El Santo Padre viaja mañana a Kenia,
Uganda y República Centroafricana, donde el Gobierno apenas controla la capital
del país, en manos de las milicias
Como hizo san Juan Pablo II en más de una ocasión, el Papa
Francisco se dispone a arriesgar su vida visitando
lugares muy inseguros. Su primer viaje a África, que dará comienzo este
miércoles 25 de noviembre, tiene una etapa inicial de dos días en Kenia, donde
hay un riesgo de atentados de los yihadistas somalís de al-Shabab («los
jóvenes»), que mataron a 150 estudiantes cristianos en la Universidad de
Garissa el pasado mes de abril.
El Estado fallido de la República Centroafricana
El verdadero problema de su viaje a África está en la
tercera etapa, uno de los destinos más peligrosos del continente. La República Centroafricana (RCA), que Francisco espera visitar el
29 y 30 de noviembre es un Estado fallido, con un Gobierno que no controla
ni siquiera la capital, y cuyo territorio nacional -622.000 kilómetros
cuadrados, mucho mayor que España- está repartido entre dos sanguinarias
milicias armadas: la musulmana de Seleka y la animista-cristiana de anti-Balaka,
surgida como respuesta a la primera pero que ha terminado siendo todavía más
violenta e imprevisible.
En la RCA domina una extraña «Pax mafiosa». Cada milicia controla un
territorio y
nunca combate directamente a la otra. Pero las dos salen con frecuencia a matar
civiles desarmados e incendiar casas en el territorio de la otra comunidad, en
un ciclo de represalias que los depravados jefes de ambas controlan a su
capricho. Entre las dos -sobre todo Seleka- han reclutado más de diez mil «niños soldado»,
convirtiéndolos en instrumentos de muerte.
El
resultado es que, en un país que no llega a cinco millones de habitantes, hay un millón de refugiados,
casi la mitad de ellos en los países vecinos. Son personas muy pobres que han
tenido que huir de sus pueblos y ciudades para salvar la vida. Francisco piensa
visitar uno de sus campamentos, instalado en terrenos de una parroquia en el
centro de la capital.
Nunca un Papa había visitado un país en tamaño desorden.
Ni siquiera el viaje de Juan Pablo II a Sarajevo tuvo
lugar en condiciones tan inciertas. Las dos milicias, Seleka («Alianza» en
sango) y anti-Balaka («anti-Machete», el arma de los Seleka, también en sango)
abren o cierran el grifo de las matanzas sin piedad.
El único lugar verdaderamente seguro en toda la República
Centroafricana es el aeropuerto de Bangui, bajo control de la operación «Sangaris»,
formada por 900 soldados franceses, desplegados a petición de
Naciones Unidas. Por eso hay siempre de veinte a treinta mil personas acampadas
junto a las alambradas del aeropuerto. Son refugiados de la
propia capital, que temen dormir en sus casas. Hace un par de años, cuando la
milicia Seleka tomó Bangui, llegaron a ser cien mil algunas noches.
El gobierno provisional
centroafricano no tiene Policía ni Ejército.
La seguridad verdaderamente mínima que hay en Bangui se debe a la presencia de
la misión Minusca de Naciones Unidas, formada por unos 10.000 soldados y casi
1.500 policías provenientes sobre todo de países africanos de la zona. Pero
tiene un mandato imposible: desarmar a las dos milicias en todo el país. Por
eso se limita a proteger el área central de Bangui, y poco más.
Asesinatos de cristianos
¿Por qué va Francisco a la República Centroafricana?
Porque es un país donde un conflicto político -la enésima rebelión contra el
Gobierno de Bangui- se convirtió en el 2013 en un conflicto religioso ya que
las milicias rebeldes del norte del país, apoyadas por mercenarios de Chad y
Somalia, eran exclusivamente musulmanas y cometieron a su paso millares de asesinatos de
cristianos, destrucción de iglesias, y saqueos de todo tipo.
En vista de la inutilidad del Gobierno, la milicia anti-Balaka nació, como reacción de auto-defensa
de la mayoría de los centroafricanos, que son cristianos y animistas. Pero
enseguida se convirtió en otra banda criminal, pues la mayor parte de los
comandantes son animistas e ignoran los llamamientos de los obispos y párrocos
católicos a no matar civiles sin motivo.
Mucha gente sospecha que la milicia Seleka -aparte de un
instrumento de saqueo de los comandantes locales- sigue al servicio de su jefe, Michel Djotodia,
que derribó por las armas al presidente François Bozizé en el 2013 y se
autoproclamó presidente hasta que fue destronado por los franceses en el 2014.
A
su vez, la milicia anti-Balaka es la respuesta del ex presidente Bozizé, que
ahora ya no se dirige contra su rival Djotodia. Ambos parecen estar de acuerdo
en atacar conjuntamente al Gobierno de transición de la presidenta Catherine Samba
Panza, nombrada por la Comunidad Económica de Estados del
África Central (CEEAC). La presidenta ha invitado al Papa a visitar la
RCA como
último recurso para intentar salir del abismo. Y Francisco ha aceptado ir para
predicar la paz entre personas y entre religiones.
Como en otros conflictos africanos, es difícil saber quién mueve
los hilos de la tragedia. Algunos misioneros y funcionarios del
Gobierno Bozizé sospechan que la mano de Francia pueda
haber iniciado la ofensiva de la Seleka para desestabilizar el país y
justificar la intervención militar que le permita volver a controlar la
excolonia. Otros apuntan a saudíes multimillonarios hayan
financiado a su capricho milicias musulmanas y mercenarios yihadistas de Chad y
de Somalia.
Fuente: ABC