Francisco
Reyes nació en Málaga hace 49 años. A los 18 decidió hacer Hermano Misionero de
la Consolata. Dentro de su camino de formación estudió medicina. Su
primer destino a misiones fue Gambo (Etiopía) y allí continúa después de 24
años. «No cambiaría nada de mi vida», afirma. Ésta es parte de la
entrevista publicada por el Boletín diocesano de Málaga en la reciente visita
que hizo a España para pasar unos meses de merecido descanso.
-¿Por qué decidiste ser hermano
Misionero de la Consolata con sólo 18 años...?
-Ser Misionero de la
Consolata es una de las pocas decisiones que he tomado
en mi vida. Desde entonces el Señor me va llevando, y yo estoy contento
dejándome guiar. En el noviciado mis superiores me propusieron estudiar
Medicina. Al terminar, fui enviado a Etiopía para sacar adelante un
hospital, inaugurado hacía pocos años, que se encuentra a 2.200
metros de altura, en una zona de bosque y montañas difícilmente
comunicado. En la actualidad tiene 270 empleados. [El hospital de
Gambo cuenta con bastantes voluntarios españoles y una web muy detallada en
español: www.gambohospital.org]
-¿Cuál es tu misión en
Gambo?
-Fundamentalmente mantener, sostener y cuidar de este servicio
sanitario cuyo principal objetivo es atender a personas afectadas de lepra y
cubrir las necesidades sanitarias de una zona muy aislada, de agricultura de
subsistencia. Nos corresponde una población de 500.000 personas, aunque nos
llegan personas de un radio de 100 kilómetros.
»El principal reto es
obtener recursos de toda clase: medicinas (difíciles de conseguir por el sistema
de distribución que existe en Etiopía), personal cualificado y recursos
financieros.
»En veinte años hemos logrado incluso premios por la
atención al embarazo; también tenemos un buen cuidado de niños quemados, de
pacientes con lepra, a cuyos afectados conseguimos dar rehabilitación...
»Además, hemos conseguido formar a unas cincuenta personas en
enfermería, técnico de laboratorio y farmacia. Por otra parte en el mismo
hospital realizamos cada año un Máster en Medicina Tropical y Salud
Internacional, algo orientado a médicos europeos y que tan necesario se está
haciendo.
-¿Hay
rostros que te hayan marcado especialmente?
Siempre te conmueve la
persona con lepra que consigue rehabilitarse y te da un abrazo, o el niño con
meningitis que consigue salir adelante y acaba caminando y sonriendo. También es
triste ver a personas jóvenes con cardiopatías graves, cuyo corazón sabes que va
a fallar, y te falla en las manos. Pero al mismo tiempo, la cercanía e
intimidad que puede dar el tratar la enfermedad de una persona es un
canal para acercarse a la intimidad, es un lugar para explorar el amor y
la misericordia de Dios.
-¿Qué implica para ti ser
misionero y médico a la vez?
-Es una jornada que nos tiene que
recordar que todos somos misioneros. Pero no es cosa de un día,
ni la misión es cosa solo de curas. Un cristiano no puede pensar solo hacia
dentro de su ambiente, sin estar en comunión con todas las personas, sin
transmitir el Evangelio. La Buena Noticia también es más necesitada
donde hay peores noticias, por eso creo que es necesario que haya un
tiempo para recordarlo y tratar de ayudar a gente que está en zonas de
fronteras: de fe, de humanidad, por causa de la violencia, de la pobreza, de la
injusticia...
El ámbito de la salud es una oportunidad genial para
transmitir buenas noticias, no solo con palabras, sino ayudando a las
personas a recuperar la ganas de vivir y ofrecerles las posibilidades
para hacerlo.
Fuente: Diócesis de Málaga/ReL