Ayer por la tarde, en el marco de la Asamblea Nacional de las Obras
Misionales Pontificias, que reúne a los responsables de la animación misionera
en España, tuvo lugar la intervención de Ryszard Szmydki, secretario general de
la Obra de la Propagación de la Fe. Como religioso – es oblato de María
Inmaculada – y como responsable de la institución eclesial más importante de
animación y cooperación misionera, el padre Szmydki pronunció la conferencia “La
vida consagrada al servicio de la misión”.
Articulada
en pasado, que hay que mirar con gratitud, presente, que hay que vivir con
pasión, y futuro, que hay que abrazar con esperanza, el secretario mundial del
“DOMUND” comenzó haciendo un recorrido por la historia de los religiosos y la
misión. Las órdenes monásticas en la historia de Europa fueron la primera parada
de este recorrido, con los monjes irlandeses y su ideal ascético de “peregrinar
por Cristo” y los monjes benedictinos que implantaron el modelo monástico de la
misión, basado en la cercanía y en la presencia. Las órdenes mendicantes, por su
parte, fueron un verdadero redescubrimiento de la identidad evangélica y
misionera, con su pasión por anunciar el Evangelio a las gentes.
“En
América, en la época del descubrimiento (siglos XVI–XVIII), la misión ha tenido
como protagonistas sobre todo a los religiosos: franciscanos, dominicos y
jesuitas, que de manera creativa respondían a los nuevos desafíos”, señaló el
padre Ryszard. Así nació el convento. Un pequeño grupo de misioneros se
establecía en un convento, con algunas familias españolas alrededor y un
centenar de indígenas, constituyendo una nueva “aldea cristiana”. También las
famosas “reducciones”, introducidas en varios países en oposición al modelo de
la conquista, y desarrolladas por los jesuitas en Paraguay, y después en otros
países. Esta creatividad también se reflejó en el modelo de adaptación de los
jesuitas franceses en América del Norte, un modelo que alcanzó su máxima
expresión en Asia, con Francisco Javier y Mateo Ricci.
En
el siglo XIX se dio un despertar misionero en la Iglesia, con la proliferación
de nuevas Congregaciones e Institutos de vida consagrada. Todos se dedicaban
explícitamente o en parte a la misión ad gentes y convirtieron al continente
africano en un vasto campo de primera evangelización. Tuvieron como objetivos la
adaptación misionera a las costumbres africanas y la formación del clero
indígena.
En
cuanto al presente, que “hay que vivir con pasión”, está muy unido al Vaticano
II y el decreto Ad gentes que preguntaba a todos los institutos religiosos si
podían dedicar “sus fuerzas a las misiones; si pueden comenzar su actividad en
las misiones, adaptando, si es preciso, sus Constituciones, fieles siempre a la
mente del Fundador; si sus miembros participan según sus posibilidades, en la
acción misional” (AG 40). Los religiosos han vuelto a descubrir que la vida
consagrada está en su ADN, con una vocación muy fuerte a la misión universal.
Así, la consagración es sobre todo para la misión. Con un fuerte carácter
profético, como les decía el Papa Francisco: “Espero que despertéis al mundo,
porque la nota que caracteriza la vida consagrada es la profecía”.
El
futuro pasa por afrontar los desafíos que la misión plantea a la vida
consagrada. El Secretario General de la Propagación de la Fe reconocía que “las
dificultades que afrontan los Institutos de vida consagrada están relacionadas
en gran parte con la fuerte disminución de las vocaciones y con el
envejecimiento del personal, sobre todo en el mundo occidental”. Pero, al mismo
tiempo, hay que reconocer el gran florecimiento de las vocaciones en las
iglesias jóvenes. Entre sus razones está “el entusiasmo de la primera generación
cristiana, que se expresa en la coherencia de la vida cristiana, típica de los
inicios, y una identidad cristiana más neta de las comunidades que viven en
ambientes o culturas no cristianas”.
“A
las personas consagradas les ha sido confiada la misión; ellas la han recibido”,
porque “la misión está escrita en el corazón de su vida religiosa”. Por eso,
concluía el padre Ryszard: “Si la vida consagrada tiene aún la esperanza de
nueva validez, también en Occidente, la encontrará sólo en la tensión y
realización de la missio ad Gentes”.
Fuente: OMPRESS-MADRID