La última carta de
Navidad del misionero italiano secuestrado
Pierluigi Maccalli, que pertenece a la Sociedad de las Misiones
Africanas, llevaba 11 años en ese país del Sahel, y trabajaba en la parroquia
de Bamoanga.
El misionero desarrollaba una amplia labor en la escuela y el dispensario
y era muy activo.
El sacerdote Pierluigi Maccalli ha sido secuestrado
en Níger durante un ataque perpetrado por supuestos yihadistas en la noche del
lunes al martes. El suceso ocurrió al sur del país, cerca de la frontera con
Burkina Faso.
El presbítero, que pertenece a la Sociedad de las
Misiones Africanas (SMA), llevaba 11 años en ese país del Sahel, y trabajaba en
la parroquia de Bamoanga, a unos 125 kilómetros de la capital, Niamey.
El 23 de diciembre del año pasado, el misionero Pier
Luigi Macalli, secuestrado en la noche del lunes al parecer por yihadistas
islámicos, enviaba una carta a sus hermanos de la Sociedad de Misiones
Africanas. Su título, “Las sorpresas de Dios”, refleja el cariño de este
misionero, que se deja sorprender por la fortaleza, la fe y la fuerza del
pueblo de Níger, representada por una niña enferma de corazón, Dawa, y sus
padres:
“Cuántas
veces he dicho y he predicado que Dios es imprevisible. Nos sorprende y es
siempre nuevo. Pero esta vez me ha descolocado por completo. Nunca, nunca,
habría esperado que fuera tan sorprendente.
Le
había dicho que iría a Italia para someterse a una operación de corazón que no
se podía llevar a cabo en Níger y, al mismo tiempo, que habría celebrado la
Navidad lejos. Pero no pensaba que fuera tan… lejos.
Se
fue al cielo el pasado 11 de diciembre, a un mes exacto de su partida de
Niamey. Todos esperábamos que en el hospital Niño Jesús de Roma tuviera los
cuidados necesarios y una operación de corazón indispensable para darle una
esperanza de vida que de otro forma sería improbable.
Dawa
Myriam se ha ido a festejar la Navidad al cielo. Se le había escuchado y
también lo había dicho por teléfono la última vez que hemos hablado, junto a
sus padres llegados a la aldea para poder hablar con ella: ‘Mañana vuelvo a
casa’. Esa misma noche, su salud se ha degradado irreversiblemente y se ha ido
como un ángel. Sólo tras su muerte se ha podido saber que una grave enfermedad
autoinmune minaba desde hacía tiempo su existencia.
Esperábamos
tanto que este viaje fuese una oportunidad para ella, aunque flotara una sombra
de duda, de la que sus padres eran muy conscientes… ¡quizá más que yo! Su mamá
me lo ha repetido muchas veces: ‘Está en las manos de Dios, si Él quiere
volverá’. Así ha vuelto de donde había venido: ‘a-Dios’ mi pequeña reina, como
solía llamar en lengua local.
Dawa
Myriam quería volver para Navidad con nosotros, había pedido que le guardáramos
el vestido y el plato principal de la fiesta. Para mi sorpresa, después de la
misa de la noche de Navidad, el catequista me puso en la mano 5 francos: ‘De
parte del papá de Dawa para la fiesta de Navidad’. La fiesta en África es
siempre especial. Y este año celebré el día de Navidad precisamente en su aldea
de Linlingu.
Las
paredes de la capilla han vibrado al ritmo de los tam-tams y la danza. No hubo
luces ni decoraciones especiales, pero mucha alegría y canciones de fiesta. Un
pueblo de gente sencilla que vive de cosas sencillas. En este belén viviente,
he querido que se viera también el misterio de la Navidad. Así que se sentaron
al lado del altar dos padres jóvenes con su pequeño hijo Joël de solo dos
semanas. Es una coincidencia que naciera en la mañana del 11 de diciembre que
fue para Myriam el último día de su vida en esta tierra. Después de invocar a
los santos y a los amigos del cielo, Joel fue bautizado y acogido con
satisfacción, entre aplausos, por la gran familia de creyentes.
El
lienzo de la vida es un tejido de dos hilos: alegrías y tristezas. Los padres
de Joël habían perdido a Raphaël el año anterior; murió antes de llegar al año
de vida. La alegría de la Navidad no borra el misterio del dolor, sino que lo
asume y lo regenera. En Navidad renace la esperanza que sostiene en su mano a
sus hermanas mayores, la fe y el amor.
Solo
los pastores escucharon a los ángeles cantar en el cielo en la víspera de
Navidad, pero muchos han escuchado el dolor roto de las mujeres de Belén que
lloraban por los santos inocentes. Navidad entre lágrimas de alegría y dolor
que se funden en un único abrazo, en el río de la vida.
Esta
es la vida en misión: una trama de experiencias y emociones fuertes que cuentan
la belleza de la aventura humana, que incluso Dios ha querido compartir y
abrazar”.
Fuente: OMPRESS-NÍGER