El padre José Luis Garayoa afirma que si
enferma de ébola le gustaría «morir en España», pero «si eso va a generar un
drama nacional» prefiere que le entierren en Sierra Leona
El padre José Luis Garayoa lleva más de
diez años en Sierra Leona y media vida fuera de España sirviendo a los demás.
Misionero de la orden de los agustinos recoletos, este sacerdote de 62 años
mira con asombro el debate que se ha generado en España sobre si era necesario
repatriar a sus colegas y amigos, Miguel Pajares y Manuel García Viejo, que
fallecieron víctimas del virus del ébola.
"Grandpa" --como le llaman los niños de las más de 200 aldeas que visita a diario en la localidad de Kamorai, al norte del país-- es un testigo directo de los devastadores efectos de esta enfermedad, que se ha cobrado hasta el momento la vida de más de 3.000 personas en el continente africano.
-¿El ébola ha cambiando en algo su vida
allí?
-El ébola es un invitado más a la fiesta
de cumpleaños. No es nada comparado con todas las enfermedades que hay aquí.
Fiebre tifoidea, cólera, malnutrición y tuberculosis. Yo he pasado por 21
brotes de malaria. Aquí cuatro de cada diez niños mueren antes de cumplir los
cinco años. Lo que pasa es que el ébola ahora ha llegado a España. Esa es la
única diferencia.
-¿Toma alguna medida de precaución para
evitar el contagio?
-Tenemos mucha más precaución, pero yo no
pido a la gente que no se me acerque. Para estar encerrado y aislado prefiero
volverme a Pamplona. Tampoco soy un kamikaze, amo la vida pero tengo que ser un
poquito coherente. Toda mi vida me la he pasado pidiendo a la gente que se me
acerque y ahora no voy a cambiar. Simplemente intento no tocar lo que no tengo
que tocar. La misma gente te dice que no te acerques cuando corres peligro, te
protegen.
-¿Acompaña a familias contagiadas con
ébola?
-Hemos tenido 21 enfermos. Ahora tenemos
dos familias aisladas. Les llevamos comida y les buscamos sitios en los
hospitales para que no tengan que vomitar en el suelo. Uno de ellos estaba muy
mal y entonces llamé a la ambulancia pero murió un día antes de que llegara. La
familia durmió esa noche con el cadáver. Es necesario que la comunidad internacional
tome las medidas necesarias de acuerdo al drama que estamos viviendo.
-Algunos expertos señalaron que no había
que repatriar a los misioneros porque era un riesgo para salud pública ¿Usted
qué opina?
-Me da pena. Ya hubo problemas cuando repatriaron
a Miguel Pajares porque a sus compañeros los dejaron allí y murieron. Pero mire
usted, luego la hermana Catherine fue para allá para donar sangre, junto a la
hermana Paciencia. La misma religiosa que España no quiso recibir. Los
misioneros no queremos crear una polémica nacional. El ébola nos está haciendo
terriblemente egoístas. El miedo además asfixia el corazón humano. Eso es lo
más terrible. Vivir como islas nos mata. Hay que ver al otro como un hermano y
no como un infierno.
-¿Tiene miedo a contraer el ébola?
-¿Si tengo miedo? Mucho, pero no quiero
vivir encerrado en una habitación por miedo. Mi sobrina siempre me dice que
cuando vaya a España habrá gente que no quiera darme la mano por el lugar de
donde vengo. Pero para mí el tesoro es que haya gente que me quiera y nunca ver
a los demás como una amenaza.
-Le gustaría que le trajeran a España si
enferma?
-Yo creo que sí. Los toros en las plazas
van a morir a las tablas. Yo amo el Osasuna, el pacharán y presumo de España
donde he estado por eso me gustaría morir cerca de los míos, pero si eso va a
generar un drama nacional no me importa que me entierren aquí. ¿A quién no le
gusta morir donde ha sido parido? No hay que buscar culpables con la repatriación
de Pajares y García Viejo sino aprender de la experiencia. Hay que vivir
intentando que el otro nos duela.
Fuente: ABC