El acuerdo entre el
Vaticano y el régimen comunista chino ha coincidido en el tiempo con un
recrudecimiento de la persecución, lo cual ha confundido a muchos católicos
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Católicos chinos. Foto: AFP |
"Hemos
cedido y aceptado muchos compromisos, incluso acogiendo algunas peticiones
difíciles, ideando resoluciones para luego continuar cediendo a otros compromisos, sin saber cuándo se
superaría el límite que marca la fe": la contundente opinión es de María, una católica del norte
de China que sintetiza así la situación de la Iglesia cuando están a punto de
cumplirse dos años de la firma del acuerdo entre el Vaticano y Pekín, que deberá revisarse o
renovarse en septiembre.
Asia News está realizando una encuestra entre
fieles que viven día a día la fe en un periodo que ha coincidido con un
recrudecimiento de la persecución por parte del régimen comunista de Xi Jinping.
"Por las buenas o por las malas, su objetivo era someternos para que obedezcamos a
sus palabras", continúa María: "La bandera flamea en el
campanario, junto a la cruz, como si quisiera reemplazar la luz de la
cruz". En los últimos tiempos se ha hecho obligatoria la exhibición de la bandera china (que es una
bandera de Partido, con la hoz y el martillo) y del retrato de Xi Jinping.
Se ha prohibido
que haya menores de edad en los templos, para dificultar su formación
cristiana. Y, con el pretexto de la pandemia, los controles se han reforzado con amenazas de
clausura si no se respetan estrictamente todas las normas.
Lo confirma Teresa desde el sureste del país,
donde "el gobierno envía personal a las iglesias para controlar. Algunos se
colocan delante de la entrada, otros se sientan en las filas del fondo y otros
merodean: su objetivo es ver el funcionamiento de la iglesia y sus
actividades... Cuando ven niños pequeños o en edad escolar que quieren
ingresar, sean alumnos de primaria o de niveles superiores, los obligan a
volver a casa, y les impiden permanecer en la parroquia.
Está
estrictamente prohibido organizar cursos de catecismo para menores de edad;
incluso clausurado las aulas: en resumen, ¡hay gran desolación por todo esto!"
Por su parte, Francisco,
un sacerdote del
noreste, ratifica que "luego de la firma del Acuerdo sino-vaticano, las políticas religiosas de
nuestra diócesis no solo no se han flexibilizado, sino que se han vuelto aún
más restrictivas.
Es frecuente que
las autoridades reúnan a los sacerdotes para impartir cursos de formación, y
que empujen a los sacerdotes subterráneos a inscribirse en la Asociación
Patriótica; los arrestan y los conducen a lugares secretos para cambiar su
mentalidad... Antes del Acuerdo, algunas parroquias todavía podían celebrar
misas en las casas de los fieles; en cambio, con el Acuerdo, se han clausurado los lugares de
oración para uso temporal; los fieles que alojan las misas reciben amenazas,
son arrestados y deben pagar multas, y se los obliga a firmar un documento
en el cual prometen que ya no recibirán más sacerdotes. Además, con el Acuerdo,
los obispos de las diócesis subterráneas son arrestados ilegalmente. La Iglesia
y su fe se enfrentan a mayores dificultades".
Pero nunca pierden la fe y la esperanza, como dejan
claro estas palabras de María: "En lo que respecta al Acuerdo, quiero
creer que el Papa quiere luchar por nosotros, para garantizarnos un espacio un
poco mayor. Pero todo esto no les impide querer controlar todo. No sé si la
situación hubiera sido peor sin el Acuerdo. Quizás sí.
Pero hay algo
que es cierto: con el
Acuerdo, la situación no ha mejorado. Nunca pensé que el Papa o que
cualquier otra persona de la Iglesia podría comprender o hacerse cargo de todo
lo que debemos soportar. Pero estoy segura de que con la oración de la Iglesia entera, Jesucristo nos salvará".
Fuente: ReL