Domitila es una
Supernumeraria del Opus Dei que vive en el barrio más pobre del mundo, en Nairobi.
Con su ayuda a las embarazadas se siente cerca de las enseñanzas del papa
Francisco
Kibera es en la actualidad el
mayor slum de África, es decir, un
enorme asentamiento de infraviviendas situado en las afueras de Nairobi, en
Kenia.
Allí
viven más de un millón de personas entre basura y heces. Su población malvive
bajo el umbral de la pobreza y los niños en buena medida están abocados al
hambre, la droga y el crimen.
Sin
embargo, en estos enormes suburbios donde parece que no hay esperanza surgen
ángeles que cuidan de los que allí viven, especialmente de muchas jóvenes
presionadas para abortar. Es el caso de Domitila Ayot, una vecina
de este slum que a
sus 69 años se ha convertido en una heroína tras ayudar a
miles de chicas jóvenes para no abortar y para procurarles un futuro.
Su fe le ha dado fuerzas para salvar miles de vidas
Sin pretenderlo es un pilar
de la comunidad. Simplemente porque un día no pudo aguantar más viendo la
injusticia. Apoyada en su fe en Dios –es supernumeraria del Opus Dei- decidió
aportar un granito de arena que poco a poco se convirtió en una duna.
Esta humilde mujer católica y
madre de seis hijos fue una de las primeras habitantes de este gran suburbio de
Nairobi al que llegó con su marido en 1979 cuando no era ni por asomo lo
que es ahora. Pero el ser una más entre las chabolas le ha
servido para conocer cuáles son los verdaderos problemas de la gente que allí
vive porque eran precisamente los mismos que experimentaba
cada día.
“Es normal ver bebés abortados flotando en el agua”
En un reportaje que publica Mercatornet,
Domitila cuenta cómo empezó a ayudar a estas chicas: “Es
normal ver bebés flotando en las aguas residuales”. Y es que la
presión social y la pobreza empujan a miles de jóvenes a abortar en este
barrio.
El día que decidió que tenía que hacer algo
Domitila relata las
estremecedoras imágenes pero que en Kibera son habituales. Los niños abortados
son metidos en bolsas de plástico transparentes y son arrojados a la vía del
tren, debajo del puente o en las alcantarillas. “Lo que me sorprendió más fue el
ver a un bebé abortado dentro de una bolsa transparente colgando en las
pequeñas ramas de un árbol”, recuerda.
Esta imagen la perturbó tanto
que decidió hacer algo al respecto. Para ello empezó a realizar una actividad
provida ayudando a los hermanos marianistas presentes en el barrio y más tarde
ya quedó unida a esta parroquia.
Su éxito comenzó a ser enorme
y empezó a granjearse una reputación de rescatadora en el barrio. Sus formas
calaban en las jóvenes que acudían a ella o que eran visitadas por esta mujer.
Era una mezcla entre la firmeza de la verdad y la ternura de una madre.
Quería dejarlo pero cada vez más jóvenes la llamaban
En la gran mayoría de los
casos logró que las chicas o sus familias cambiaran de opinión logrando que
nacieran estos niños. Años más tarde pensó en dejar a otros
esta labor pues la edad ya pesaba en ella.
Sin
embargo, las llamadas seguían llegando. Médicos que
trataban a estas mujeres, adolescentes embarazadas expulsadas por sus padres,
vecinos de estas chicas y otras embarazadas que sin saber cómo tenían su número
de teléfono. Y las llamadas ya no provenían sólo del slum de Kibera sino de
toda la ciudad de Nairobi
Por
ello decidió volver al frente pero preparando una estructura acorde a las
necesidades que se le presentaban y fue así como surgió el centro
San Martín para la ayuda de mujeres embarazadas. Este
centro supone algo extraño en un ambiente en el que contínuamente se ven
centros llamados “de planificación familiar” y que no son otra cosa que
abortorios.
Cada caso es único e importante
Domitila tiene una cosa muy
clara. No hay generalizaciones y cada caso es diferente. Como ella misma explica, en
ocasiones es sólo una cuestión de calmar la indignación de los padres cuando
descubren que su hija está embarazada y explicarles que podrá seguir
estudiando. Otras veces hay que proporcionar medios materiales como ropa de
bebé o alimentación. Pero existen ocasiones en las que es necesario sacar a las
chicas de su entorno ante la presión que reciben para que aborten.
Y
es ahí donde entra el nuevo centro que crearon y que acoge a jóvenes como
Jackie o Anne. Esta última llegó a Nairobi proveniente de una zona rural con el
objetivo de ganar dinero. Ahí vivía con su hermana mayor, que estaba casada con
un alcohólico. Quedó embarazada por su novio, un universitario, que le exigió
abortar o si no la abandonaría. Y lejos de encontrar el apoyo de su
familia, su hermana también vio la llegada de un bebé como un gran problema por
lo que la presionó para que acabara con su hijo.
Heroína para unos y enemiga para otros
Pero buscando un contacto
para abortar y sin saber cómo le acabaron facilitando el contacto de Domitila,
que le pidió que se vieran antes de tomar la decisión de abortar. Ahora, esta
joven está alojada en este centro provida, que precisamente está situado justo
al lado de la multinacional abortista Marie Stopes.
En
Kibera, Domitila
es una heroína para muchos y miles de niños tienen la oportunidad de vivir
gracias a su empeño, pero también es cierto que odiada por otro sector pues
el lobby abortista es muy poderoso y mueve una gran cantidad de dinero. La
presencia de esta señora católica es muy incómoda para ellos.
Viven de la “gracia de Dios”
Una pregunta que se hacen
muchos al conocer la historia de Domitila, una anciana pobre y vecina de este slum,
es saber cómo logra financiar todo esto. Ella lo tiene claro: “Por
la gracia de Dios”. “A veces, un amigo me envía algo. Otras
veces tengo que usar el dinero que me envían mis hijos para vivir, pues como
ves soy una anciana”, dijo.
Aunque
esta mujer añadía otro dato muy importante: “Una cosa que sé es que siempre que hemos
necesitado dinero, Dios ha sido lo suficientemente bueno para enviar lo justo a
tiempo”.
Artículo
publicado originalmente en www.opusdei.es
Fuente: Aleteia