Ellas optaron por contagiar esperanza en medio de un desastre. Su testimonio
trasciende la muerte y vence la enfermedad
Ellas murieron al optar por atender a los contagiados con el virus Ébola, que en
tres meses causó la muerte de 244 personas en Zaire (hoy República democrática
del Congo) en 1995.
Fue una opción de entrega hasta las últimas consecuencias de seis religiosas misioneras ‘Hermanas de los Pobres’, cuatro provenientes de Bérgamo (Italia) y dos llegadas desde Brescia (Italia).
Fue una opción de entrega hasta las últimas consecuencias de seis religiosas misioneras ‘Hermanas de los Pobres’, cuatro provenientes de Bérgamo (Italia) y dos llegadas desde Brescia (Italia).
Causa de beatificación
Eran enfermeras así es que sabían lo que significaba permanecer en el lugar, sin
recursos para el auto cuidado, en contacto directo con el Ébola. Pero aquél año
1995 en el abandonado hospital de Kikwit, sus manos eran imprescindibles para
atender a los enfermos, a la par de sembrar esperanza en sus almas… Por años su
sacrificio permaneció sin ser conocido, hasta que el 25 de enero de este año
concluyó el proceso diocesano que busca la beatificación para Clarangela
Ghilardi, Floralba Rondi, Vitarosa Zorza, Annelvira Ossoli, Dinarosa Beller y
Danielangela Lotes.
El principio de la infección
El trayecto de su historia nos lleva a hechos que ocurrieron hace 19 años, con impresiones y
eventos muy similares a los que suceden en África por estos días. Comenzó el 15 de marzo del '95, cuando un hombre llegó a su casa regresando del trabajo, febril, en un pueblo no muy lejos de la ciudad de Kikwit (Zaire). Murió tras permanecer 10 días postrado, con hemorragias. Lo siguió poco después su hijo, luego su hermano y otros miembros de la familia. Era el comienzo de una epidemia que puso de espaldas a la pared a toda la ciudad. Pero donde no se había visto nunca un testimonio de caridad y amor como el de estas seis hermanas, Hermanas de los Pobres, “revestidas de los pobres”, como decía el beato Luigi Maria Palazzolo, fundador de la orden.
Son las propias hermanas de la congregación quienes nos entregan una imagen de cómo se propagó el Ébola: "El primer paciente sospechoso (de contagio) llegó a principios de abril de 1995", recuerda la hermana Nathalie, congolesa, quien en ese momento estaba en el hospital con la fallecida hermana Floralba, la cual prestaba servicio en la sala de operaciones. "El hombre venía de otro hospital. Tenía un vientre hinchado. Recuerdo que cuando lo vi, algo dentro de mí me dijo que no lo tocara, que no me acercara", reconoce sincera la hermana Nathalie… para agregar que esa no fue precisamente la conducta que tuvieron las seis que se abocarían al cuidado de las víctimas por Ébola.
El principio de la infección
El trayecto de su historia nos lleva a hechos que ocurrieron hace 19 años, con impresiones y
eventos muy similares a los que suceden en África por estos días. Comenzó el 15 de marzo del '95, cuando un hombre llegó a su casa regresando del trabajo, febril, en un pueblo no muy lejos de la ciudad de Kikwit (Zaire). Murió tras permanecer 10 días postrado, con hemorragias. Lo siguió poco después su hijo, luego su hermano y otros miembros de la familia. Era el comienzo de una epidemia que puso de espaldas a la pared a toda la ciudad. Pero donde no se había visto nunca un testimonio de caridad y amor como el de estas seis hermanas, Hermanas de los Pobres, “revestidas de los pobres”, como decía el beato Luigi Maria Palazzolo, fundador de la orden.
Son las propias hermanas de la congregación quienes nos entregan una imagen de cómo se propagó el Ébola: "El primer paciente sospechoso (de contagio) llegó a principios de abril de 1995", recuerda la hermana Nathalie, congolesa, quien en ese momento estaba en el hospital con la fallecida hermana Floralba, la cual prestaba servicio en la sala de operaciones. "El hombre venía de otro hospital. Tenía un vientre hinchado. Recuerdo que cuando lo vi, algo dentro de mí me dijo que no lo tocara, que no me acercara", reconoce sincera la hermana Nathalie… para agregar que esa no fue precisamente la conducta que tuvieron las seis que se abocarían al cuidado de las víctimas por Ébola.
El fax a la madre
general
Un artículo
publicado el mes de abril en la revista italiana Credere contiene el
fax escrito por las seis hermanas a su madre general en Italia en plena
emergencia general y permite comprender la gran fe que las animaba a permanecer
junto a sus enfermos...
"Querida madre general, entendemos su inquietud, pero estamos totalmente en las manos de Dios. No es posible la evacuación. Sabemos que será duro para usted como para nosotras aceptar esta separación de las Hermanas. Pero las experiencias de dolor que han atravesado la vida de nuestra congregación parecen continuar: la situación es bastante dramática, especialmente en el interior. Pero hay que mantener la calma. En Kinshasa no hay brotes y todos los caminos están bloqueados hacia el interior. Incluso las hermanas de Kisangani están aisladas en su casa sin contacto… La hermana Daniela y la hermana Dina no están muy bien. Las otras hermanas de la comunidad le envían saludos y le expresan gratitud. Las comunicaciones son difíciles. Con afecto le abrazamos. Nos mantenemos en la decisión de permanecer para ayudar a frenar la epidemia".
La hermana Floralba fue la primera en infectarse, mientras asistía a un paciente… murió el 25 de abril. Una tras otra enfermaron las otras misioneras; la hermana Vitarosa fue la última en fallecer el 28 de mayo, después de haber asistido a sus hermanas en el lecho de muerte.
El verdadero contagio fue dar esperanza
"No hay amor más grande que dar la vida como Cristo", dijo de ellas el obispo de Bérgamo, monseñor Francesco Beschi al concluir a comienzos de este año el proceso diocesano de beatificación. "En estas seis vidas vemos el entusiasmo y la pasión del consagrarse en las misiones hasta la donación total". Tenían excelentes habilidades de enfermería, "pero su experiencia más grande fue la capacidad de convertir un hospital en un lugar de esperanza. Esto fue lo que ellas contagiaron con más fuerza que la enfermedad. La caridad para con los pobres era su regla de vida".
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"Querida madre general, entendemos su inquietud, pero estamos totalmente en las manos de Dios. No es posible la evacuación. Sabemos que será duro para usted como para nosotras aceptar esta separación de las Hermanas. Pero las experiencias de dolor que han atravesado la vida de nuestra congregación parecen continuar: la situación es bastante dramática, especialmente en el interior. Pero hay que mantener la calma. En Kinshasa no hay brotes y todos los caminos están bloqueados hacia el interior. Incluso las hermanas de Kisangani están aisladas en su casa sin contacto… La hermana Daniela y la hermana Dina no están muy bien. Las otras hermanas de la comunidad le envían saludos y le expresan gratitud. Las comunicaciones son difíciles. Con afecto le abrazamos. Nos mantenemos en la decisión de permanecer para ayudar a frenar la epidemia".
La hermana Floralba fue la primera en infectarse, mientras asistía a un paciente… murió el 25 de abril. Una tras otra enfermaron las otras misioneras; la hermana Vitarosa fue la última en fallecer el 28 de mayo, después de haber asistido a sus hermanas en el lecho de muerte.
El verdadero contagio fue dar esperanza
"No hay amor más grande que dar la vida como Cristo", dijo de ellas el obispo de Bérgamo, monseñor Francesco Beschi al concluir a comienzos de este año el proceso diocesano de beatificación. "En estas seis vidas vemos el entusiasmo y la pasión del consagrarse en las misiones hasta la donación total". Tenían excelentes habilidades de enfermería, "pero su experiencia más grande fue la capacidad de convertir un hospital en un lugar de esperanza. Esto fue lo que ellas contagiaron con más fuerza que la enfermedad. La caridad para con los pobres era su regla de vida".
Fuente: Potaluz