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6 de octubre de 2019

«QUE TE ASESINEN ES LO NORMAL EN ESTE PAÍS»

Ha recibido amenazas de muerte, pero no habla mucho de ello

Prefiere hablar del dolor de su pueblo guatemalteco, condenado por la pobreza extrema, las maras y el capitalismo salvaje que mueve a las empresas que atentan contra la casa común. Monseñor Álvaro Ramazzini, obispo de Huehuetenango, es uno de los 13 nuevos cardenales que, a partir del 5 de octubre, contarán «al oído al Papa lo que pasa en estos países tan llenos de esperanza, tristeza, pena y alegría», como asegura en entrevista a Alfa y Omega

Enhorabuena, don Álvaro. ¿Se había imaginado alguna vez que llegaría a ser cardenal?
El nombramiento fue completamente inesperado. Aunque, si le soy sincero, alguna vez pensé que me habría gustado estar «al oído» del Papa y contarle lo que pasa en estos países, con una realidad tan llena de esperanza, tristeza, pena y alegría. Fue un pensamiento de esos que se te cruzan… y se van.

Ahora va a poder hablarle al oído. ¿Qué le va a decir?

Que nos siga orientando con su testimonio profético tan sencillo y claro, pero tan contundente. Siempre he dicho que uno de los mayores exponentes de lo que vivimos en Aparecida fue precisamente Bergoglio. Cuando leo sus documentos me doy cuenta que está muy presente la Iglesia de América Latina, pero también la Iglesia universal. Esto es lo interesante, cómo este Papa logra relacionar esos dos extremos que en realidad no lo son, que se complementan.

¿Y algo más personal?

Le daré las gracias por estar tan preocupado por los países centroamericanos. Esta decisión es muestra de ello. Y por otro lado, le diré que acepto este nombramiento con una gran responsabilidad. Tengo que seguir trabajando por mostrar la voluntad de Dios hacia los más pobres.

Usted es de los que va a pie por el medio de la montaña a realizar sus visitas pastorales. ¿Seguirá haciéndolo?

Sería una traición al pueblo pensar que el cardenalato me exime de llegar a las opciones pastorales que han orientado mi vida hasta ahora y que quiero mantener hasta la hora de mi muerte. Sería una aberración gigantesca. No sé qué adverbio utilizar, pero pienso que también la posición de un cardenal abre muchas más puertas que siendo obispo. Mi interés es aprovechar esos espacios porque, tal como el Papa escribió en la carta que me envió, entro en una problemática que se refiere a la Iglesia universal. Así podré tener una visión más global, en la que se inserta la realidad local de mi diócesis. Pero al mismo tiempo, es una ventana de oportunidad para hacer oír las voces de tantas personas que quisieran ser escuchadas y no lo son. Seré portavoz de la realidad humana y desafiante que hay en estos países.

Una realidad compleja. Entre 2017 y 2018, según la ONU, han muerto asesinados en Guatemala 39 defensores de los derechos humanos y ambientales, y se han dado casi 900 casos de agresiones. Hace una semana, concretamente, Diana Isabel Hernández, murió tiroteada. Promovía la recuperación de especies nativas para la reforestación comunitaria.

Lo que sucede aquí es que, en primer lugar, no hay una legislación adecuada que ayude a conservar el medio ambiente. Y no solo hablo de cara a las industrias extractivas, sino de la ley de aguas, la ley de electricidad… no hay legislación que favorezca la relación armónica entre las inversiones privadas y las necesidades de los pueblos que sufren la explotación de sus bienes naturales. No hay que olvidar tampoco que Guatemala ha sido siempre un país en el que el modelo económico no ha ayudado a salir de la pobreza a millones de guatemaltecos que siguen queriendo ir al norte a satisfacer sus necesidades básicas. La legislación debería ser modificada, pero los gobernantes no ven la necesidad real de la gente más pobre. Por eso, el país está dividido entre los que tienen mucho y los que no tienen nada.

Entiendo. ¿Pero es la falta de una legislación clara lo que ha provocado que mueran casi 40 personas en un año?

Lo que sucede es que vivimos un conflicto armado durante 36 años y eso fue generando en muchas personas una actitud de falta de respeto a la vida. La guerra no fueron solo muertes o enfrentamientos armados, sino que creó esta mentalidad en la población guatemalteca. He visto personas asesinadas y gente alrededor mirando como si tuviera delante de una cosa, no alguien muerto. Como resultado del conflicto hemos perdido sensibilidad humana ante la muerte. Por otro lado, hay una pobreza galopante que explica la migración forzada hacia EE. UU. y hace que las personas vayan generando el pensamiento del «sálvese quien pueda». Si le pasa algo a otro, es porque «a saber en qué andaba metido». Todo esto, regado por la influencia tremendamente negativa del narcotráfico y del crimen organizado. Las maras promueven desde la cárcel asesinatos con los sicarios que tienen en las calles porque alguien no ha pagado la extorsión.

En medio de una total impunidad.

El sistema penitenciario está corrompido. Aquí, en la cárcel de Huahuatenango mataron a un reo porque no quiso pagar el dinero que tienen que dar a otros presos para tener atención especial dentro de la cárcel. Y nadie dice nada. El sistema penitenciario necesita una reforma profundísima. Yo trabajo en la pastoral penitenciaria y lo conozco bien. Y a la impunidad hay que añadir que no tenemos cuerpos legales de investigación para los crímenes… La corrupción ha entrado por todas partes. En el fondo, las generaciones jóvenes van creciendo con esta mentalidad de que te asesinen es lo normal en este país, porque estamos acostumbrados desde hace más de 42 años. Estos son los resultados negativos del conflicto armado. Ya dijo san Juan Pablo II que la guerra es una desgracia, y Francisco lo repite continuamente.

De hecho, la Iglesia en Guatemala puso en marcha por este motivo el REHMI, el proyecto de recuperación de la memoria histórica que le costó la vida al obispo Gerardi.

Así es. Vivimos una guerra escondida pero desastrosa, con miles de víctimas. Eso daña a la sociedad y necesita ser curada en lo más profundo del ser colectivo e individual. Por eso empezamos con el proceso de REHMI, pero por esta polarización del país la gente dice que lo que estamos haciendo es revivir heridas. Al final, la razón más profunda es que hay una falta de vivencia de valores éticos, no hablo siquiera de religiosos. Guatemala se define cristiana en un 98 %, pero hay una gran incoherencia en la práctica de los valores. Esto se traslada también a los valores religiosos. Sufrimos una crisis de humanismo, no nos miramos como seres humanos unos a otros. Hay una terrible falta de encuentro, de diálogo, en el que todos nos sentemos para planear una Guatemala diferente.

Ha sido nombrado embajador de la Paz de Guatemala, lideró la oposición al Tratado de Libre Comercio con EE. UU., medió en el conflicto hidroeléctrico en la región de San Mateo Ixtatán… es usted un hombre de ideas claras y diálogo.

Esta semana precisamente iré a la Ciudad de Guatemala para tener un encuentro con las autoridades del Gobierno con las que hemos participado en el acuerdo por la paz y justicia en San Mateo Ixtatán, municipio fronterizo con México asolado por las distintas expresiones del crimen organizado, tales como trata de personas, tránsito ilegal de migrantes, tráfico de drogas y de armas, contrabando y extorsiones. Además, 23 comunidades han apoyado la construcción de un proyecto hidroeléctrico, pero otras se han opuesto violentamente. Estos grupos radicales no quisieron sentarse a dialogar cuando, hace unos meses, pusimos en marcha el acuerdo. Mi labor es coordinar la comisión de verificación de ese acuerdo, que los compromisos del estado, las comunidades y las empresas se cumplan. Solo con diálogo vamos a salir de la problemática nacional con la colaboración de las nuevas autoridades y, sobre todo, de los nuevos jueces y magistrados. Porque no hemos hablado del tema justicia, pero si realmente los vacíos en la administración de justicia siguen dándose, la impunidad va a seguir, la confianza se va a perder y la gente no va a querer dialogar.

Pues no tiene mucha pinta Guatemala de ser un país seguro, como lo ha denominado Trump en su reciente acuerdo migratorio.

¿Cómo vamos a hablar de Guatemala como país seguro si nosotros mismos no estamos seguros, ni podemos asegurar servicios básicos de salud y educación? Además, la negociación de ese acuerdo la hizo unilateralmente el ministro de la Gobernación con EE. UU. y solo vinieron aquí a firmar. Ocurrirá como ha pasado otras veces, será la Iglesia la que saque adelante la tarea del Gobierno. Cuando pasaron las caravanas con miles de personas desde otros países centroamericanos, fueron atendidos en las casas del migrante de la Iglesia.

Cristina Sánchez Aguilar

Fuente: Alfa y Omega