De aire dulce y sosegado, Savim, de 22 años, es el
benjamín de los siete seminaristas iraquíes siríacos del seminario de Ankawa, el
suburbio cristiano de la capital del Kurdistán iraquí, Erbil. Con su primer año
de filosofía acabado, Savim sigue convencido de convertirse en sacerdote
siriaco católico, a pesar de que muchos le tratan de “loco” y de las
persecuciones que ha sufrido su comunidad, expulsada de la llanura de Nínive por
los yihadistas del Estado Islámico.
El sueño del
seminario
Entrar al seminario era su sueño desde hacía mucho tiempo.
Aunque sus problemas familiares acapararon su atención durante un tiempo, Savim
nunca dejó de pensar en su vocación. En 2008 fue obligado a salir de
Mosul con su familia, amenazado a causa de su fe. Tenía 15 años. “Hubo un
intento de atentado con bomba en nuestra iglesia”, recuerda, “entonces decidí
quedarme a dormir por la noche en la iglesia para
protegerla”.
Pero las amenazas contra el joven y su familia se
intensificaron en la segunda ciudad del país y él mismo, su madre, sus tres
hermanas y su hermano pequeño fueron obligados a huir a la cristiana
Qaraqosh.
Un
diploma de electricista
Con su diploma profesional de electricista en
el bolsillo, el joven empezó a trabajar en una empresa situada cerca de Erbil.
Cuando Qaraqosh se vació de sus habitantes por primera vez, la noche del
12 al 13 de junio de 2014, Savim no temió la ofensiva yihadista y se marchó al
seminario para ofrecer su ayuda.
Los habitantes volvieron y la
vida retomó su curso, hasta la noche del 7 de agosto de 2014. Por segunda vez,
la mayor ciudad cristiana iraquí fue abandonada por sus habitantes. Y no han
vuelto y hoy se concentran en campos de refugiados diseminados por el Kurdistán
iraquí.
Savim y los seminaristas no huyeron inmediatamente, pero al día
siguiente fueron obligados a salir de su ciudad y a caminar durante horas y
pasar los puestos de control para alcanzar Erbil.
Una vocación anterior a
la presencia del Estado Islámico
Desde el curso 2012-2013, el joven iraquí
había pedido al arzobispo siriaco católico de Mosul y Qaraqosh, monseñor Petros
Mouche, la autorización para entrar al seminario. El prelado se opuso a su
entrada inmediata y le recomendó estudiar en la universidad de Mosul. Savim
obedeció y volvió entonces a la gran ciudad sunita, que finalmente tuvo que
abandonar también porque la situación era demasiado
peligrosa.
Tras la caída definitiva de Qaraqosh, monseñor Mouche
accedió finalmente al querer del joven cristiano. Desde su entrada en
septiembre de 2014, Savim empezó sus estudios en el seminario de Ankawa: acaba
de finalizar su primer año de filosofía y le queda uno antes de los dos años de
teología y los tres de pastoral.
Paralelamente, prepara a niños de catequesis para
la Primera Comunión, organiza actividades de tipo espiritual y social con otros
seminaristas caldeos y siriacos, y organiza actividades con niños desplazados,
como voleibol, coral…
“Ayudar a la
gente”
“Ayudar a la gente. La gente necesita que se le
escuche, necesitan esperanza”, es lo que le gusta hacer y lo que lo ha
llevado querer ser sacerdote. “Están contentos cuando ven un joven que
sin estar totalmente desprovisto de dinero escoge ser sacerdote en Irak antes
que irse del país”.
No todos lo aprueban, empezando por su
madre, que se opone a esta vocación. “Yo era el hombre de la casa desde
que mi padre se fue”, explica el seminarista. A los que le dicen que
está “loco”, él prefiere no responderles “para no darles poder sobre mí
mismo”.
¿Qué le ayuda a mantenerse? “La oración es lo primero en
la vida". Su obispo decidirá si permanece en Irak o no, pero Savim está
convencido de que puede ser feliz en su país.
Fuente: ReL