Carta desde Bolivia de la Hna. Ana Mª García, misionera clarisa segoviana, en
San Ignacio de Velasco
Queridos hnos. y hnas:
En primer lugar quiero presentarme. Soy una monja del
convento de Sta. Clara de Cuéllar, mi nombre es Sor Ana Mª, llevo 27 años de
misionera contemplativa en Bolivia.
En agosto de 1987 siguiendo el deseo de la Iglesia que, en el
Decreto Ad Gentes del Vaticano II, invita a las órdenes comtemplativas a fundar
conventos en pleno campo de misión, siete hermanas clarisas partimos rumbo a
Bolivia para implantar en el Vicariato de Chiquitos, hoy diócesis de San
Ignacio de Loyola, la vida contemplativa de las Hijas de Sta. Clara.
Entre ellas cuatro hermanas de los conventos de Segovia: Sta.
Isabel, S.Antonio el Real, Corpus y Sta. Clara de Cuéllar.
Algunso pueden pensar que para rezar por las misiones, no es
necesario ir a Bolivia, porque se puede rezar desde aquí; pero yo les aseguro,
por experiencia propia, que no es lo mismo. Allí se ven las necesidades muy de
cerca y las dificultades de los misioneros para llegar a tantas gentes que les
necesitan y la oración se hace más viva.
Por otra parte, nuestras gentes necesitan del testimonio de
las religiosas que dedican su vida a Dios en el silencio del claustro.
En nuestra tierra se identificaban a las religiosas con las
que atienden a los enfermos en el hospital, a los niños y jóvenes en el colegio
y la catequesis o a las que trabajan en las parroquias. Pero eso de las monjas
de clausura les era muy difícil de entender. Hoy por el contario, saben de
nuestra vida, de nuestra misión y de nuestra presencia orante.
Van al convento para compartir con las Hnas. Su penas y sus
alegrías, a pedir oraciones, consejos y orientación para sus vidas, también
para compartir nuestra Eucaristía.
Somos parte integrante del pueblo y un punto clave en la vida
de nuestra Iglesia Diócesana, donde la fe está muy arraigada; fe que llevaron
los Jesuitas allá por el año 1695. Estos misioneros hicieron una gran labor
evangelizadora y social. Levantaron hermosos templos, hoy se conservan cinco de
ellos en nuestra diócesis. Estas iglesias jesuíticas han sido declaradas
patrimonio universal de la humanidad.
Con la expulsión de los Jesuitas, estos pueblos se quedaron
abandonados sin sacerdotes durante muchos años. A través de las devociones
populares, sobre todo de rezo del rosario, la fe se ha mantenido de una
generación a otra.
A principios del siglo XX llegaron misioneros franciscanos de
Austria. Durante más de un siglo han trabajado incansablemente en la tarea
evangelizadora y social, hoy todavía quedan tres misioneros austriacos:
colegios, hospitales, medios de comunicación social y otras muchas obras se
mantienen gracias a la labor misionera de la Iglesia.
Hoy nuestra diócesis cuenta sólo con 37 sacerdotes, 18 son
sacerdotes locales y 19 misioneros de diferentes congregaciones y
nacionalidades. También hay Hnos. Maristas y 8 congregaciones religiosas de
diferentes países.
Allí faltan brazos para atender una diócesis que abarca 2.000
km2 de extensión, con infinidad de comunidades del campo, nosotros diríamos
pueblos pequeños, a lo largo de la selva, donde es difícil llegar por los malos
caminos y las lluvias torrenciales. Los sacerdotes se ven mal para llegar una
vez al mes, donde las gentes les esperan con entusiasmo y mucho interés. Gracias
a los “líderes religiosos” que los domingos celebran la liturgia de la palabra,
rezan el rosario y entierran a sus difuntos.
En San Ignacio, capital de la provincia Velasco, con un
promedio de 45.000 habitantes y la atención a 46 comunidades del campo, solo
hay tres parroquias con 6 sacerdotes y el obispo. La asistencia a la misa
dominical es masiva, muchos jóvenes y niños ya que están en edad escolar más de
18.000. Un dato significativo de la vitalidad de nuestra Iglesia es el número
de Confirmaciones al año, solo en San Ignacio oscila entre las 500 y 550.
En este pueblo de San Ignacio vivimos las Clarisas somos una
comunidad de 15 hermanas, seis españolas y nueve bolivianas. El Señor nos ha
bendecido con vocaciones; por eso hace 12 años hicimos una nueva fundación en
un pueblo lejano de la Diócesis, 6 hermanas partieron para esta fundación.
Las hermanas han prestado durante varios años una ayuda
fraterna a las Clarisas de Sucre en Bolivia, por cierto una de ellas segoviana,
del pueblo de Navas de Oro. Y en la actualidad hay otra hermana de la comunidad
ayudando en un convento de España.
La vida de las clarisas en Bolivia tiene las mismas
características que en España. Nuestra labor primordial es la alabanza divina,
la oración silenciosa y la súplica ardiente a favor de la Iglesia local y de
toda la humanidad. Cada día dedicamos a la oración cinco horas y media; tenemos
exposición del Stmo. Sacramento todos los días en la tarde y los jueves durante
tondo el día. Vivimos de nuestro trabajo, aunque no es fácil encontrar trabajo estable para las monjas de
clausura, sabemos por experiencia, lo que es fiarse de la Divina Providencia.
Desde nuestra clausura aprovechamos los medios de
comunicación de la Iglesia. Un día a la semana, en la radio local Juan XXIII, tenemos
un espacio de media hora con música sacra, se escogen los cantos y se hacen
sobre ellos un pequeño comentario. En los eventos y fiestas de la Comunidad
también aprovechamos el canal de televisión de la Diócesis.
A pequeña escala llevamos un proyecto de apadrinar a niños
pobres para ayudarles en sus estudios, hasta el presente hemos conseguido
padrinos para 20 niños.
A grandes rasgos, esta
es la misión de nuestra iglesia diocesana y la vida de las Clarisas.
Intentamos vivir con entusiasmo renovado lo que Sta. Clara
quería que fuésemos sus hijas: “Sostenedoras de los miembros vacilantes del
Cuerpo de Cristo , la Iglesia”.
Que el Señor les bendiga y les guarde, vuelva su rostro hacía
vds. y les conceda la paz.
Sor Ana María García
Clarisa del Convento de
San Ignacio de Velasco (Bolivia)