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23 de julio de 2018

UN PROYECTO FOTOGRÁFICO DEL CARDENAL RAVASI PARA VER ÁFRICA CON LOS OJOS DE LOS NIÑOS

La iniciativa, que surgió de la idea de un inmigrante de Costa de Marfil e impulsada por el presidente del Dicasterio para la Cultura, involucra en talleres de fotografía a niños de Malí y Kenya. En noviembre será la inauguración de la muestra itinerante

La fotografía, una ventana al alma
Todo nació de la genial idea de Muhamed Keita, un inmigrante de Costa de Marfil de veinticinco años, que partió de su tierra huyendo de la Úguerra civil después de haber perdido a sus padres a los 13 años. 

Llegó a Italia, después de un dramático viaje, a los 17 años. Aquí primero pudo descubrir y cultivar su pasión por la fotografía que, con el paso del tiempo, se ha convertido para él en arte y trabajo. Establecido en Roma y después de encontrar una dimensión profesional, comenzó a sentir un irrefrenable deseo de volver a su tierra natal. 

Y así, a finales de 2016, maduró la idea de establecer en África, empezando por Malí, talleres de fotografía para niños que viven en situaciones de necesidad, crear oportunidades de formación y laborales, sentar las bases para un rescate social y artístico que aleje a los jóvenes del dramático trayecto hacia Europa, mismo que él vivió en carne propia. Con el objetivo de permitirles permanecer en el propio país. 
  
Un viaje de regreso, un recorrido simbólico de uno de los hijos de la madre África, que en poco menos de un año logró conducir (gracias a la fundación Pianoterra que ha apoyado a Muhamed Keita en la elaboración del proyecto, la construcción de los locales y la compra de instrumentos de trabajo) un taller de fotografía en Malí, en la periferia de Bamako, y uno en Kenya, en la ciudad de Thika, principalmente para los niños de la calle que van al centro de acogida de AfCiC (Africa for Children in Conflict). Muhamed pasa algunos meses del año en África (normalmente seis) para ocuparse directamente de las actividades del taller, dar lecciones y organizar excursiones. De la dirección, en cambio, se ocupan sus alumnos-colaboradores, en su ausencia. 
  
Al conocer la historia de Muhamed, leyendo “La valija”, un texto dedicado al fenómeno de los menores extranjeros no acompañados, y al saber de esta extraordinaria iniciativa concebida, planeada y realizada por un joven inmigrante, el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, inmediatamente vio una ocasión de inmensa comunicación cultural.

Por ello quiso promover un proyecto de talleres y exposiciones artísticas de fotografías completamente realizadas por niños africanos. «Estoy convencido –declaró el cardenal– de que los talleres de fotografía, organizados en Kenya y Malí gracias al apoyo de profesionales y agentes en el campo, representan para los chicos no solo un momento de formación profesional, sino también una ocasión de crecimiento personal; una alternativa concreta a la vida de la calle y a la migración irregular, una posibilidad para contar de una manera nueva la realidad que los rodea, para hacer escuchar su voz mediante esa gran ventana al mundo que es el arte. Estas tomas derrotan las barreras, derriban los estereotipos, muestran una vida, una verdad diferente, sin filtros, mediante los ojos de los niños». 
  
El proyecto, que tiene el título evocativo de “Tomas libres: África en los ojos de los niños”, se desarrolla en dos países: Malí y Kenia. Entre mayo y junio de este año contó con niños y adolescentes en situaciones de necesidad de las capitales de ambos estados para que utilizaran la fotografía como instrumento de formación e integración.

El Patio de los Gentiles, la conocida realidad del Pontificio Consejo para la Cultura, se ocupó de coordinar la organización y encomendó a un fotógrafo profesional, Marco Pieroni, conocido artista italiano comprometido desde hace décadas en el frente de los reportajes en países del África sub-sahariana, y a Muhamed Keita, el joven migrante africano perdidamente enamorado de la fotografía, talleres en Nairobi y Bamako. También surgió una muestra itinerante de fotografías tomadas por los niños que asistieron a los talleres, cuya inauguración será en Roma, en noviembre de 2018.  

La idea principal del proyecto era formar a una decena de chicos por país para que, una vez adquirida la confianza con los instrumentos, tomaran las propias fotos. Con la esperanza de que se desarrollara en ellos una profesión artística.  
  
En Bamako, la base para el taller, fue ofrecida por los locales construidos por Muhamed Keita en el barrio de Kanadjikila. En Nairobi, en cambio, los niños tomaron el curso en el centro Dagoretti de Amref, al que van cientos de niños de la calle y menores en dificultades, bajo la guía de Pieroni. Los niños involucrados respondieron con entusiasmo. «Yo nunca antes había tomado una máquina fotográfica –confiesa Vincent, un chico keniano de 11 años, fuera del circuito escolar debido a problemas socio-económicos de la familia– y no cabía de emoción cuando supe que habría podido ir a un curso y tomar fotografías por mí mismo.

Ahora sueño con convertirme en un fotógrafo para ayudar a mi familia». «Aquí los chicos no hacen nada –dice Adama, bamakeño de 16 años– y es difícil cumplir los propios sueños. Para nosotros, el laboratorio es una gran ocasión de trabajo así como la posibilidad para transmitir nuestro mensaje a la sociedad, demostrar que tenemos muchas potencialidades».  
  
Para Marco Pieroni, que se ocupa de la dirección artística del proyecto, fue una experiencia muy emocionante: «No sé si este experimento le sirvió más a ellos o a mí; volví a casa, después de dos semanas, completamente conquistado por la profundidad y la honestidad conceptual de estos jóvenes. La técnica de la fotografía es una de las más difíciles de enseñar; yo insistí en el aspecto emotivo y artístico, y ellos lo recibieron completamente. En sus tomas expresaron visualmente la conexión entre el corazón y el alma, creando imágenes únicas, verdaderas y directas de la realidad, una interpretación de la vida limpia y sincera, en la que conviven cotidianamente la felicidad y la desesperación. Los resultados son sorprendentes: han alcanzado un nivel de pureza muy cercano al arte que no es un fin en sí mismo. Nuestra intención es continuar esta experiencia con un número cada vez mayor de chicos». 
  
«Creo que el arte es un instrumento fundamental para promover el diálogo entre culturas y religiones diferentes –concluyó el cardenal Ravasi–, un lenguaje universal, capaz de evocar diferentes perspectivas, mediante geometrías que solamente conoce el espíritu. En las tomas de estos niños podemos observar vidas, instantes, historias, tradiciones y costumbres de un África lejana, que conocemos por los libros, por la televisión, por los periódicos, pero que ignoramos profundamente. La fotografía a veces no muestra la verdad, pero representa siempre un punto de vista; deberíamos partir de esto, en un espíritu de escucha y de apertura, para comprender mejor el fenómeno de la migración». 

LUCA ATTANASIO
ROMA

Fuente: Vatican Insider