"Os pido oraciones, especialmente por la paz en los corazones, para que desaparezca el odio y para que haya reconciliación, perdón, misericordia."
Un cordial saludo desde Caracas, Venezuela. Quizá nombrar en estos momentos este país es evocar noticias tristes, crisis, conflicto, muertes, heridos, arrestos y, lo más doloroso, división entre hermanos. Nosotros tenemos en nuestra historia una guerra civil, y no lo deseamos para nadie más.
En estos momentos somos una comunidad de 13 consagradas y 4 colaboradoras
(jóvenes que dan uno o varios años de su vida al servicio de la Iglesia, donde
se las necesite). Entre todas colaboramos y buscamos la extensión del Reino de
Dios en los corazones y en la sociedad, en varios campos de misión: la
educación, la familia, la niñez y juventud, la formación en la fe y la evangelización
en zonas humildes con misiones, directamente e indirectamente a través de ETC
(Evangelizadores a tiempo completo) que son personas que reciben formación y
acompañamiento para “trabajar” apoyando a los párrocos en la evangelización.
Estoy aquí desde
septiembre de 2008. ¡Ya más de cinco años, muy feliz! Cuando llegué, me
encontré un país con sus luces y sombras, como cualquier país. Las sombras
están saliendo a la luz pública internacional desde hace varias semanas. Así
que voy a compartir algunas de sus luces: cuenta con playas “espectaculares”
(vocablo que usan mucho por aquí) como Morrocoy, Tucacas, Margarita, isla la
Tortuga, isla de Coche, Supí, Adícora y los Roques; montes y montañas como el
cerro el Ávila en Caracas, pico el Águila y numerosas montañas en Mérida, y los
Andes; cascadas y saltos de agua como el conocido Salto Ángel; la Gran Sabana
con sus tepuyes como el Roraima; el puente de Maracaibo que une dos ciudades;
la laguna de Sinamaica, con palafitos, de la cultura indígena de los guajiros;
el Estado Zulia con la mayoría del petróleo del país; los médanos de Coro
(montañas de arena, moldeadas por el aire, que cambian de forma a cada
momento)… una amplia y rica gama de paisajes.Unos los he podido conocer
personalmente, otros en fotos.
Pero la riqueza que me conquistó fue la de los
venezolanos: he encontrado gente muy cordial, afectuosa, cercana, acogedora,
abierta, con calidez humana, solidaridad, con gran sentido del humor,
emprendedora, de gran generosidad, algunos magnánimos, con un habitual “a la
orden” en los labios y en el corazón. La difícil situación que se está viviendo
quizá ha opacado en algunos de ellos estas cualidades, o las ha contenido como
una presa de agua; pero están ahí. Os pido oraciones, especialmente por la paz
en los corazones, para que desaparezca el odio y para que haya reconciliación,
perdón, misericordia. Mucha misericordia que, como dijo el Papa Francisco hace
unos días, es el camino de la paz para el mundo.

Uno siembra y Dios
se encarga de regar y dar “su” fruto a “su” tiempo. Y, a veces, por su
misericordia, nos permite ver algunos de los milagros y frutos que el Espíritu
Santo va obrando: parejas que superan dificultades y crisis después de
Renovaciones matrimoniales, sesiones de acompañamiento y oración; adultos que
se confiesan y retoman su fe, después de años de alejamiento. Una profesora,
después de varios años de rechazo y resistencia a la práctica de la fe por “el
testimonio de fanatismo de su suegra”, llega un día llorando y diciendo: “ahora
entiendo a mi suegra”. Todavía hoy no ha podido dejar de llorar, lágrimas como
las de Pedro, cada vez que habla o recuerda cómo Dios la ama, a pesar de su
actitud pasada. Llora en la Misa, llora al rezar el rosario, al conocer más de
su fe…
Una mamá, después de una sesión sobre el quinto mandamiento y explicar
los medios de fecundación asistida, se acerca y dice: yo iba a recurrir a la
FIV (fecundación in vitro), pero después de esta charla, ya no podría. Todos
los martes a las 7:45 de la mañana, tenemos en la capilla del colegio una de
mis “actividades” favoritas: el rosario con cantos para María, nuestra querida
madre. Hace unos meses, una mamá asidua al rosario y que hacía dos años se
había ido a vivir fuera, comentaba que debía su reconversión a María, porque
ella en uno de esos rosarios, le dijo: “vuelve”. Por una situación personal no
se sentía digna de ir a misa; y la Virgen, con su ternura maternal, en un
rosario, la volvió a acercar.
Y sólo Dios sabe cuántas almas ha tocado… y
seguirá tocando. Les pido a Dios y a María, y os pido a vosotros, que os unáis
en esta petición: que nos hagan dóciles instrumentos del Espíritu Santo,
instrumentos de su amor. Lo que más necesitan las almas es encontrarse con
Jesucristo, experimentar el amor misericordioso de “Papá Dios”, como
cariñosamente le llaman por aquí a Dios.
En Semana Santa solemos
tener misiones durante toda la semana, aprovechando que aquí las clases
terminan el jueves anterior a viernes de concilio o de pasión. Se forman grupos
para adolescentes, jóvenes y familias. Como en tantos lugares, hay zonas
humildes donde los párrocos no abarcan todas las comunidades que tienen que
atender. La llegada de misioneros y misioneras, con padres legionarios, en esta
época del año, es una pequeña ayuda, un refuerzo que agradecen y, a veces,
fortalece su vocación. Al final de las misiones el año pasado, un párroco de
una difícil localidad, agradeció al
grupo de misioneras su testimonio de alegría y entusiasmo, y su apoyo; pues les
confesó que estabapasando por un momento difícil. Muchas
veces, la mayoría, las evangelizadas son las mismas misioneras, creen que van a
dar y terminan recibiendo mucho más.
En fin, estemos donde
estemos y hagamos lo que hagamos, lo importante es ser lo que somos, y amar a los
demás con el amor recibido de Jesucristo, ¡así que urge que nos dejemos amar
por Dios!
Me despido con un “hasta
luego”. ¡Que Dios y María os bendigan! Con un fuerte abrazo y la seguridad de
mis oraciones,
Elena de Andrés
Caracas, Venezuela, 31 de marzo de 2014