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17 de junio de 2017

LA MONJA GINECÓLOGA QUE AYUDA A DAR A LUZ A MILES DE MUJERES POBRES: «ESTA VIDA ME LLENA, SOY FELIZ»

"Mi fe y mi convicción me han dado la fuerza para continuar. Sé que no trabajo solo por la gente, sino por el Señor. Y es Él quien me da la fuerza y la energía para seguir"

La hermana Mary Joan Njeri, de las hermanitas de San Francisco, obstetra y ginecóloga, trabaja duro en un hospital público de Nairobi (Kenia), cerca de Kibera, el suburbio más grande de la ciudad, donde las mujeres no pueden permitirse ir a otro lugar para dar a luz.


El área de maternidad de este hospital, el Hospital del Distrito Mbaghati, está siempre colapsado. Tiene capacidad para que 300 mujeres den a luz cada mes, sin embargo, la realidad es que hay más de 1.000 al mes que necesitan asistencia.


La mitad de los habitantes de Kibera no tienen empleo, y algunas personas sobreviven con tan solo 1$ al día. La hermana Mary ha respondido así a las preguntas de Global Sisters Report sobre su vida en este hospital público:

- ¿Por qué decidiste hacerte ginecóloga?


- Cuando era doctora general, a veces solía estar de guardia en la zona de ginecología. Cada vez que veía a una mujer suufriendo porque necesitaba un especialista, este no estaba disponible. Había muy pocos especialistas, y además eran caros.

»Así que me pregunté a mí misma: ¿por qué no me especializo en ginecología? Así habría alguien siempre disponible  y no cobraría tarifas tan altas. Ahora este trabajo ha llenado mi vida. Cuando las mujeres vienen a mí, no cuento ni el tiempo ni el dinero.

- ¿Cómo es trabajar en el hospital de un barrio pobre?

- A veces hay hasta tres mujeres por cama. Como son todas de por aquí (Kibera), no pueden permitirse un hospital mejor.

»Normalmente, después de que una mujer haya dado a luz, hay que dejarla en observación durante 24 horas. Sin embargo, nosotros solo podemos acogerlas durante 12, debido a la gran cantidad de mujeres que requieren nuestros servicios.

»Incluso cuando practicamos la cesárea a alguna de las madres, que suelen ser un 18 o 20% del total, es decir, 100 o 150 mujeres, tienen que compartir cama. Es muy duro.

- ¿Cómo es un día normal para tí?

- Me levanto a las 4:30 a.m y hago mis oraciones. Luego, voy en autobús a la ciudad a las 6:30 para escuchar misa. Tengo que llevar el té en un termo porque es muy temprano. A las 7:30 estoy en el hospital y empiezo por hacer un reconocimiento a las mujeres que ingresaron la noche anterior, hasta que vienen el resto de doctores a las 8:00.

»A esa hora empiezo mi ronda general con el resto de doctores, que puede durar hasta la 1:00 p.m por la cantidad de mujeres que hay. En vez de irme a comer, voy a rezar sobre la 1:15, y a las 2:00 estoy de vuelta para diagnosticar a las madres que han ingresado por la tarde.

» Tras enseñar a los interinos del hospital algunas técnicas a las 5:30, tengo adoración en el convento desde las 6:00 hasta las 7:00. A las 7.30 ceno, y después tengo tiempo libre. Sobre las 11:00 me voy a dormir, después de hacer vida en comunidad con el resto de hermanas.

Por la noche pueden llamarme para urgencias, que suelen ocurrir a menudo.» Los sábados y domingos voy al Masailand (barrio de los Masai) y les atiendo. Siempre les animo a que den a luz en un hospital. Esta vida me llena, y soy plenamente feliz.

- ¿Hay alguna paciente que recuerdes especialmente?

- En una ocasión, vino una mujer a mi consulta a la que realicé una ecografía. En ella pudimos comprobar que tenía gemelos, y se puso a llorar porque no sabía como los iba a mantener. Era tan pobre, que cuando dio a luz ni siquiera tenía un trozo de tela para envolver a los bebés. Yo tenía mi kitenge, una prenda típica en Kenia que se ata alrededor de la cintura. Lo saqué de mi mochila, lo corté por la mitad, y envolví a los recién nacidos.

- Parece una vida muy ajetreada, ¿cómo mantiene su fe?

- Mi fe y mi convicción me han dado la fuerza para continuar. Sé que no trabajo solo por la gente, sino por el Señor. Y es Él quien me da la fuerza y la energía para seguir.

» Por eso voy a misa cada día y rezo mucho. Porque no podría hacer todo esto sin Él.

Fuente: ReL