La iniciativa, que surgió de la idea de un inmigrante
de Costa de Marfil e impulsada por el presidente del Dicasterio para la
Cultura, involucra en talleres de fotografía a niños de Malí y Kenya. En
noviembre será la inauguración de la muestra itinerante
La fotografía, una ventana al alma |
Todo nació de la genial idea
de Muhamed Keita, un inmigrante de Costa de Marfil de veinticinco años,
que partió de su tierra huyendo de la Úguerra civil después de haber perdido a
sus padres a los 13 años.
Llegó a Italia, después de un
dramático viaje, a los 17 años. Aquí primero pudo descubrir y cultivar su
pasión por la fotografía que, con el paso del tiempo, se ha convertido para él
en arte y trabajo. Establecido en Roma y después de encontrar una dimensión
profesional, comenzó a sentir un irrefrenable deseo de volver a su tierra natal.
Y así, a finales de 2016,
maduró la idea de establecer en África, empezando por Malí, talleres de
fotografía para niños que viven en situaciones de necesidad, crear
oportunidades de formación y laborales, sentar las bases para un rescate social
y artístico que aleje a los jóvenes del dramático trayecto hacia Europa, mismo
que él vivió en carne propia. Con el objetivo de permitirles permanecer en el
propio país.
Un
viaje de regreso, un recorrido simbólico de uno de los hijos de la madre
África, que en poco menos de un año logró conducir (gracias a la fundación
Pianoterra que ha apoyado a Muhamed Keita en la elaboración del proyecto, la
construcción de los locales y la compra de instrumentos de trabajo) un
taller de fotografía en Malí, en la periferia de Bamako, y uno en
Kenya, en la ciudad de Thika, principalmente para los niños de la calle que van
al centro de acogida de AfCiC (Africa for Children in Conflict). Muhamed
pasa algunos meses del año en África (normalmente seis) para ocuparse
directamente de las actividades del taller, dar lecciones y organizar
excursiones. De la dirección, en cambio, se ocupan sus alumnos-colaboradores,
en su ausencia.
Al
conocer la historia de Muhamed, leyendo “La valija”, un texto dedicado al
fenómeno de los menores extranjeros no acompañados, y al saber de esta
extraordinaria iniciativa concebida, planeada y realizada por un joven
inmigrante, el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio
Consejo para la Cultura, inmediatamente vio una ocasión de inmensa
comunicación cultural.
Por ello quiso promover un
proyecto de talleres y exposiciones artísticas de fotografías completamente
realizadas por niños africanos. «Estoy convencido –declaró el
cardenal– de que los talleres de fotografía, organizados en Kenya y Malí
gracias al apoyo de profesionales y agentes en el campo, representan para los
chicos no solo un momento de formación profesional, sino también una ocasión
de crecimiento personal; una alternativa concreta a la vida de la calle y a la
migración irregular, una posibilidad para contar de una manera nueva la
realidad que los rodea, para hacer escuchar su voz mediante esa gran
ventana al mundo que es el arte. Estas tomas derrotan las barreras, derriban
los estereotipos, muestran una vida, una verdad diferente, sin filtros,
mediante los ojos de los niños».
El
proyecto, que tiene el título evocativo de “Tomas libres: África en los ojos de
los niños”, se desarrolla en dos países: Malí y Kenia. Entre mayo y junio de
este año contó con niños y adolescentes en situaciones de necesidad de
las capitales de ambos estados para que utilizaran la fotografía como
instrumento de formación e integración.
El Patio de los Gentiles, la conocida realidad del
Pontificio Consejo para la Cultura, se ocupó de coordinar la organización y
encomendó a un fotógrafo profesional, Marco Pieroni, conocido artista
italiano comprometido desde hace décadas en el frente de los reportajes en
países del África sub-sahariana, y a Muhamed Keita, el joven migrante africano
perdidamente enamorado de la fotografía, talleres en Nairobi y Bamako. También
surgió una muestra itinerante de fotografías tomadas por los niños que
asistieron a los talleres, cuya inauguración será en Roma, en noviembre de
2018.
La idea principal del
proyecto era formar a una decena de chicos por país para que, una vez adquirida
la confianza con los instrumentos, tomaran las propias fotos. Con la esperanza
de que se desarrollara en ellos una profesión artística.
En
Bamako, la base para el taller, fue ofrecida por los locales construidos por
Muhamed Keita en el barrio de Kanadjikila. En Nairobi, en cambio, los niños
tomaron el curso en el centro Dagoretti de Amref, al que van cientos de niños
de la calle y menores en dificultades, bajo la guía de Pieroni. Los niños
involucrados respondieron con entusiasmo. «Yo nunca antes había tomado
una máquina fotográfica –confiesa Vincent, un chico keniano de 11 años, fuera
del circuito escolar debido a problemas socio-económicos de la familia– y
no cabía de emoción cuando supe que habría podido ir a un curso y tomar
fotografías por mí mismo.
Ahora sueño con convertirme
en un fotógrafo para ayudar a mi familia». «Aquí los chicos no hacen nada –dice
Adama, bamakeño de 16 años– y es difícil cumplir los propios
sueños. Para nosotros, el laboratorio es una gran ocasión de trabajo
así como la posibilidad para transmitir nuestro mensaje a la sociedad,
demostrar que tenemos muchas potencialidades».
Para
Marco Pieroni, que se ocupa de la dirección artística del proyecto, fue una
experiencia muy emocionante: «No sé si este experimento le sirvió más a ellos o
a mí; volví a casa, después de dos semanas, completamente conquistado
por la profundidad y la honestidad conceptual de estos jóvenes. La
técnica de la fotografía es una de las más difíciles de enseñar; yo insistí en
el aspecto emotivo y artístico, y ellos lo recibieron completamente. En sus
tomas expresaron visualmente la conexión entre el corazón y el alma, creando
imágenes únicas, verdaderas y directas de la realidad, una interpretación de la
vida limpia y sincera, en la que conviven cotidianamente la felicidad y la
desesperación. Los resultados son sorprendentes: han alcanzado un nivel de
pureza muy cercano al arte que no es un fin en sí mismo. Nuestra intención es
continuar esta experiencia con un número cada vez mayor de chicos».
«Creo
que el arte es un instrumento fundamental para promover el diálogo entre
culturas y religiones diferentes –concluyó el cardenal Ravasi–, un lenguaje
universal, capaz de evocar diferentes perspectivas, mediante geometrías que
solamente conoce el espíritu. En las tomas de estos niños podemos
observar vidas, instantes, historias, tradiciones y costumbres de un África
lejana, que conocemos por los libros, por la televisión, por los periódicos,
pero que ignoramos profundamente. La fotografía a veces no muestra la
verdad, pero representa siempre un punto de vista; deberíamos partir de esto,
en un espíritu de escucha y de apertura, para comprender mejor el fenómeno de
la migración».
LUCA ATTANASIO
ROMA
Fuente:
Vatican Insider