El P. José asegura
que la fe se ha mantenido gracias a “la Iglesia doméstica” en la que
las familias rezaban en secreto laudes o las vísperas, pero también gracias
al rosario
El
P. José de Jesús es un sacerdote chino, fiel a la Iglesia Católica
que ha dado su testimonio en el programa “Tras las huellas del Nazareno” de la
Fundación EUK Mamie, de las religiosas del Hogar de la Madre.
En
la entrevista su cara se muestra oculta y tampoco da detalles precisos de
su vida en China o de la
localización en Europa en la que se encuentra, por motivos de seguridad.
La
Iglesia Católica fiel a Roma está perseguida por el gobierno chino, quien deja
libertad de culto sólo a quienes se adhieren a la Iglesia Patriótica, es decir,
aquella controlada por el Estado y que no es fiel al Vaticano.
Según
cuenta, su familia siempre
ha sido católica y él recibió la fe de sus padres. Asimismo, es el tercero de cinco
hermanos, pese a la política del hijo único impuesta durante años por el
gobierno chino para evitar el incremento de la población.
Esto
obligó a la familia a vivir separada durante algún tiempo.
“Durante
temporadas, cuando la policía venía al pueblo, mis padres tenían que vivir
escondidos, separados de nosotros. Mi hermano mayor nos cuidaba, también
teníamos que esconder todo lo que teníamos en casa, porque si el gobierno lo
descubría nos podría quitar todo. A algunos padres católicos, por tener más hijos,
sus casas fueron destruidas y se quedaron sin nada”, asegura el sacerdote.
Cristiano clandestino
“Era
una prueba de fe, porque de niño no entiendes por qué por ser católico tienes
que vivir con menos comida, separado de tus padres; pero no fue un obstáculo
para seguir adelante en la fe”, explica y precisa que otro hermano suyo también
es sacerdote.
La
vida como cristiano de la Iglesia clandestina no es sencilla porque, según
precisa en su testimonio, “tenías que rezar en tu casa y con la puerta cerrada,
estaba prohibido y si alguien te escuchaba podía denunciarte porque era
considerado un crimen para el gobierno”.
El
P. José asegura que la fe se ha mantenido gracias a “la Iglesia
doméstica” en la que las familias rezaban en secreto laudes o las vísperas,
pero también gracias al rosario.
“El
rosario ha sido lo que nos ha dado la fuerza durante años porque no
teníamos sacramentos,
ni sacerdotes; pero los fieles rezábamos todos los días al menos un rosario en
la madrugada y otro por la noche”, y cuando terminaban decían una “oración a la
Virgen de Fátima que nos ha dado la fuerza para vivir como verdaderos
cristianos”.
Iglesia Patriótica
El
Gobierno Chino permite el cristianismo en el país, pero los católicos deben
inscribirse en la Asociación Patriótica, es decir, una iglesia controlada por
el gobierno y en la que los nombramientos de obispos no proceden del Vaticano,
sino de la decisión de las autoridades chinas.
Esta
iglesia oficial se contrapone a la Iglesia clandestina, que es fiel a Roma y
que vive su fe bajo serias represiones.
“Hay
obispos que están desaparecidos y otros 30 obispos de la Iglesia clandestina
que no son reconocidos por el Estado y que por eso no puede ejercer su
ministerio de manera libre. Están bajo arresto domiciliario y controlado, hay
quienes vigilan sus visitas, sus encuentros y los temas de conversación. Las
ordenaciones sacerdotales se dan en secreto, sin que nadie se de cuenta”,
precisa.
Sin
embargo, para la iglesia oficial, adherida a la Asociación Patriótica, es más
fácil vivir la fe porque las iglesias están abiertas, hay Misas y tienen un
horario fijo, pero según explica el sacerdote, “en el fondo no es lo mismo porque
la Iglesia es una, santa, católica y apostólica y la Iglesia Patriótica es
independiente de Roma, yo no puedo aceptarlo. Porque es mi fe”.
Vocación sacerdotal
En
ese sentido, el P. José recuerda cómo el párroco de la zona en la que vivía
estaba encargado de 60 pueblos, celebraba cinco Misas en los más grandes e iba
con una bicicleta, “es un ejemplo de fidelidad a Cristo y a la Iglesia porque
él no quiso formar parte de la iglesia oficial china y eso hizo que tuviera que
pasar algún tiempo en la cárcel o en arresto domiciliario, pero a pesar de ello
nunca lo consideró como una dificultad, sino que si el Señor se lo enviaba, él
lo aceptaba. Ahora, que tiene más de 80 años, se levanta a las 3.30 de la
mañana para rezar y celebra dos Misas”.
“Su
vida ejemplar fue decisiva para que encontrara mi vocación. Él es un sacerdote
para todos, con una entrega ejemplar”, precisa, y apunta que todavía hoy
recuerda cómo a los 15 años descubrió su vocación: “Pensaba que en China hay
muchas personas que no conocen a Cristo y a la Iglesia Católica, porque los
cristianos somos una minoría. Por eso pensé que cuando terminara mis estudios
iría al seminario y sería sacerdote. Ese momento me cambió la vida, porque vi
lo que quería el Señor para mí”.
El
sacerdote asegura que la vida de los cristianos clandestinos en China es un
testimonio de fe y pide oraciones para que se mantengan fieles, porque “ellos
nos enseñan que la fe vale mucho más que la vida, y que viviendo la fe
encontraremos a Cristo. Tenemos que dar testimonio a nuestro alrededor para que
quien no conoce la fe, la pueda encontrar”.