Generalmente, en una familia con varios hermanos, los
padres no suelen entender al hijo con vocación religiosa; pero en la familia
segoviana de los Sanz Arribas, lo raro fue la vocación al matrimonio de Justino,
ya que sus seis hermanos mostraron muy pronto la vocación, no sólo a la vida
religiosa, sino a la vida misionera. Una de ellos, Fuencisla, intenta
contagiarnos ─de cara al DOMUND─ el fervor misionero
de su familia. Lee su testimonio...
Queridos
amigos y hermanos en Cristo:
Al llegar
el mes de octubre, mes de las misiones, parece que vibra con más fuerza una
fibra muy sensible que hay en mi corazón. Cuando pienso que después de veinte
siglos, dos tercios de la humanidad aún no han oído el primer anuncio del
evangelio, suena más fuerte en mis oídos y en mi corazón aquellas palabras de
Jesús: "Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos.
Bautícenlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles
a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes..." (Mateo 28,
19-20).
Esta
llamada la sentí muy pronto, al recibir la fe, fortalecida con el ejemplo de
vida cristiana de mis padres y hermanos. Al ver cómo mis cinco hermanos mayores
se habían consagrado a Dios en la vida religiosa y algunos ya habían salido de
la patria como misioneros, sentía que Dios iba confirmando mi vocación religiosa
y misionera. Aunque dicen que el ejemplo arrastra, sin duda la llamada es
individual y la respuesta es libre y personal.
Cuando yo, la más pequeña de mis
hermanos respondí "SÍ" a Dios, entrando en la Congregación de las
Hijas de Jesús, sentí una felicidad que no puedo describir. Me puse en las manos
de Dios y no me arrepiento de haber sido enviada a Filipinas y haber entregado
allí los 18 años de mi vida joven y de haber sido después enviada a Bolivia,
donde llevo 26 años. Yo he sentido en cada uno de los destinos recibidos que
Jesús venía conmigo, y con Él, no hay nada que temer. Veo a mis hermanos y
hermanas felices en los distintos países donde se encuentran trabajando por el
Reino de Dios y le doy gracias por ello.
Este es mi
segundo año en Potosí, una ciudad a más de cuatro mil metros de altura sobre el
nivel del mar, cuyas calles son subidas y bajadas muy pendientes. Es una ciudad
muy bonita, patrimonio cultural y natural de la humanidad. Y lo más bello es que
aquí hay muchos niños y jóvenes. Ahora estamos preparando el tercer Congreso
diocesano de la
Infancia y Adolescencia Misionera, que se llevará a cabo del 16
al 20 de octubre. Este es un evento que se celebra cada cinco años. Vendrán
muchos niños de provincias y participarán en este Congreso más de dos mil niños
de la ciudad y el campo. A nuestra Parroquia, La Santísima
Trinidad , le ha tocado el privilegio de albergar a cien niños.
Estamos llamando a muchas puertas para que nos presten colchones, mantas,
alimentos y otras muchas cosas que vamos a necesitar durante estos días para
hacer sentir bien a estos niños que llegan con ilusión. Por esto, subo y bajo
las calles con alegría, a mis 68 años, pensando en estos niños que son tan
queridos de Jesús. Estoy recibiendo buena respuesta de ayuda de los jóvenes, de
las familias e instituciones educativas de la zona.
Es como si el entusiasmo se
volviese contagioso y nos volviese a todos generosos para salir, pedir, invitar,
organizar todo lo que contribuya a que este Congreso sea una experiencia
misionera que les marque a los niños y adolescentes, tanto de la ciudad como de
las provincias. Sin duda
que vosotros también habéis experimentado la alegría que se siente en esta clase
de actividades cuando ponemos mucho amor a Jesús y a nuestros
hermanos.
Estamos
también organizando más grupos de infancia y adolescencia misionera en las
distintas zonas. Para ello se están dando en la diócesis cursos de formación
para animadores de infancia y adolescencia misionera para que cuando termine el
Congreso estos grupos tomen más fuerza. Hoy hemos tenido un día de formación y
los jóvenes que han participado han vuelto entusiasmados y con ganas de
trabajar.
Os pido
una oración para que todas estas actividades den el fruto que se espera y que
Jesús sea más conocido y amado en todo el mundo. Un abrazo desde Potosí.
Ma.
Fuencisla Elena Sanz.