en la oscuridad de la fe y que sufren los zarpazos del desprecio y de la
exclusión, se ponen en camino para ir a su encuentro. Su voz y su testimonio
resuenan en nuestro tiempo, como una gracia cuaresmal que invita a salir de
nosotros mismos. Ellos son el símbolo de la puerta abierta de la Iglesia: "Y la
Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación
de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que
actúa por la caridad".
Estos
profetas de hoy se han dejado tocar por Dios en su caminar al encuentro
de los demás. No son unos un espontáneos que movidos por sentimientos
marchan a la aventura de hacer el bien a los demás. En el umbral de su partida
la palabra evangélica, que habla de servicio y de entrega, de amor, les ha
seducido. Su respuesta, darse radicalmente al otro, es el mensaje profético del
misionero que nada sabe de la indiferencia.
Han descubierto al otro y se han
entregado sin dilaciones, porque el enemigo del amor no es el odio, sino la
indiferencia que "ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que
podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar
que tenemos que afrontar como cristianos". Su mensaje no es novedad, lo han
aprendido del Maestro que lava los pies, incluso a quien le iba a entregar.
Nadie queda en la indiferencia ante el amor y la ternura de Dios. “Es el
testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al
Padre. La misión es lo que el amor no puede callar".
El
testimonio de los misioneros invita a abrir los ojos en
estetiempo de Cuaresma y a contemplar en la otra
orilla a millones de personas que necesitan conocer el amor de Dios. Es
la fuerza que dinamiza el compromiso misionero de los que parten a la otra
orilla, conscientes de la necesidad de entregar la fe que han recibido. El
itinerario de Cuaresma se convierte de esta manera en una permanente
confrontación con la indiferencia a la que una sociedad aburguesada puede estar
acostumbrándonos.
No solo la sociedad sino también una fe cristiana acomodada
–en ocasiones- a los propios intereses, hasta el punto de querer manipular o
instrumentalizar la “religiosidad popular” como se hace con las tarjetas que se
llevan en la cartera. La contemplación en Cuaresma de estos testigos de la fe
hace posible el silencio y la oración cuaresmal, absolutamente necesarios para
escuchar las preguntas interpelantes sobre nuestra repuesta al amor de Dios y al
compromiso preferencial con los más pobres y
necesitados.
Con
el testimonio de estos profetas no cabe la mirada atrás o la respuesta evasiva
de quienes se excusaron ante la invitación del Señor.
Cuaresma es para todos, pero de manera particular
para quienes han sido tocados por el compromiso misionero, una ocasión para
la oración de intercesión, para romper las mordazas de la indiferencia y
para proclamar este tiempo de gracia y conversión.
Anastasio
Gil,
Director Nacional de
OMP