El pasado domingo 17 de marzo el
sacerdote Joël Yougbaré, párroco de Djibo, celebró misa en un pueblo llamado
Bottogui, en el norte de Burkina Faso. Desde
ese día, nadie ha sabido nada de él
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Laurent Dobiré, obispo de Dori, con el Gran Imán de Burkina Faso
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Laurent Dabiré, obispo de Dori, explicaba
hace unos días que había distintas hipótesis: "El padre Joël pudo haber sido secuestrado
o haberse perdido en el camino o tuvo un accidente”.
Sin embargo, el obispo apuntó también que
esa zona se había vuelto insegura por la presencia de grupos yihadistas.
Se
sabe que el sacerdote emprendió el camino de vuelta por la carretera
Djibo-Tongomayel-Nianguel-Sergoussouma-Bottogui. Se vio al sacerdote regresar a
Sergoussouma, donde se detuvo entre las 14.30 y las 15. Alrededor de las 16.30,
alertado por un catequista que quería saber si el sacerdote había regresado a
la parroquia a salvo, el padre Theodore Kpoda, vicepárroco de Djibo, intentó
varias veces llamar al teléfono celular del padre Joël sin obtener una
respuesta. Ha pasado una semana y no hay noticias nuevas.
Otros ataques
en la zona: un español y un italiano
El contexto de
otras acciones violentas hace que esta desaparición parezca ligada a la acción
de grupos yihadistas en la zona. En España resuena aún el asesinato a mediados de febrero
del misionero salesiano Antonio César Fernández en un puesto de
aduanas cerca de la frontera sur, con Ghana, a manos de terroristas islámicos.
En Italia se
buscan noticias sobre el sacerdote misionero italiano Pierluigi Maccalli,
de la Sociedad de Misiones Africanas, secuestrado en la vecina Níger el 17 de
septiembre de 2018 en Tillaberi. Son, pues, ya más de 6 meses los que lleva
secuestrado.
La novedad
ahora: atacar al clero local
Su compañero de
congregación, el sacerdote Mauro Armanino Maccalli, misionero en Níger, explica
el contexto de inseguridad. “Dos profesores fueron asesinados en esta zona y
ahora es un sacerdote local el que desaparece”.
Según el padre
Mauro, los atacantes quieren "crear terror e inseguridad en las
agencias educativas, y la Iglesia está entre ellas. Se ha cruzado cualquier
línea roja: los extranjeros y los locales se están viendo afectados por igual
por la violencia. Lo que no había sucedido hasta ahora era que hubiera
llegado al clero local”.
“Al final todo
esto pretende saldarse con la disminución de las actividades pastorales en la
zona y hacer de Burkina Faso, poco a poco, un país cada vez más islamizado”,
concluye el padre Mauro.
Fuente: ReL