La hermana Caridad Paramunyadil tiene 67 años y desde hace 46
pertenece a la Congregación de las Adoratrices, Esclavas del Santísimo y la
Caridad. Según cuenta a ACI Prensa
ella se considera “una misionera en su propio país”.
“Nací
en el sur de la India, en Kerala, allí somos cristianos desde el tiempo de
Santo Tomás como en España desde Santiago. Muchos religiosos somos del Sur,
somos misioneros en nuestro país, especialmente en el Norte.
Según
explica a ACI Prensa la Hermana, la sociedad de la India es “machista e
hipócrita porque si no hubiera hombres que piden favores sexuales no habría
prostitutas. Una vez que se aprovechan de ellas las abandonan ya no quieren
saber nada de ellas, esto hace que estas mujeres se sientan peor que la basura
porque nadie quiere ayudarlas, son peor que los intocables”, asegura.
Esa
falta de autoestima, la pérdida de la confianza en ellas mismas hace que a las
religiosas adoratrices les cueste mucho convencer a estas mujeres de que pueden
salir de la situación en la que viven y comenzar de nuevo su vida. “A la vez que les enseñamos a coser
también hacemos talleres de formación para que aprendan a pensar en positivo y
recuperen su confianza y su dignidad como mujer”, cuenta la hermana.
Y es
que en el poblado de Siliguri según datos oficiales existen unas mil jóvenes
que se dedican a la prostitución, aunque la Hermana Caridad afirma que el
número real es mucho mayor.
Mujeres
que ayudan a otras mujeres
La
cultura de la India hace que la mujer esté subordinada al hombre, también
influye en que para el hinduismo la mujer es una reencarnación inferior al
hombre, por lo que ésta termina siendo un objeto sobre el que tiene derecho y
al que debe someter.
A la
hermana Caridad esto no le parece un obstáculo. “Siempre me digo a mi misma ‘yo
soy una mujer de la India y ellas también son mujeres en la India’, ellas no se
dedican a la prostitución porque quieren sino porque han sido víctimas del
tráfico de personas, han sido vendidas, engañadas. Estoy convencida de que Dios
me ha protegido de vivir una situación similar para que pueda ayudarlas, para
ser un instrumento que las saque a ellas de esa situación”, concluye.
La
Hermana Caridad explica que visitan esos barrios acompañados por otras mujeres
que las ayudan y así pasan casa por casa y precisa.
“Solemos
alquilar cerca un local para que ellas puedan ir allí, y les invitamos a que
nos envíen a sus hijas a nuestros centros porque aprendiendo habilidades como
corte y confección se evita que ellas sigan el camino de sus madres. Solo
pretendemos enseñarles algo que no saben y que sea otro medio de ganarse la
vida”.
Aunque
no todo es tan sencillo porque pocos quieren alquilar un local sabiendo que
será utilizado por prostitutas, sin embargo la Hermana asegura que “las mujeres
son fuertes y luchadoras y finalmente siempre lo conseguimos”.
Una
máquina de coser y utensilios de belleza
En
ocasiones las hijas de las prostitutas consiguen salir del círculo del tráfico
de personas y rehacer su vida. Y en ocasiones excepcionales encuentran un
trabajo e incluso se casan, pero al no tener ningún familiar al que recurrir
para la dote, las Hermanas Adoratrices son las que les ayudan a conseguirlo.
“Cuando
una de nuestras chicas se casa, nosotras le regalamos dos cosas: Una máquina de
coser y utensilios de belleza”, explica la religiosa. El primer regalo pretende
ayudar a que ellas mantengan una independencia económica suficiente para no
verse nunca obligadas a recurrir a la prostitución, mientras que los utensilios
de belleza responden a una doble ayuda.
“En
la India las mujeres cuando se casan se maquillan y arreglan mucho y eso cuesta
mucho dinero. Hay salones de belleza carísimos, pero la gente pobre no puede
permitírselo, por eso nosotras les enseñamos todo lo necesario y así las chicas
maquillan a las novias por un precio más económico. Unas ahorran un dinero y
las otras, que no pueden poner un salón de belleza, también ganan un dinero que
de otra manera no tendrían”, asegura.
Y es
que cuando una chica llega a los centros de las Adoratrices y comienza
seriamente su formación las religiosas le abren una cuenta corriente en un
banco para que puedan tener ahorros que les permitan vivir en el futuro y no
caer en la prostitución. “Ellas se sienten especialmente orgullosas cuando
reciben su sueldo. Una vez, cuando una de ella recibió el dinero comenzó a
llorar y dijo: ‘Hermana, es el primer dinero que he ganado de manera digna. No
vendiendo mi cuerpo sino trabajando con mis manos”.
Fuente: ACI/EWTN Noticias