"Antes de subir la montaña tuvimos que salvar el
río Lai atravesando a pie un desvencijado puente. Procuraba no mirar hacia
abajo, porque el rugir del agua pasando por debajo de producía
vértigo, pero tenía que hacerlo porque había grandes huecos entre las
tablas del puente. La gente del lugar lo cruza con facilidad, así que ellos me
dieron los nervios suficientes para atravesarlo sano y salvo".
El obispo
de Mendi (Papúa-Nueva Guinea), Donald Lippert, quien se hizo
cargo de la diócesis en 2012 tras cinco años como misionero en ella, cuenta así la aventura que vivió el día del Corpus Christi.
Este franciscano, norteamericano de Pittsburgh destinado ahora en Oceanía,
trataba de llegar y llegó a la iglesia de San Miguel, en Kurumb, un poblado
situado sobre un escarpado monte selvático donde le esperaban nada menos
que doscientos jóvenes para ser confirmados.
Allí se llega tras
un largo recorrido a pie que sigue a hora y media de trayecto en vehículo de
motor a través de sendas tan hermosas como arriesgadas. Pero vale la
pena. El recibimiento es espectacular, con tambores, cantos,
danzas y atavíos tradicionales.
Uno de los chicos que se confirmaban le
obsequió con un sombrero con plumas: "Dijo que representaba el hecho de
que yo era el ´jefe´ de los católicos de la provincia. Me sentí honrado
con el obsequio", afirma monseñor Lippert.
En la homilía, explicó que "la Eucaristía
es el alimento que necesitamos para el camino, y el Espíritu
Santo es el fuego que necesitamos para cumplir nuestra misión de llevar
la Buena Nueva a todos los pueblos".
Comentando el impacto de la
ceremonia sobre los nativos, el obispo dijo que "algunos estaban visiblemente
conmovidos por este importante momento en sus vidas. Sus ojos se veían plenos de
esperanza y de promesas de una vida vivida en el Señor a pesar de los
problemas y las dificultades".
Pero no es sólo él quien lleva la
gracia de Dios al poblado, también siente que la recibe en el cumplimiento de su
tarea pastoral: "Debo confesar que en estas ocasiones me siento un poco
como debieron sentirse Pedro, Santiago y Juan cuando bajaron con Jesús
del Monte Tabor tras experimentar la gloria de la
Transfiguración".
Fuente: ReL