La hermana
Primi Vela Goicoechea, de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, comparte lo
que están viviendo en la India, con las restricciones que sufren los más pobres
por la actual pandemia
Foto: Religión en Libertad |
La misionera explica que “teniendo en cuenta que la India tiene una
población de 1.370 millones de habitantes el número de afectados fue creciendo
muy lentamente en el país.
El excesivo calor, el tipo de alimentación quizás ayudaban a que el
virus no se propagase en un principio. También que el 70% de la India es rural,
con poblados muy alejados e interiores”. Hasta el momento ha habido 4.172
fallecidos.
“En estos
meses de vivencia de la pandemia”, continúa la hermana, “es alentador que
muchas personas y organizaciones en la India se hayan unido al gobierno para
enfrentar el desafío del coronavirus. Con cada día que pasaba, los lazos de
cooperación se fortalecían.
La sociedad india se dio cuenta de sus responsabilidades y adoptó el
distanciamiento social para un bien común mayor. También el carácter compasivo
del pueblo indio se está viendo continuamente en las ayudas de unos a otros”.
Aún así el problema principal que sufrió el país fue el de los 139 millones de
emigrantes internos.
La mayoría procedentes de los Estados de Bihar y Uttar Pradesh,
ambos en el norte en la frontera con Nepal. Allí hay pobreza, falta de
oportunidades y desempleo, por eso se desplazan a las inmensas ciudades del
resto del país buscando un trabajo, el que sea, y la mayoría lo consigue.
Durante estas semanas de confinamiento, “estos trabajadores
migrantes no pueden alimentar a sus familias, pagar sus alquileres o sobrevivir
en las ciudades debido al bloqueo que afecta a los trabajos de construcción,
manufactura, restaurantes, viajes y ayuda doméstica”.
Así que, cuenta la hermana Vela, “millones de indios sin trabajo
ahora, lucharon por volver a sus pueblos. El bloqueo los tomó por sorpresa a
millones de migrantes, dejándolos sin tiempo para regresar a casa. Cientos de
miles de ellos se vieron varados en las estaciones de autobuses, caminando a
sus pueblos a cientos de kilómetros de distancia”.
En cuanto al distanciamiento social “solo puede darse si tienes una
casa bastante grande, pero en la India, es un privilegio poder mantenerlo
cuando la mayoría de la población está acurrucada de cinco a seis personas en
una habitación. Unos 100 millones de hogares tienen solo una habitación”.
Aparte de
la acción del gobierno, la Iglesia Católica en India, dice esta misionera
española, aunque numéricamente pequeña, “está a la vanguardia en medio de la
situación manifestando la amplitud de su corazón, cooperando voluntariamente
con todos y cada uno, para asegurarse de que nadie, ya sea viejo o joven, niño
o de mediana edad, se acueste con hambre, está ocupada refugiando a los
migrantes y alimentando a los pobres cuyas vidas se han convertido en una
pesadilla por lo que está sucediendo desde el brote del virus”.
Sobre Bombay cuenta que “nuestro Cardenal Oswald Gracias ha creado
en la diócesis el Crisis Management Team, que coordina todas nuestras
actividades de las Parroquias, Instituciones Religiosas, ONGs, Grupos Voluntarios…”.
La comunidad de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, en esta
gran ciudad, “ha tenido la suerte de tener a nuestro lado al Departamento de
Policía del barrio. No solo dándonos la licencia en este confinamiento tan
riguroso y que tanto protegen, de libre movimiento para ayudar a los demás sino
que nos proporcionan material y ayuda para poder distribuir”. Incluso les
dieron un camión “cargado a tope de verduras frescas”.
Las hermanas seleccionaron varias zonas de extrema necesidad, “sobre
todo las situadas en áreas muy interiores donde es difícil ir y visitamos esas
familias dándoles la alegría de que la vida sigue sin temor, que tienen
asegurada su alimentación. En algunas de estas zonas la misma policía nos ayuda
en la distribución. Se les da lo básico para vivir, arroz, trigo, aceite,
azúcar, verduras…. Y seguiremos haciéndolo mientras dure la necesidad”.
Fuente:
OMPRESS