Hoy
será beatificado Monseñor Óscar Arnulfo Romero
Galdámez, Arzobispo de San Salvador, que murió asesinado el 24 de
marzo de 1980 mientras celebraba misa en la Capilla del Hospital La Divina
Providencia, en San Salvador. Sus restos se encuentran en la Cripta de Catedral
Metropolitana de San Salvador.
La
beatificación de Monseñor Romero es muy importante para la
Iglesia tanto de América Latina como universal, porque fue un
pastor que supo -junto con otros obispos- poner a la Iglesia al servicio
de la justicia y de la reconciliación de su país.
El
proceso ha sido largo y laborioso por las múltiples implicaciones de todo tipo
que tiene. De hecho, en su homilía en San Salvador en 1983 -poco después de su
martirio-, San Juan Pablo II pidió que la memoria del “celoso y venerado”
Prelado salvadoreño fuera respetada y no manipulada por intereses ideológicos.
Finalmente el 3 de febrero, el Papa Francisco, en audiencia privada con el
Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los
Santos, aprobó que se promulgue el decreto que reconocía el martirio del
Arzobispo salvadoreño.
Lo
que ciertamente queda de manifiesto es la importancia de la figura de monseñor
Romero: fue “un pastor con olor a oveja”, por usar la expresión del papa
Francisco. Se tomó muy en serio la atención personal a los fieles y a los
sacerdotes.
Desde su tiempo de sacerdote y párroco, las puertas de su
casa estaban siempre abiertas a todos, sobre todo, a los más necesitados y
pobres; ya como obispo, acogía en el obispado a las personas que acudían
pidiendo refugio por ser víctimas de la violencia generalizada y haber tenido
que abandonar sus hogares. Su lema fue “Sentir con la
Iglesia”, y esa fue su principal preocupación: construir una
Iglesia fiel al Evangelio y al Magisterio de la Iglesia.
Su preocupación sincera
por los más necesitados, le supuso el menosprecio, la incomprensión, la
persecución, hasta culminar con el martirio.
Lo
que es poco conocido es que monseñor
Oscar Romero
fue Director nacional de las OMP en El Salvador desde 1974 a
1978. Romero en su homilía del 16 de octubre de 1977, por ejemplo,
habló de la
dimensión
misionera de la Iglesia: “Hermanos, ayudar a las misiones es ayudar a
aquellos hombres y mujeres, sacerdotes y laicos, que trabajan en aquellas
tierras donde todavía Cristo no es conocido” y cuestionaba: “¿Cómo anda
tu espíritu misionero? Toda tu vida tiene que ser misionera”, en el
marco de la celebración del Octubre misionero, haciendo ver como la jornada
misionera mundial debe ser un momento de reflexión para el propio caminar de
vida como cristianos
y
motivando a ayudar a todos los misioneros en el mundo entero que entregan su
vida para
llevar
la buena nueva
de
la salvación a todos los hombres.
Con otro pequeño ejemplo podemos ver su
espíritu misionero claramente: “No vamos a enriquecer a las misiones con
nuestros centavitos; pero sí les vamos a demostrar, que en El Salvador se
comprende la misión y que aunque sea con una pequeña cosa podemos ayudar a las
misiones” (16 de octubre 1977).
Por
eso la beatificación de monseñor Romero es también un gran
acontecimiento para la misión y los misioneros, porque el beato
Óscar Romero, va a interceder para que la evangelización universal de la
Iglesia esté impregnada de su amor a los más pobres y su ejemplo nos impulsa a
todos a hacer vida el evangelio en que creemos.
Juan
Martinez,
OMP
España