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19 de agosto de 2017

UN MISIONERO QUE SE LANZÓ SOBRE UNA GRANADA PODRÍA SER BEATO

Este jesuita filipino salvó con su heroico gesto a niños minusválidos en escuela en Camboya y podría ser declarado beato tras las nuevas normas de canonización por martirio del papa Francisco

“Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15, 13).

Richard (Richie) Michael Fernando,  jesuita, filipino, asesinado en 1996 en Camboya, podría ser uno de los primeros ‘beatos’ tras las nuevas normas aprobadas por el papa Francisco publicadas en la Carta Apostólica en forma de Motu Proprio “maiorem hac dilectionem” sobre el ofrecimiento de la vida.

De hecho, después de una “opinión favorable” y un “estudio cuidadoso”, la Congregación para las Causas de los Santos”, bajo la firma del Papa estableció, el 11 de julio de 2017: “El ofrecimiento de la vida es un nuevo caso del  iter de beatificación y canonización, distinto del caso de martirio y  de heroicidad de las virtudes”.  

Para volver al caso, Fernando (1970-1996) murió a 26 años, en Camboya mientras estudiaba y completaba su formación como jesuita. Era profesor en una escuela para jóvenes discapacitados, víctimas de minas antipersonales y enfermedades, que la Compañía de Jesús gestiona.

La tragedia inicia el 13 de octubre de 1996, después de una discusión, un estudiante de 16 años es expulsado del centro.

El joven guarda rencor y para vengarse regresa a la estructura con una granada el 17 de octubre. Lanzó el artefacto en un aula de 22 estudiantes y Fernando se lanza encima de la bomba de mano para protegerlos de la explosión, incluso al atacante que estimaba, y consideraba con mayor atención por ser un estudiante conflictivo. La prensa local titulaba: “Jesuit died a hero” (Jesuita muere como héroe).

Este caso encaja con las nuevas disposiciones de canonización del Papa y por eso, el sacerdote Antonio Moreno, Superior Provincial de los Jesuitas en Filipinas, recibió el visto bueno de la Santa Sede para dar inicio al proceso que podría conducir a la beatificación de Fernando.

En un retiro espiritual, el joven maestrillo jesuita escribió que quería ser recordado cuando muriera, no por su grandeza, logros, o talentos, sino por su servicio y defensa de la verdad. Quería ser testigo de lo que es correcto expresado en palabras y acciones. Es decir, ser un seguidor amado de Cristo.

Los mártires, testigos de Jesús, han sido venerados desde los primeros días por la comunidad cristiana. El primer mártir de la tradición fue Esteban, asesinado por los líderes religiosos de Judea por dar testimonio de Jesús (Hechos 8, 2).

En varias épocas, los mártires han sido percibidos como personas con una vida de acercamiento completo al sacrificio por amor de Jesús.

“Es cierto que el ofrecimiento heroico de la vida, sugerido y sostenido  por la caridad, expresa una imitación verdadera, completa y ejemplar de Cristo y, por tanto, es merecedor de la admiración” de la comunidad de los fieles, escribió el Papa Francisco para explicar su decisión.

En fin, el ofrecimiento heroico de la vida y reconocidos por la Iglesia, se reserva a los “que han aceptado voluntariamente el martirio de sangre o han ejercido heroicamente las virtudes cristianas”.

Ary Waldir Ramos Díaz


Fuente: Aleteia