Conoce la maravillosa misión del joven cura Rafael
Ramírez Salazar en Myanmar
![]() |
Facebook-Juventud Columbana Misionera
|
Chileno y de la ciudad de Temuco. Alto,
moreno, con barba muy tupida y de risa fácil. Sus ojos se iluminan cuando habla
de la misión que hace en Myanmar desde hace dos. Es el padre Rafael Ramírez,
sacerdote Columbano.
“Descubrí
la misión y el carisma de los Padres Columbanos cuando estaba de vacaciones con
unos amigos del Hogar de Cristo en
Puerto Saavedra. Estaba con una amiga haciendo algunas compras y ella vio a dos misioneras que
conocía y que se bajaban de un bus. Ahí fue la primera vez que me encontré con
los misioneros columbanos. Estas misioneras eran de Fidji y trabajaban
misionando en Isla Huapi con las comunidades mapuches”, cuenta emocionado el
sacerdote.
Ese encuentro
lo impactó de tal manera que empezó a buscar información de los Padres
Columbanos. Quería conocerlos y saber más de ellos.
Las dos misioneras a quien conoció, y saber
que venían de un lugar tan lejano como Fidji a acompañar a las comunidades,
fueron la respuesta a esa inquietud que no sabía de dónde venía. “Ahí me dije:
esto es lo que quiero para mi vida”.
Dejó sus estudios de informática e ingresó
al seminario. Por
su formación había estado en Perú y después en Estados
Unidos por su comunidad y posteriormente en Corea
del Sur como su primera asignación misionera.
“Llegar a Myanmar fue un cambio radical. Un país budista con
gran cantidad de templos antiguos, y encontrarme con esta cultura era lo que yo
imaginaba que sería cuando uno va a misionar, estamos en la frontera.
Cuando llegué a Myanmar, pensaba que había tocado la pobreza y
las necesidades de la gente”, este el único momento donde el padre Ramírez deja
de sonreír.
“Cómo
viven y cómo ha vivido este pueblo debido a la gran opresión
política, por una dictadura militar, uno no lo imagina
hasta que llega ahí. Ese país se detuvo culturalmente, espiritualmente y
económicamente. Ahora recién se están conectando con el mundo…”.
“Familias enteras viven en la calle. Los jóvenes llegan del campo a la
ciudad y viven en un departamento de dos habitaciones 10 o 15 personas… creo
que no es muy diferente a lo que pasa con algunos migrantes al llegar a Chile”.
El padre
Ramírez cuenta que como sacerdotes tienen problemas para misionar. No
pueden tener visa como religiosos, es por eso que con el apoyo
de algunas familias se les contrata y así pueden tener la visa.
“Actualmente
estoy de capellán en un hogar de niños y niñas huérfanos o cuyos padres se
encuentran privados de libertad. Aquí trabajamos junto a cuatro hermanas
columbanas y jóvenes voluntarios que hacen de hermanos mayores”.
El sacerdote
chileno continúa relatando alegremente su trabajo en Myanmar que ya se extiende
por dos años “trabajar con los niños es una inmensa alegría. Se
sorprenden con todo y uno ve que a pesar de no estar con sus padres son
felices. Asisten a la escuela, juegan, comparten; hacen una vida de niños”.
Ante la
pregunta de qué es lo que necesita, el Padre Ramírez me mira y dice: “sus
oraciones; usted no sabe cómo se siente la fuerza de la
oración cuando uno se encuentra fuera misionando. Gracias a la oración de
muchos, se hace el milagro de estar contento y de poder enfrentar todos
los desafíos que tiene la misión”.
Fuente: Aleteia