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22 de octubre de 2017

COMENTARIO AL EVANGELIO DE NUESTRO OBISPO D. CÉSAR: «SÉ VALIENTE, LA MISIÓN TE ESPERA»

Carta pastoral para el DOMUND 2017, 22 de Octubre

El día del Domund es siempre una llamada a la conciencia misionera del cristiano. El Domund nos recuerda, como dice el Papa en su Mensaje, a Cristo, el «primer y más grande evangelizador». Salió del Padre para evangelizar, y envió a los apóstoles como misioneros del Evangelio.

Evangelizar es anunciar a Cristo: su persona, sus gestos y palabras, su muerte y resurrección. Anunciar a Cristo es anunciar su amor y entrega a los hombres. Por eso, quien evangeliza sólo puede hacerlo con las mismas actitudes de Cristo. Sólo quien ama y se entrega a la misión puede ser testigo convincente de Cristo. Así lo han hecho los grandes misioneros.

El lema de este año nos habla de valentía. Esta palabra puede llevar a confusión. ¿Sólo los valientes pueden ser misioneros? ¿Qué significa ser valiente? ¿Hay que ser héroe o un superdotado? Sería un error pensar así. Conocemos a misioneros que son personas normales, con temores y miedos, con la conciencia de ser poca cosa, incluso incapaces. 

La valentía evangélica no es una actitud sobrehumana que nos equipara a los vencedores de las películas que tanto encandilan hoy a los niños y jóvenes. En el Nuevo testamento, hay una palabra que suele traducirse por valentía, pero que es mucho más: es la parresía. Es una mezcla de convicción, certeza, alegría y fortaleza.

El testigo de Cristo es un convencido de que el Señor ha vencido el pecado y la muerte, ha destruido en su entraña misma el mal. Esta convencido del poder de Cristo y se fía de él. Los apóstoles, humanamente hablando, eran cobardes, temerosos, inseguros. El Señor les otorgó la convicción de la fe. Salieron a predicar con entusiasmo, no como seres ingenuos que desconocían los riesgos y peligros de la misión. Se trataba del entusiasmo de la misión, nacida de la victoria de Cristo.

Además de convicción, poseían la certeza de la fe. Sabían que aquello que predicaban era verdad, la Verdad. A veces, los cristianos, incluso los sacerdotes, predicamos con reservas internas, con escepticismo. La gente percibe que no creemos del todo lo que predicamos. No estamos plenamente identificados con el mensaje: lo decimos sin la certeza que cautiva. Dice Romano Guardini que la fe es su contenido. ¿Creemos en los contenidos de la fe? ¿Recitamos el Credo con convicción? ¿Vivimos de la fe que predicamos?.

Los apóstoles tuvieron que sufrir persecución, cárceles, flagelaciones y muerte. Dice el libro de los Hechos que se alegraban por haber sufrido por el nombre de Cristo. La alegría de creer y de vivir la salvación es propia del misionero. Sin alegría no podemos trasmitir el mensaje de la vida y de la salvación. La primera característica del catequista, dice san Agustín, es la alegría. Sin ella, no podrá hacer convincente la predicación. Es la alegría propia de quien ha recibido un mensaje de salvación: Alégrate, dice el ángel a María. Esa es la alegría del misionero. Alégrate porque el Señor te ha mirado con amor y te ha destinado a cosas grandes.

Todo esto hace del misionero alguien fuerte. No es el valiente presuntuoso o temerario que todo lo fía a sus propias fuerzas o tácticas. Es el fuerte, edificado sobre la verdad, el sostenido por el Señor y su Iglesia. Es el creyente cuya esperanza no defrauda nunca. Es el cristiano, que desconfía de sí mismo y pone su vida en las manos de Cristo para que él disponga como quiera. Un hombre y una mujer así serán misioneros del evangelio. Vivirán, como dice el Papa Francisco, un éxodo continuo, una peregrinación y exilio. Se trata, en definitiva, de salir de uno mismo, de sus seguridades, y caminar hacia una patria sin fronteras, «sedientos de infinito, entre el “ya” y el “todavía no” del Reino de los cielos» (Papa Francisco).


+ César Franco
Obispo de Segovia