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3 de abril de 2019

LA ORACIÓN HACE EL MILAGRO DE LA ALEGRÍA EN LA MISIÓN

Conoce la maravillosa misión del joven cura Rafael Ramírez Salazar en Myanmar

Facebook-Juventud Columbana Misionera
Chileno y de la ciudad de Temuco. Alto, moreno, con barba muy tupida y de risa fácil. Sus ojos se iluminan cuando habla de la misión que hace en Myanmar desde hace dos. Es el padre Rafael Ramírez, sacerdote Columbano.


“Descubrí la misión y el carisma de los Padres Columbanos cuando estaba de vacaciones con unos amigos del Hogar de Cristo en Puerto Saavedra. Estaba con una amiga haciendo algunas compras y ella vio a dos misioneras que conocía y que se bajaban de un bus. Ahí fue la primera vez que me encontré con los misioneros columbanos. Estas misioneras eran de Fidji y trabajaban misionando en Isla Huapi con las comunidades mapuches”, cuenta emocionado el sacerdote.
 
Ese encuentro lo impactó de tal manera que empezó a buscar información de los Padres Columbanos. Quería conocerlos y saber más de ellos.

Las dos misioneras a quien conoció, y saber que venían de un lugar tan lejano como Fidji a acompañar a las comunidades, fueron la respuesta a esa inquietud que no sabía de dónde venía. “Ahí me dije: esto es lo que quiero para mi vida”.

Dejó sus estudios de informática e ingresó al seminario. Por su formación había estado en Perú y después en Estados Unidos por su comunidad y posteriormente en Corea del Sur como su primera asignación misionera.

“Llegar a Myanmar fue un cambio radical. Un país budista con gran cantidad de templos antiguos, y encontrarme con esta cultura era lo que yo imaginaba que sería cuando uno va a misionar, estamos en la frontera. Cuando llegué a Myanmar, pensaba que había tocado la pobreza y las necesidades de la gente”, este el único momento donde el padre Ramírez deja de sonreír.

“Cómo viven y cómo ha vivido este pueblo debido a la gran opresión política, por una dictadura militar, uno no lo imagina hasta que llega ahí. Ese país se detuvo culturalmente, espiritualmente y económicamente. Ahora recién se están conectando con el mundo…”.

“Familias enteras viven en la calle. Los jóvenes llegan del campo a la ciudad y viven en un departamento de dos habitaciones 10 o 15 personas… creo que no es muy diferente a lo que pasa con algunos migrantes al llegar a Chile”.

El padre Ramírez cuenta que como sacerdotes tienen problemas para misionar. No pueden tener visa como religiosos, es por eso que con el apoyo de algunas familias se les contrata y así pueden tener la visa.

 “Actualmente estoy de capellán en un hogar de niños y niñas huérfanos o cuyos padres se encuentran privados de libertad. Aquí trabajamos junto a cuatro hermanas columbanas y jóvenes voluntarios que hacen de hermanos mayores”.

El sacerdote chileno continúa relatando alegremente su trabajo en Myanmar que ya se extiende por dos años “trabajar con los niños es una inmensa alegría. Se sorprenden con todo y uno ve que a pesar de no estar con sus padres son felices. Asisten a la escuela, juegan, comparten; hacen una vida de niños”.

Ante la pregunta de qué es lo que necesita, el Padre Ramírez me mira y dice: “sus oraciones; usted no sabe cómo se siente la fuerza de la oración cuando uno se encuentra fuera misionando. Gracias a la oración de muchos, se hace el milagro de estar contento y de poder enfrentar todos los desafíos que tiene la misión”.

Macarena Gayangos 

Fuente: Aleteia