"Hay tantas cosas buenas en el mundo, y yo me pregunto: ¿Por qué estas cosas buenas no se publicitan?"
El último día del año, el Papa Francisco recibía en el
Aula Pablo VI a los niños participantes en el 40 Congreso Internacional de los
“Pueri Cantores”. Los niños le hicieron preguntas que él respondió con su
acostumbrada espontaneidad. Uno de ellos le preguntó en qué soñaba convertirse
él, ahora Papa, cuando era niño.
El Papa le contestó que carnicero, porque, en
el mercado al que iba con su madre, le gustaba mirar la habilidad de uno que
cortaba con mucho arte la carne. La niña también le preguntó, en la misma
pregunta y con la lógica aplastante de los pequeños, si el mundo cuando ella
fuese mayor sería mejor que el que veía ahora en televisión.
¿Y qué hacen las guerras? Hacen pobreza, hacen dolor,
hacen mal. Sólo cosas tristes... Pensad en los niños. Vosotros, chicos y
chicas, niños y niñas, tenéis el don de Dios de poder cantar, de ser felices,
de vivir la vida cristiana como decía San Agustín. ¿Cómo era lo que decía San
Agustín? [Responden: “Canta y camina”], pero en el mundo hay niños que no
tienen qué comer; hay niños que no pueden ir a la escuela, porque hay guerra,
pobreza, y no hay escuelas; hay niños que, cuando se enferman, no tienen la
posibilidad de ir al hospital. Rezad por estos niños. ¡Rezad!
¿Pero el mundo será siempre así? El mundo puede
mejorar. Pero hay algo de lo que a nadie le gusta hablar, pero de lo que se
debe hablar: en el mundo hay una lucha entre el bien y mal – dicen los
filósofos-, la lucha entre el diablo y Dios. Todavía está esto. Cuando a alguno
de nosotros le vienen las ganas de hacer una maldad, esa pequeña maldad es una
inspiración del diablo, que, a través de la debilidad que ha dejado en nosotros
el pecado original, nos lleva a esto. Se hace el mal tanto en las pequeñas
cosas como en las grandes; tanto en las guerras como – por ejemplo – cuando un
chico o una chica es mentiroso: es una guerra contra la verdad de Dios, contra
la verdad de la vida, contra la alegría. Esta lucha entre el diablo y Dios dice
la Biblia que seguirá hasta el fin.
Esto está claro, ¿no? ¿Lo habéis entendido? Está
claro. Todos nosotros tenemos dentro un campo de batalla. Se lucha entre el
bien y el mal, todos nosotros. Tenemos gracias y tentaciones, y debemos hablar
con el párroco, con el catequista de estas cosas para conocerlas bien. Esto es
lo primero.
Lo segundo: hay tantas cosas buenas en el mundo, y yo
me pregunto: ¿Por qué estas cosas buenas no se publicitan? ¿Por qué parece que
a la gente le guste más ver las cosas malas y escuchar las malas noticias?
Pensemos en África: tantas cosas malas, tantas guerras – como he dicho – pero están los misioneros, sacerdotes,
hermanas, que han gastado toda su vida allí, predicando el Evangelio, en
pobreza… Cuando el mes pasado fui a África, he encontrado a algunas
monjitas… pienso en una de 83 años, era italiana, y me ha dicho ‘desde que
tenía 26 años estoy aquí’.
¿Por qué no se ve en televisión una familia que
educa bien, que educa bien a un hijo? ¡No se ve! ¿Por qué hay esta atracción
hacia el mal?: parece que gusta más ver las cosas malas que las cosas bellas,
las cosas grandes. El diablo hace su parte – esto es verdad -, pero también Dios
hace su parte: ¡tanta gente santa! No sólo en las misiones, sino también en el
mundo, en el trabajo, en las familias; tantos padres, tantos abuelos y abuelas
que siguen adelante con la enfermedad, con los problemas; y esto no se ve en la
televisión. ¿Por qué? Porque esto no da rating, no da publicidad…
Aquí en Italia he descubierto muchas asociaciones,
hombres y mujeres, que dan parte de su propio tiempo para ayudar, para
acompañar, para cuidar enfermos. Esto es bueno. Pero esto no se ve en la
publicidad. ¿Es esto verdad o no? Si tú quieres tener rating – sea
periodístico, sea televisivo o lo que quieras – haz ver sólo las cosas feas;
con las cosas buenas la gente se aburre. O quizá no saben presentar o hacer
bien las cosas, que se vean bien las cosas buenas.
Cuando tú [dirigiéndose a la niña que había hecho la
pregunta] ves la televisión, en tu casa, acuérdate de estas dos cosas: hay una
lucha en el mundo entre el bien y el mal, hay muchos niños que sufren, hay
guerras, hay cosas malas, porque la lucha es entre Dios y el diablo; pero
piensa también en mucha gente, mucha gente santa, mucha gente que da la vida
por ayudar a los demás, para rezar por los demás.
Pero, ¿por qué en la televisión no se ve a las monjas
de clausura que pasan la vida rezando por todos? Esto no interesa… Quizá
interesan más las joyas de una firma importante, que se enseñan… las cosas que
hacen las vanidades. ¡No nos dejemos engañar! En el mundo hay cosas feas, feas,
feas, y este es el trabajo del diablo contra Dios, pero hay cosas santas, cosas
santas, cosas grandes, que son obra de Dios. Están los santos escondidos. Esta
palabra no la olvidemos: los santos escondidos, los que no vemos. ¿De
acuerdo?”.
Fuente: OMPRESS