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26 de noviembre de 2012

BODAS DE ORO DE LA MISIÓN DE CHIREYA

PP. Tomás del Barrio y Matías Ruiz,
misioneros de Zimbabwe 

Siempre es gozosa cualquier celebración de Bodas de Oro, pero celebrar las Bodas de Oro del comienzo de una misión, es algo muy especial, porque en esa celebración son muchas las personas, misioneros y misioneras que a lo largo de estos cincuenta años han dejado lo mejor de sus vidas con gozo y entrega a los más pobres, viendo en ellos el rostro de Cristo.

Algunos de estos misioneros están ya descansando en la casa del Padre y desde allí estuvieron presentes, otros que vivimos en esta misión, estamos lejos físicamente, pero muy presentes en el corazón todas esas gentes de la Misión de Chireya de la Diócesis de Gokwe en Zimbabwe.

El P. Carmelo Pérez, del IEME, misionero en Gokwe nos cuenta en la revista ID, esta celebración de la Misión de Chireya que él vivió ese día. Te animo a que tú, también, disfrutes leyendo su relato.


El 7 de julio, sábado, todas las direcciones se encaminaban hacia el mismo lugar: la misión de Chireya. La historia de esta misión había empezado hace 50 años cuando el prefecto apostólico Monseñor Domingo Ros en 1959, le pide a Tomás del Barrio Sanz, segoviano, entonces un joven sacerdote de 29 años, estudiar la posibilidad de abrir una nueva misión en el norte de lo que hoy es la diócesis de Gokwe, pues la zona solo contaba con una sola misión: Kana, en el sur, que había sido abierta en 1954. Así que, acompañado por otro sacerdote, Jaime Turigas, exploraron la zona, entrevistándose con las autoridades y jefes locales con ese objeto: abrir una nueva misión en esa vastísima zona del norte de lo que hoy es la diócesis de Gokwe y, entonces, prefectura apostólica de Huange. Él mismo nos cuenta cómo fue su primer día en la misión de Chireya, pues Tomás es hoy un venerable sacerdote jubilado de 80 años, que vive en su diócesis de Segovia.

Al anochecer del día 31 de marzo, de 1962, tomaba posesión de la parte de bosque que será la misión de Santo Domingo de Guzmán, a oscuras descargamos el camión para poder dormir en él. Cortamos la hierba alrededor, temíamos pudiera haber serpientes entre la hierba. El Señor nos envió lluvia aquella noche, por lo que tuvimos que pasar varias horas en la cabina, en donde no se podía aguantar el calor y los mosquitos. No pasó mucho rato cuando recibimos los primeros visitantes, una manada de elefantes que debían de venir a investigar quien había invadido su territorio. Con el pasar de los días y la llegada de los elefantes diariamente junto a donde habíamos parado se convirtió en una cosa más, y es que estos animalitos tienen su camino y lugar para pasar la noche. Pero el cansancio y el sueño pronto se apoderó de nosotros y quedamos dormidos. Los elefantes nos visitaban todos los días, no digo que nos familiarizamos con ellos, pero al poco tiempo ni nos enterábamos de su presencia, ellos a lo suyo y nosotros a lo nuestro. Así fue la toma de posesión de la nueva misión. La escuela ya llevaba dos años abierta. El maestro Francis Mativenga había comenzado la escuela en la parte donde habría de ser la misión y habían construido unas chozas. El número de los matriculados era bajo, pero se había empezado la andadura. Yo consideraría a este maestro como el fundador de lo que es hoy la misión y el alma de lo que existe hoy”

En la misa de acción de gracias, el principal celebrante fue el arzobispo de Harare, capital de Zimbabue, que trabajó en esta misión por dos años( 1984-1985), Don Roberto Cristóbal Ndlovu, a su derecha estaba don Ángel Floro, obispo de la diócesis de Gokwe, y a su izquierda el vicario general de la Diócesis de Hwange, Marcos Rumuma, que trabajó también en la misma por 6 meses (1986), y fue alumno de la escuela primaria de la misión (1967-8) .

Son muchos más los trabajadores y trabajadoras de la viña que no voy a señalar aquí a todos ni mucho menos. Las Misioneras Hijas del Calvario vinieron unos meses más tarde de la fundación de la misión, y estuvieron hasta 1978. En 1983 son reemplazadas por una congregación de origen local: LCBL ( siglas en inglés), y que permanecen hasta hoy. La labor de ambas congregaciones es impagable en el campo de la promoción de la mujer, educación y sanidad. Los misioneros del IEME dejan la misión en manos de la congregación del Espíritu Santo (Espiritanos) en 1999, éstos han estado hasta el año 2007 cuando son reemplazados por sacerdotes del clero local. La semilla que empezaron Tomás del Barrio y el maestro Francisco Mativenga hoy es un árbol frondoso y lozano, la misión de Chireya, que cuenta hoy con unos 2.500 católicos, escuela primaria y secundaria, ésta última construida por Luis Antón, que es el sacerdote que más años ha pasado en la misión. Se construyó un hospital, desde los inicios, que poco a poco se ha ido agrandando: un ala de maternidad fue inaugurada y bendecida poco antes de la Eucaristía.

Varios sacerdotes, como José Leal, Florentino del Castillo, José Manuel Puente, Agustín Moreno y misioneros auxiliares como Pascual Plou, Enrique Ramalle León, y Manuel Dausá, fueron mencionados en los diferentes discursos, los misioneros auxiliares especialmente por su trabajo en los inicios duros de la misión.
Rosendo Garres, que había trabajado en Chireya, (75-80 y 85-86), predicó, con gracia y profundidad, contando algunas anécdotas. Relato una de ellas. En 1978, se dejó la misión y los sacerdotes y religiosas se refugiaron en zonas más seguras, normalmente en ciudades, debido a la guerra de liberación entre los nacionalistas africanos contra el régimen racista de Ian Smith (1972-1979). Algunas misiones fueron quemadas o destruidas, fue el caso de Chireya, donde la escuela primaria fue parcialmente quemada, y ante el abandono, muchas cosas fueron robadas, puertas, ventanas... Una vez que la guerra pasó, se pensó que quizá era tiempo de un cambio de ubicación de la misión, libre del paso de algunos ríos, que habían sido la pesadilla de los misioneros, pues no había puentes, claro está. Se le consultó la propuesta a D. Ignacio Prieto, el entonces obispo, a lo que contestó “ Hemos venido a evangelizar a los pobres..., y la ubicación de Chireya está entre los pobres más pobres”, por lo que en 1980, una vez acabada la guerra, se volvió al mismo sitio. Hoy la zona esta muchísimo mas poblada que tiempo atrás, libre de la mosca Tse-Tsé, y de las fieras, y también, gracias a Dios, la gente es menos pobre debido a los cultivos de maíz y algodón.

El ambiente fue de una serena alegría, pues una vez más se han hecho verdad esas palabras de San Pablo a los Corintios: Yo planté, Apolo regó; mas fue Dios quien le dio crecimiento. De modo que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que hace crecer. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; si bien cada cual recibirá el salario según su propio trabajo, ya que somos colaboradores de Dios, y vosotros, campo de Dios, edificación de Dios. I Cor. 3, 6-9).
Carmelo Pérez -Aradros León
Diócesis de Calahorra - IEME