Después de una larga reflexión y tras comentarlo
con mi director espiritual y con los amigos, decidí tomar como nombre de
bautismo el de Francisco
Pablo
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Foto de referencia |
El día de la
Asunción de Nuestra Señora, en una parroquia de la periferia de Shanghai, fue
bautizado Francisco Pablo
Yang, joven chino de 27 años recién doctorado en Filosofía por la
universidad de Nanking. Trabaja en una célebre editorial de la ciudad.
Francisco Pablo ha compartido su recorrido de fe en Asia News (los
ladillos son de ReL):
Mi búsqueda de
Dios y mi bautismo
Nací en 1993 en una familia normal de Anhui y crecí
en un ambiente ateo.
En los primeros dos años de universidad era totalmente laicista y hedonista, sin grandes aspiraciones, y llevaba
una vida absurda y disoluta.
El 5 de septiembre de 2013, súbitamente y sin ningún preaviso,
como si hubiese sido iluminado, comprendí que no quería seguir viviendo sin
un objetivo específico. Ahora, mirando atrás, comprendo sin ninguna duda que
fue la gracia de Dios la que me invadió.
En búsqueda de la sabiduría
Así que comencé a estudiar filosofía por mi cuenta,
tratando de descubrir qué es la sabiduría. Lo primero con lo que entré en
contacto fue la filosofía
moderna occidental, que sin embargo me pareció fabricada con especulaciones pobres: un
racionalismo abstracto que nada tiene con la vida real.
No era aquello lo que deseaba mi corazón, así que
me encaminé hacia el denominado “conocimiento de la vida”, o sea, la filosofía
china, en particular la filosofía
confuciana. A menudo Dios nos hace recorrer un camino tortuoso para que
podamos realmente sentir omnipresente su Divina Providencia.
Por medio de Santo Tomás de Aquino
Lo que más me apasionó de las filosofías
confucianas fue estudiar a Zhu
Xi (1130-1200), y justo a través de él conocí a Santo Tomás de Aquino y
gracias a este último la Verdad divina y santa de la Iglesia. Además, el
respeto del catolicismo por la tradición y los santos, su profundo compromiso crítico con la
modernidad, el ejemplo de misericordia de los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI... todo estaba en perfecta sintonía con mis
experiencias personales y con lo que había estudiado antes, y me atrajo
intensamente.
Hablando más en profundidad, debo decir que esta
atracción se quedó en lo superficial, era solo una preparación a la gracia de la fe como don de Dios, a la
llamada a convertirme a Él.
Diferencias insalvables
Al principio no lograba entender esto, e intentaba fundir mediante mi esfuerzo la
tradición del catolicismo con la tradición china. Esos intentos me hicieron
sufrir y al final se revelaron vanos. Pese a los puntos comunes entre las dos
tradiciones, hay diferencias
básicas insuperables que, una vez aplicadas a la vida cotidiana, nos
podrían poner en contradicción, generando confusión.
Solamente al final logré entender que lo que me
pedía el Señor no era integrar o fundir estos dos grandes sistemas, sino obedecerle a Él; no obligarme,
según mi voluntad personal, a una transformación total, sino aprender a ser humilde dejando que
sea Dios quien me conduzca por este bosque que es la vida.
A pesar de ello, las dificultades espirituales tienen en cualquier caso un
lado positivo, y probablemente es a lo que el hombre moderno, nacido en otra
tradición, debe enfrentarse cuando se quiere acercar a Dios, como si fuese
un prueba.
Todo es don
En mi vida luego sucedieron algunos acontecimientos
que tienen que ver con la amistad y también con la familia. A través ellos, el
Señor se me reveló aún más: es el conocimiento de este Dios que se anonadó por
amor el que permite al hombre profundizar
en su conocimiento del prójimo, para amarlo, y en el de su pobre yo:
"A ver, ¿quién te hace tan importante? ¿Tienes algo que no hayas
recibido?" (1 Cor 4, 7).
Dios se revela en los contactos y en las relaciones
entre las personas, haciendo así que el hombre construya relaciones en relaciones con Él como
Trinidad.
De Lubac
Luego siguió una larga espera: no me sentía dispuesto y
estaba siempre indeciso y dejé de lado la cuestión. Sin embargo, el Señor puso
de nuevo mi vida en movimiento a través de una persona concreta.
Conocí a un hermano con quien iniciamos un grupo de
lectura en común, donde leímos juntos el libro Catolicismo de Henri de Lubac (1896-1991). Gracias a esta experiencia
adquirí un conocimiento más profundo sobre la comunión en Dios, y tras una serie
de acontecimientos maravillosos, este año recibí finalmente el bautismo en la solemnidad de la
Asunción de María.
¿Por qué Francisco Pablo?
Después de una larga reflexión y tras comentarlo
con mi director espiritual y con los amigos, decidí tomar como nombre de
bautismo el de Francisco
Pablo.
San Francisco de Asís es el fundador de la orden franciscana.
Guardo un sentimiento especial hacia la orden franciscana. Cuando leí San Francisco de Asís de G.K. Chesterton, su carisma me
conmovió profundamente. Si bien fue Santo Tomás de Aquino quien me hizo entrar
en contacto con la verdad del catolicismo, mi teólogo preferido es el
franciscano San Buenaventura.
Además, la pobreza espiritual de la orden franciscana es el
carisma al que aspiro en mi vida cotidiana: es necesario que el hombre se vacíe
para que el Espíritu Santo pueda entrar en nosotros.
Por otro lado, en cuanto hombre moderno, a través del
Medievo quisiera llegar directamente a la época de los Apóstoles, viviendo en
esta tradición viva. Por eso elegí Pablo como segundo nombre. Por mi
temperamento, quizás estoy más cerca de Juan, pero el estilo apasionado de Pablo desempeña una función complementaria.
De todos modos, ruego para que la pasión misionera de Paolo
me encienda y me ayude a proclamar el Evangelio de Cristo en tierra china,
según mis posibilidades. ¡Para la gloria eterna del Señor!
Fuente: ReL