El Papa Francisco ha dispuesto que
todos aquellos que se formen para diplomáticos y que algunos serán futuros
nuncios deberán realizar al menos un año de experiencia misionera
Monseñor Santiago de Wit es actualmente nuncio
en República Centroafricana y Chad
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Para valorar esta decisión del Papa, Obras Misionales Pontificias de España ha
entrevistado a un nuncio que además desarrolla su labor en tierra de misión, y
además especialmente peligrosa.
Se trata del español Santiago de Wit Guzmán, actual nuncio en República Centroafricana
y Chad y que ya sirvió como diplomático de la Santa Sede en países
como Egipto, Congo, Paraguay o Países Bajos.
Dada su experiencia diplomática y su labor actual en tierra de misión considera
muy positiva la medida del Papa y además habla de la situación que se vive en
estos países azotados por la guerra y la violencia:
- Como nuncio ha
conocido muy de cerca los territorios de misión. ¿Qué puede aportar un año de
experiencia en la misión para un estudiante de la Academia Pontificia
Eclesiástica?
- Yo creo que conocer de cerca esa realidad es
siempre positivo, en el sentido de que para tomar conciencia de las urgencias,
de las necesidades y problemas que existen en estos contextos, es necesario
vivirlos. Por mucho que uno cuente o explique, hay ciertas realidades que necesitan palparse. Por eso yo creo
que esto será siempre interesante y oportuno en la formación de los
futuros diplomáticos.
-¿Se sabe ya
cómo se va a poder aplicar la invitación del Papa?
- Lo que el Papa dice en la carta es que esta
invitación todavía tiene
que concretarse a través de la Secretaría de Estado y la sección del
personal -la Tercera Sección-, que el Papa ha instituido. Veremos cómo se
coordina y concreta. Todo está pendiente, en la carta dice que debería comenzar
a partir del próximo curso 2020/2021.
-Usted ha estado
en Chad, República Centroafricana, Países Bajos, Paraguay, Egipto, República
Democrática del Congo… ¿Qué ha aprendido usted en países tan diferentes?
- Lo primero que impacta, y que uno descubre es la
universalidad del mensaje cristiano, la catolicidad. Impresiona ver cómo el anuncio del Evangelio es capaz de entrar
y de concretarse en las realidades culturales distintas de todos estos países;
y ver cómo es capaz de echar raíces e ir poco a poco transformando esa realidad
a la luz del Evangelio. Esta experiencia de participar en la Iglesia universal
en la que -aunque estés en diferentes países de África, en algún país
centroamericano o en los países de Europa- hay esa percepción clara de
pertenecer a esa realidad eclesial, a esa fe en Jesucristo que es universal, y
que es compartida y celebrada en esos diferentes ambientes. Esta es la primera
experiencia que impacta y que es muy gratificante.
- ¿Cree que esto
que ha aprendido es positivo conocerlo antes incluso de empezar la carrera de
diplomático?
Lo importante es que uno tenga la actitud de estar
disponible, y de ir con mucha humildad a donde se te destine y a donde la Santa
Sede decida enviarte. Y luego, es importante ser consciente de que lo que uno
viene es a trabajar y servir a la iglesia local a la que se nos envía. Y sobre
todo, es necesario también
tener la conciencia de que lo más importante de la Iglesia es anunciar el
Evangelio. Esto es lo decisivo y lo que da razón a nuestra presencia,
llevar esa Buena Noticia a todas las gentes.
Evidentemente, conociendo mejor esa realidad uno siempre va a poder
servir mejor. De todas las maneras, el instrumento diplomático tiene también sus
ámbitos y sus contextos. Pero creo que como iniciativa, esta invitación del
Papa es positiva.
-Está usted en
un país muy difícil. ¿Cómo es su experiencia allí, cómo es el anuncio de Cristo
en un contexto tan complicado?
- El primer destino que tuve fue precisamente este,
República Centroafricana y Chad, que son dos países que tienen el mismo nuncio. Vivimos la realidad de estar
en este país que sufre, que vive las consecuencias de una guerra larga, de un
conflicto bélico que ha degenerado, que todavía tiene picos de tensión y
violencia importantes, que encuentra muchas dificultades para caminar por el
camino de la paz.
Al mismo tiempo vivimos una experiencia de sorpresa y admiración ante lo que la
Iglesia local, a pesar de las dificultades, es capaz de testimoniar, celebrar y
de vivir. Y de ser ella misma un signo y testimonio de esperanza para
un país que necesita urgentemente de signos visibles de esa esperanza, que le
impliquen a trabajar y a comprometerse por intentar mejorar a todos los niveles
la realidad presente. Es admirable, e invita a seguir trabajando y creyendo que
es posible, y que tiene que ser posible, un presente y un futuro mejor para
esta gente, para este país, y esta realidad en la que yo estoy e intento dar lo
mejor de mí.
Fuente: Obras Misionales Pontificias