La
Conferencia Episcopal Nigeriana ha pedido de nuevo la dimisión del presidente
por ser incapaz de garantizar la seguridad de los cristianos, tras la masacre
de 200 personas. Sin embargo, se desmarca de las soflamas incendiarias de
algunos grupos cristianos
Los
ánimos en Nigeria se encuentran exaltados después de la última masacre de
agricultores cristianos, presuntamente a manos de pastores fulani musulmanes.
Los obispos del país se enfrentan a la difícil tarea de encontrar el equilibrio
entre defender a sus fieles y evitar las voces que convocan a un enfrentamiento
religioso.
En
la noche del día 23 al 24 de junio, al menos once aldeas del estado central de
Plateau fueron asaltadas, y 200 personas asesinadas. Días después, tres
personas fueron detenidas por estos: dos pastores fulani y un miembro de la
etnia minoritaria berom. Entre las armas que tenían, había un rifle AK 47.
Tras
los ataques, la Conferencia Episcopal Nigeriana ha reiterado su petición de
dimisión al presidente Mohammed Buhari. Ya se le hicieron a finales de abril,
cuando un ataque similar acabó con la vida de una veintena de personas. En esa
ocasión, afirmaron desde el Vaticano –donde se encontraban en visita ad
limina– que «si el presidente no puede mantener sano y salvo al país,
automáticamente pierde la confianza de los ciudadanos. No debería seguir
presidiendo este campo de asesinatos y este cementerio masivo en que se ha
convertido nuestro país».
En
su último manifiesto, titulado Una inversión vergonzosa de los valores,
los obispos lamentan la inacción del Gobierno y afirman que esta actitud pone
de manifiesto que «las vidas humanas valen menos que las del ganado. Esta
vergonzosa inversión de valores muestra a nuestro país como bárbaro y nuestra
sociedad como brutal».
Doble rasero
De
hecho, dan un paso más al insinuar que la pasividad de la administración Buhari
–que por otro lado ha logrado un importante debilitamiento del grupo terrorista
Boko Haram– se debe al hecho de que los criminales pertenecen a la misma
religión que el presidente.
Esta
dejadez –continúan– no se produce cuando «son atacados o asesinados los
pastores [musulmanes, ndr]. En esos casos la policía reacciona rápidamente y la
ley sigue su curso con agilidad. ¡Que la misma rapidez se aplique en todos los
casos!», exigen.
Curiosamente,
los obispos de Nigeria no se han hecho eco de una información publicada a
primeros de julio por la Asociación Cristiana de Nigeria (CAN por sus siglas en
inglés), en la que se afirmaba que en lo que va de año han sido asesinados al
menos 6.000 cristianos a manos de pastores fulani. Esta información no cita
ninguna fuente.
Una «agenda oculta»
La
fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada sí ha recogido datos
oficiales del estado de Benue, donde 500 cristianos han sido asesinados desde
enero de 2018. Reproducía también declaraciones de varios obispos de esta zona.
Pedían a Occidente que «no cometa el mismo error que con el genocidio de Ruanda
–afirma monseñor Wlliam Amove Avenya, obispo de Gboko–. Estaba pasando delante
de los ojos de todos», pero nadie hizo nada.
Otros
obispos del mismo estado, monseñor Peter Iornzuul Adoboh y Matthey Ishaya Audu,
hablan de una «agenda clara de islamizar el cinturón central de Nigeria». Una
sospecha que también encontró eco en el comunicado de la Conferencia Episcopal,
donde se afirma que todo parece indicar que las muertes de cristianos «son
parte de un proyecto religioso mayor».
Los
enfrentamientos entre los pastores fulani y los agricultores (en este caso
cristianos) son frecuentes en otros países de África y lo han sido también en
la zona centro del país, que separa el norte mayoritariamente musulmán del sur
cristiano. Se producen cuando los pastores llevan a sus rebaños a otras zonas,
buscando pastos nuevos… que a veces son los campos de cultivo de los
campesinos.
En
Nigeria, además, la desertización está empujando a muchos pastores desde el
norte hacia el sur. En enero, el presidente Buhari también achacó los
enfrentamientos al aumento de la población, que desde la independencia del país
en 1960 ha pasado de 63 a 200 millones de personas.
Sin
embargo, algunas voces de la Iglesia nigeriana llevan tiempo denunciando que
detrás de estos ataques ahora podría haber algo más. En marzo de 2017, monseñor
Joseph Bagobiri, obispo de Kafanchan, pidió a Ayuda a la Iglesia Necesitada que
alertara a la comunidad internacional de que los grupos de pastores fulani
podrían estar siendo utilizados por miembros de Boko Haram para extender su
ámbito de influencia hacia el sur del país, ahora que el grupo terrorista se ha
visto debilitado en el norte.
El
aumento de los ataques y el hecho de que sus perpetradores tengan cada vez
armas más sofisticadas –por ejemplo, fusiles AK 47 cuando hasta hace poco solo
usaban con pistolas, cuchillos y palos– son algunos de los indicios de esta
teoría, de la que ahora se ha hecho eco la Conferencia Episcopal.
Evitar que prenda el
odio interreligioso
Sin
embargo, los obispos no quieren que en el país prenda la mecha del
enfrentamiento interreligioso. Por eso, al mismo tiempo que lanzan estas duras
advertencias, la página web de la Conferencia Episcopal ha publicado un
artículo que hace frente a las soflamas de algunos grupos cristianos.
Todo
empezó cuando, coincidiendo con la masacre en Plateau, el periódico Punch publicó
un artículo de un Foro Nacional de Ancianos Cristianos, que afirmaba que «la
actual generación de cristianos podría dejar de existir en Nigeria dentro de 25
años». Tras esta advertencia se escondía un ataque a la actual dirección de la
Asociación Cristiana de Nigeria, que según los autores debería asumir otra
actitud de cara a las elecciones generales que tendrán lugar en el país en
febrero de 2019.
También
se acusaba –con palabras más gruesas que las de los obispos católicos– a la
administración del presidente Buhari de estar «llevando a cabo abiertamente una
política anti-cristiana», frente a la que hay que defenderse. Estas palabras
fueron tomadas por algunos musulmanes como oficiales de la Asociación Cristiana
de Nigeria, suscitando nuevos ataques verbales.
En
su réplica en la web de la Conferencia Episcopal, el director del departamento
de Misión y Diálogo del Secretariado Católico de Nigeria, Cornelius Afebu
Omonokhua, subraya que el artículo «no representa el consenso de los cristianos
de Nigeria», y que no es papel de la CAN «hacerse eco de las llamadas a una
guerra interreligiosa».
«Pastores que predican
errores»
Omonokhua
denuncia, además, que con estrategias de este tipo se corre el riesgo de que un
conflicto intrarreligioso, las luchas por el poder en el seno de la CAN, «se
convierta en un conflicto interreligioso» que pueda derivar en violencia. «Los
trapos sucios no deberían lavarse en las portadas de los periódicos», continúa.
Por
eso, el artículo pide a «los cristianos y musulmanes responsables» que «digan
que no a estos intentos» de «causar una guerra religiosa»; algo que «es el
deseo de todo extremista, terrorista, y de aquellos que politizan la religión».
«Lo que Nigeria necesita ahora es que musulmanes y cristianos demanden juntos
justicia y responsabilidad a los líderes a los que dimos nuestro voto».
Dentro
de este contexto, adquieren un nuevo sentido unas recientes declaraciones del
cardenal John Onaiyekan, arzobispo de Abuja. En un congreso interreligioso
organizado por la Universidad de Ilorin, al oeste del país, Onaiyekan relacionó
la falta de armonía entre religiones al hecho de que «en nuestro país parece
que cualquiera se puede convertir en un líder religioso de la noche a la
mañana, sin credenciales. Hay demasiados pastores e imanes ignorantes
predicando errores y llevando a la gente por el mal camino».
María
Martínez López
Fuente: Alfa y Omega