El testimonio de sor Nathalie y sor Xavéra, dos
religiosas del Instituto Santa Dorotea de Cemmo en primera línea en Burundi en
la formación laboral y en el cuidado de la salud
Nathalie y Xavéra. Dos monjas, dos rostros
que encarnan el esporti misionero de las Monjas de Santa Dorotea de Cemmo. En
1962 el Instituto religioso envió a las primeras misioneras a Argentina; en
1972, a Burundi, y después la presencia se extendió a Uruguay, Brasil, el Congo
y Camerún.
En la actualidad son 80 las religiosas comprometidas en las
actividades misioneras apoyadas por la asociaciones que se inspiran en «Hacerse
cercano» para expresar un estilo de acción misionera dentro del carisma
educativo del Instituto.
Sor Nathalie es congoleña, trabaja en
Burundi, en Matongo (por donde transitan los rebeldes que entran y salen de la
selva). Ayuda a 70 jóvenes de entre 15 y 26 años a que aprendan un oficio y
lleguen a alcanzar la autonomía: se trata de dos años de estudios entre cursos
y laboratorios para aprender una profesión (corte y confección, cómo preparar jabón,
informática…). Acompañamiento espiritual y educación a la vida.
El eje es la
condición femenina con el «problema cultural» de las mujeres que se casan muy
jóvenes y que, además de soportar una mole de trabajo, dependen completamente
de las autorizaciones de sus maridos. «Estas chicas necesitan sí, ayudas
materiales, pero sobre todo necesitan escuchar la Palabra y ser aconsejadas
sobre la vida cotidiana».
A pesar de todo, es posible «hablar de
Dios». El fantasma de la guerra acecha en cada rincón, pero ahora «las personas
a veces son capaces de perdonar a quienes han matado. La misericordia es vivida
a veces verdaderamente». En Burundi hay dos tribus (hutu y tutsi) en perenne
conflicto entre sí, pero «la gente de las periferias ha comprendido que vivir
juntos siempre ayuda, por lo que están tratando de superar las heridas del
pasado». Matongo es un pequeño pueblo periférico.
Las personas recorren hasta
20 kilómetros para ir a la parroquia. Las monjas prosiguen con su compromiso
(la catequesis, el «foyer», las manualidades y las actividades deportivas…) y
las jóvenes se sienten acogidas. Viendo hacia el futuro, el objetivo es el de
fortalecer los talleres para que, al final de la formación, las chicas puedan
abrir pequeñas actividades comerciales. De lo contrario, el único oficio
posible sería la agricultura.
Del trabajo a la salud. También en Burundi, pero en la
parroquia de Murayi (a unos 25 kilómetros de Gitega), trabaja desde hace 12
años sor Xavéra. Trabaja en el centro sanitario como enfermera en un
dispensario que fue construido en los años ochenta por las Doroteas. «Los
enfermos —explicó— tienen miedo de ir al hospital porque no tienen dinero. Se
quedan en su casa y se presentan al último momento. Hay enfermedades, como el
Sida, que crean muchos marginados. Hay personas que pasan por los barrios para
informar y sensibilizar sobre las enfermedades». La marginación comienza a
disminuir y los ancianos son muy repetidos. En la experiencia de la enfermedad
y del sufrimiento «veo la alegría y la esperanza de encontrar la cura.
Cuando
llegan los enfermos en situaciones muy críticas, leo en sus ojos la esperanza y
encuentro la fuerza y la alegría para seguir adelante. Muchos, cuando entran,
saben que tienen a disposición de las medicinas para curarse. Se necesita un
trabajo capilar en la comunidad para comprender quién está mal. El Estado no
ayuda, si no tienes dinero, mueres en tu casa. En el dispensario los costos son
reducidos y en los casos más desesperados son completamente gratuitos». Y esto
es posible gracias a la colaboración de la asociación ACISS (onlus) y al
Instituto que se trabaja para comprender las exigencias del territorio de
misión y a buscar el financiamiento necesario.
Luciano Zanardini
Fuente: Vatican Insider