Para Rafael Santos, director de la publicación de OMP, «que una revista que se ha hecho para que cale lo misionero en España cumpla 100 años es un mensaje muy bonito»
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¿Qué ocurrió
aquel 31 de enero de 1923? ¿Cómo surgió la revista?
El comienzo tuvo que ver con la creación, aquel año, del boletín de la Unión Misional del Clero, que era como se llamaba entonces la Pontificia Unión Misional. La idea era que a través de ese boletín se fuera consiguiendo que todos los sacerdotes vibraran con la misión y la trasmitieran a los fieles en las parroquias, y se fuera creando un ambiente misionero en España. Ese fue el propósito inicial.
Luego esto fue evolucionando a la vez que la Pontificia Unión Misional y el
objetivo pasó a ser el conseguir que la revista sirviera para la formación
misionera, y que ofreciera también ideas de animación misionera para todos los
agentes de pastoral, no solo para los sacerdotes.
¿Y se han
conseguido esos objetivos? ¿La gente ha vibrado?
Yo creo que sí.
Hay una cosa de Iluminare que a mí particularmente me resulta muy
simpática: Es una revista bastante invisible. Me explico. Se utiliza mucho, en
montones de parroquias. Muchas veces, por ejemplo, hasta las peticiones de la
Misa en las jornada misioneras se utilizan las que aparecen en el guion
de Iluminare. Pero todo eso queda un poco invisible, porque realmente lo
importante no es el medio que se utiliza sino el trasfondo. Y ese trasfondo sí
que veo que ha calado.
En 1923 no estaba
tan claro como lo tenemos ahora que la misión es algo para todos los
bautizados. Antes, parecía que había algunos que eran la punta de lanza y los
demás, simplemente, les secundábamos desde un segundo plano. Ahora está claro,
como recalca el Papa a menudo, que todos somos misión. Esa idea de tomarlo en
primera persona ha ido grabándose en la gente y, de alguna manera, la revista
ha contribuido a ello. Aunque, como digo, de una forma invisible. Es como una
especie de corriente subterránea.
¿Cuándo se le cambió
el nombre a la revista por el actual?
En 1927, a los
cuatro años de arrancar. Empezó llamándose Boletín de la Unión Misional del
Clero en España. A partir de ese año, se cambió el nombre por el
de Iluminare coincidiendo con un cambio de sede de la revista. La
idea fue el mismo sentido del título: La misión es ofrecer una luz precisamente
donde se vive la oscuridad de la falta de sentido, de la falta de medios, de
horizonte, y ahí está el Señor y el Evangelio encendiendo una luz. A nosotros
nos corresponde transmitir eso y aportar la parte que nos pueda corresponder a
cada uno en hacer que esa luz llegue a todo el mundo.
¿Son 100 años
ininterrumpidos? Los avatares en la historia de España en todo ese tiempo han
sido muchos…
Sí, 100
años ininterrumpidos. Lo que sí ha ido variando es la periodicidad. Al
principio era más irregular. Desde lo años 70 ya se fue fijando la periodicidad
que conocemos ahora, de los tres números anuales. Se publica un número para
enero, para la Jornada de Infancia Misionera; otro para abril, que es la
Jornada de Vocaciones Nativas; y el tercero, en octubre, que es el más conocido
porque es el DOMUND. Antes de los 70 se sacaba un número cuando se podía, pero
la revista nunca se ha dejado de publicar, ni siquiera durante la etapa de la
Guerra Civil.
¿Cuántos años
lleva como director?
Desde 2013,
aunque en la revista empecé trabajando cinco años antes en la parte de
preparación de textos. Aquel año, Anastasio Gil –anterior director nacional de
las Obras Misionales Pontificias (OMP)– se dio cuenta de que la llegada del
Papa Francisco era una buena ocasión para intentar actualizar la revista. Y me
nombró director.
¿En qué
consistió esa actualización? ¿Cambio de diseño?
Más que hacer
un cambio radical de la revista, lo que hicimos fue ir rejuveneciendo el
aspecto de la revista, sin hacer un cambio radical o nuevo diseño. Intentamos
dar un aire un poco más atractivo desde el punto de vista visual. En cuanto a
los contenidos, la propuesta fue darle protagonismo a las iglesias locales. Es
decir, que se viera muy claro en la revista que el principal sujeto y agente de
la misión es cada diócesis. Que la animación misionera hay que experimentarla
en la diócesis, con el obispo al frente alentando, y todas las comunidades
formando una piña para sacar adelante la misión.
¿Qué destacaría
de todos estos años al frente de la publicación?
Lo providencial
que es. Cada dificultad que surge viene acompañada de una solución como caída
del cielo. Es algo que ayuda, que es bonito y no deja de ser una manifestación,
entre tantas otras, de que nosotros estamos participando en algo que no es
nuestro. El jefe de la oficina es el Espíritu Santo.
¿Cuántos
ejemplares tira el Espíritu Santo?
Unos 20.000 de
media. Digo la media porque hay tres números al año, pero para el del DOMUND se
hacen más ejemplares y para los otros dos se hacen menos.
Un centenario
es un buen momento para hacer balance
Creo que una
empresa que se ha hecho con ese propósito de que cale lo misionero, de que
todos nos sintamos responsables de la misión, pues que eso lleve 100 años de
camino, la verdad es que es un mensaje muy bonito. Es como ir pasándose el
testigo unos a otros. 100 años ayudan a descubrir que todos tenemos algo que
aportar pero que esto es algo mucho más grande que todos nosotros.
¿Lo van a
celebrar de alguna forma especial?
Estaría muy
bien que en este año de nuestro centenario pudiéramos hacer una nueva
actualización de la revista, en la parte del diseño, del enfoque, o en ambas.
Esto de adaptarse es muy propio de la misión, que es siempre la misma pero que
en cada momento hay que anunciarla de acuerdo al momento que se está viviendo.
José Calderero
de Aldecoa
Fuente: Alfa y
Omega