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7 de mayo de 2017

ENKH BAATAR ES EL PRIMER SACERDOTE NATIVO DE MONGOLIA, LA IGLESIA MÁS JOVEN DEL MUNDO

Fue ordenado sacerdote en agosto de 2016, es la primera vocación sacerdotal surgida de la Iglesia católica en Mongolia que cuenta con 1.300 bautizados y que depende del trabajo de misioneros de todo el mundo

Mi nombre es Enkh Baatar, nací en Ulaanbaatar. En mi país Mongolia la Iglesia Católica entró oficialmente en 1992 de la mano de tres misioneros. Desde muy niño empecé a ir a la Iglesia regularmente y poco a poco fui aprendiendo más acerca de Dios.

Cuando yo tenía sólo 7 años mi padre falleció debido a un accidente de coche, este incidente me hizo darme cuenta de lo que realmente es la realidad de la vida y que no sólo está llena de felicidad sino que incluye tristeza. Comprendí que la vida y la muerte son parte de nuestra existencia. Pero notaba que  había algo que faltaba en mi corazón y no sabía lo que era. 

Fui bautizado cuando tenía 12 años y todos los viernes solía unirme a un grupo para compartir la lectura de la Biblia, fue muy sorprendente para mí aprender más sobre la Palabra de Dios porque me hizo sentir "el niño más feliz del mundo porque sentí profundamente el amor de Dios por mí".

Durante mi juventud yo estaba buscando algo en el fondo de mi corazón y en un momento de mi vida, encontré la única cosa  que faltaba y buscaba en mi vida. "Dios llamaba con fuerza a mi corazón y yo le deje entrar". La sensación era como si alguien me cubriera con una manta caliente cuando estaba durmiendo solo y tiritando en una habitación fría oscura. Esta experiencia me ayudó a acercarme a Dios y día a día me estaba enamorando de Dios.

Cuando estaba a punto de graduarme, decidí ir a un seminario y convertirme en sacerdote. Había tres razones principales para mí porqué decidí hacerme un sacerdote católico. En primer lugar, sólo quería estar más cerca de Dios y pasar toda mi vida con Él. En segundo lugar, quería compartir la felicidad, la verdad y la Palabra de Dios que he experimentado en mi vida especialmente con aquellos que son pobres no sólo físicamente sino espiritualmente. En tercer lugar, después de ver los sufrimientos de mi madre y la de la gente de  mi alrededor me sentí impotente. Sentí que era demasiado pequeño y débil para cambiar sus vidas y quitar sus sufrimientos.

Sin embargo, una palabra de Jesús vino a mi mente: 'una semilla lanzada al suelo no da fruto hasta que muere'. Por lo tanto, pensé que si mi "sacrifico y me ofrezco a Dios tal vez habrá algún buen fruto en las vidas de aquellos que sufren". Siempre pienso que convertirme en sacerdote no es el final de mi viaje sino el principio. Creo que cada uno de nosotros tiene su propia vocación. Dios nos llama y nos guía, nunca nos deja solos. Incluso si caemos y perdemos fuerza en este camino de fe, abramos nuestros corazones y pongamos nuestra esperanza en Él, sintiéndonos que somos sus instrumentos para hacer un cambio y dar luz y vida a este mundo nuestro.Obra de sa

Así es como llegué a ser primer sacerdote de la iglesia más joven del mundo, una iglesia que ha llegado a Mongolia gracias a la labor de misioneros y misioneras de  diferentes países y congregaciones que han sembrado la semilla de Evangelio y esta semilla va crecimiento poco a poco. Y para que esta iglesia arraigue de verdad en nuestro país es importante tener sacerdotes nativos, monjas y misioneros laicos de Mongolia.

Como un sacerdote mongol nativo puedo hablar mejor el idioma y conocer la cultura más que cualquier otro misionero que trabaje en Mongolia, pero si no puedo atestiguar la fe a través de mi vida, mis palabras no tendrán sentido para mi pueblo. Creo que todos debemos anunciar el Evangelio con el testimonio de fe de nuestras vidas.

Fuente: Obras Misionales Pontificias