El Papa pide llevar la luz del Evangelio a todas las
partes del mundo
El pasado sábado 24 de octubre, el Papa
Francisco finalizaba el discurso de clausura de los trabajos del Sínodo
explicando lo que había significado este encuentro universal para la Iglesia:
“volver verdaderamente a «caminar juntos» para llevar a todas las partes del
mundo, a cada Diócesis, a cada comunidad y a cada situación la luz del
Evangelio, el abrazo de la Iglesia y el amparo de la misericordia de Dios”.
El Papa Francisco afirma que este Sínodo
significa “haber escuchado y hecho escuchar las voces de las familias y de los
pastores de la Iglesia que han venido a Roma de todas partes del mundo trayendo
sobre sus hombros las cargas y las esperanzas, la riqueza y los desafíos de las
familias”
Lo que se constata en un Sínodo es que
“más allá de las cuestiones dogmáticas claramente definidas por el Magisterio
de la Iglesia– hemos visto también que lo que parece normal para un obispo de
un continente, puede resultar extraño, casi como un escándalo –¡casi!– para el
obispo de otro continente; lo que se considera violación de un derecho en una
sociedad, puede ser un precepto obvio e intangible en otra; lo que para algunos
es libertad de conciencia, para otros puede parecer simplemente confusión”.
Es algo que no asusta a la Iglesia,
sabedora de que el Espíritu Santo “es el verdadero protagonista y artífice del
Sínodo”. La riqueza humana que tan claramente se palpa en Roma, lo viven cada
día los misioneros: “en realidad, las culturas son muy diferentes entre sí y
todo principio general –como he dicho, las cuestiones dogmáticas bien definidas
por el Magisterio de la Iglesia–, todo principio general necesita ser
inculturado si quiere ser observado y aplicado”.
El desafío permanente de esta Iglesia
universal es afrontar “la inculturación como «una íntima transformación de los
auténticos valores culturales por su integración en el cristianismo y la
radicación del cristianismo en todas las culturas humanas»”, como recordó el
Santo Padre refiriéndose al Sínodo de 1985, que celebraba el vigésimo
aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II.
La Iglesia comprueba, una vez más, que “a
través de la riqueza de nuestra diversidad”, el desafío “es siempre el mismo:
anunciar el Evangelio al hombre de hoy”. En la cuestión concreta que ha sido
objeto de reflexión en este Sínodo, este anuncio tiene que ver con la defensa
de la familia “de todos los ataques ideológicos e individualistas”.
Fuente: OMP