Sendero
Luminoso lo quería muerto, pero Dios tenía otros planes para él. El P. Jarek
Wysoczanki hoy vive para contar su historia y la de sus hermanos de misión: Los
mártires Zbignew Strzalkowski (33), y Michele Tomaszek (31), de la Orden de los
Hermanos Menores Conventuales, asesinados por los terroristas comunistas que
dejaron muerte y destrucción en todo el país en las décadas de 1980 y 1990.
El pasado 3 de febrero el Papa Francisco aprobó el decreto que reconoce el martirio de ambos sacerdotes, asesinados en 1991, y de otro misionero italiano. Ese mismo día el Santo Padre aprobó el martirio también de Mons. Oscar Romero, Arzobispo de San Salvador.
“¡Estoy feliz! Como fraile
franciscano, esta noticia simboliza que estamos en esta gran familia de grandes
mártires, beatificados, canonizados y anónimos. Me encanta que Miguel y Zbigneo
estén al lado de tantos mártires que dieron la vida por Jesús, por estar al
lado de los pobres. Es un gesto simbólico, es decir, unidos por tantos que
lucharon por la justicia y por estar al lado de los pobres”, explicó el P.
Jarek en declaraciones a ACI Prensa.
Este
franciscano de 54 años de edad, que actualmente vive en Roma, dirigía la misión
pastoral de los frailes polacos en Perú, y perteneció al grupo que servía en
Pariacoto, la localidad andina en donde los religiosos fueron asesinados.
Cuando llegaron allí encontraron la pobreza extrema y se organizaron para asistir
pastoralmente a las familias.
La
zona sufría una grave epidemia de cólera y una grave sequía. En ese contexto,
Sendero Luminoso sembraba el terror entre la población: “sabíamos que Sendero
Luminoso estaba presente en Pariacoto, en la zona habían habido otros atentados
contra nuestra misión y acompañábamos a los familiares de los asesinados por
Sendero”.
“Pero
nunca pensamos que nos pudieran atacar, porque nunca abríamos un discurso
político. No criticábamos, eso no nos interesaba, nuestro objetivo era ayudar”,
señala el misionero polaco.
Con la llegada de los misioneros,
comenzaron a desarrollarse proyectos sociales en colaboración con otras
organizaciones del Perú, lo que enfureció más a Sendero Luminoso. El 9 de
agosto de 1991, después de celebrar Misa, Michele y Zbignew sufrieron una
emboscada, fueron secuestrados y finalmente ejecutados.
“Con
el asesinato de mis hermanos misioneros, Sendero demostró el odio contra la
Iglesia Católica en general, que estaba al lado de los pobres”, recuerda.
El
P. Jarek también estaba bajo la mira de los terroristas, pero Dios quiso que
esos días no estuviese en Perú. “Hacía tres años que estábamos de misión y
tocaba un tiempo de reposo en casa... Yo pensaba volver el último a Polonia,
pero mi hermana me pidió ir antes para bendecir su matrimonio. De no ser así,
yo no estaría hoy para contarlo”, explica.
El
martirió de sus compañeros tuvo lugar dos semanas antes de terminar sus
vacaciones, durante las cuales el mismo Papa Juan Pablo II lo reconfortó
personalmente junto a los familiares de Michele y Zbignew. El Pontífice había
viajado a Polonia con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud.
“Me
parece que Sendero Luminoso quería aprovechar la presencia del Papa en Polonia,
sabía que matando a los sacerdotes polacos la noticia se difundiría más rápido.
Además, Abimael Guzmán tenía odio a Juan Pablo II, porque para él era el
símbolo del capitalismo, era el enemigo, y lo odiaban”, relata.
Ellos “me cuidan” desde el cielo
Aunque
nunca es fácil perder a unos amigos tan especiales, el P. Jarek señala que no
le entristece su recuerdo, y cada día siente que Miguel y Zbigneo lo cuidan
desde el Cielo.
“Siento
que después de su muerte, ellos me dejaron dos fuertes mensajes. Tengo el
sentimiento y el convencimiento de que ellos me cuidan, no solo a mí, sino a
las personas que conozco”.
“He
vivido en África y en muchas otras partes del mundo, y yo siento que ellos
siempre están a mi lado. Además, me invitan, me empujan a ser bueno, a ser como
ellos fueron. A ser santo, pero una santidad en el sentido de abrazar el
Evangelio, de estar al lado de las personas. En el sentido de acompañar de
manera muy sencilla con lo poco que uno tiene”, asegura.
Para
el P. Jarek, el mundo campesino peruano es sencillo. Un pueblo tierno y
acostumbrado al trabajo duro, que siempre le repetirá que Michele y Zbignew
(Miguel y Zbigneo) “eran buenos”.
“Esta
frase a primera vista puede parecer superficial, pero cuando uno comienza a
pensar y a sentir lo que significa, se da cuenta de que es una hermosura,
porque expresa que Dios es bueno. Ellos transmitieron y grabaron en el corazón
de la gente que existen personas buenas, igual que Dios es bueno, y cada día
siento con más fuerza que no hay nada mejor que estar con la gente de manera
sencilla como buenos”, afirma.
Según
explica, el P. Zbignew tenía un amor extraordinario por los enfermos, a quienes
visitaba de manera muy discreta; y un sentido muy práctico de cómo alcanzar un
nivel de desarrollo social y cooperativo. Organizaba granjas agrícolas y tenía
una especial sensibilidad social.
Por
su parte, el P. Miguel era un hombre sencillo, atento, cercano a las familias,
de los jóvenes y de los niños, creaba profundo vínculos de amistad y fue
director espiritual de muchos.
El
pueblo de Pariacoto nunca olvidará el funeral de sus mártires, donde no solo
hubo llantos, sino también cantos alegres. Los niños cantaron todas las
canciones que el Hermano Miguel les enseñó, y el P. Jarek asegura que parecía
que se despidieran de su papá “que los quería mucho y los dejaba huérfanos”.
Después
del martirio, el P. Jarek volvió al Perú, y siguió trabajando junto a la
Iglesia en la ciudad de Lima por siete años más. Actualmente es Secretario
General de Animación Misionera de los franciscanos conventuales.
Fuente: EWTN Noticias/ACI Prensa