Llevo ya trece años como misionera, y, sí, mi sueño se ha cumplido: seguir a Jesús en Zambia, un país con niños y niñas maravillosos
Eulalia
Capdevila es misionera Comboniana en Zambia. De pequeña sentía pasión por
África y soñaba con viajar a ese continente y además soñaba hacerlo de una
manera muy especial en medio de todos los miles de misioneros que iban a este
continente.
Me llamo
Eulalia, pero muchos me conocen como Lali. Yo de niña soñaba con ir a
África.
De ella oía hablar a mi padre, a sus amigos, y a la revista misionera Aguiluchos. Mientras recogía fruta en el campo de mi padre o vendía verdura en el mercado de Barcelona con mi madre, mi imaginación volaba hacia la tierra África, poblada por amigos imaginarios con los cuales quería compartir mi vida.
De ella oía hablar a mi padre, a sus amigos, y a la revista misionera Aguiluchos. Mientras recogía fruta en el campo de mi padre o vendía verdura en el mercado de Barcelona con mi madre, mi imaginación volaba hacia la tierra África, poblada por amigos imaginarios con los cuales quería compartir mi vida.
Me acuerdo
que en mis dibujos me gustaba pintar a un Jesús muy grande que mandaba
a sus misioneros por todo el mundo. Yo siempre me veía allí, particularmente
entre los misioneros enviados que alcanzaban el
continente africano.
Cuando un
día, mi profesora del cole preferida, la Hna. María Teresa Vives, se despidió
de nuestra clase de cuarto, yo tenía nueve años. Nos dijo que nos tenía que
dejar, respondiendo a una llamada de Jesús. ¿Cómo es posible? ¿Nos abandona? ¿Y
quién me va a enseñar a tocar la flauta? ¿Y qué voy a hacer sin ella? La idea
de que se fuera de entrada no me gustó. Cuando nos explicó que se iba al Congo,
donde había niños y niñas mucho más necesitados que nosotros, que no tenían un
lugar donde aprender y sin maestros que les dieran lecciones se me encendió una
luz en el corazón.
Por primera
vez entendí que para poder ser enviado, para poder ser misionera, yo tenía que
escuchar la llamada de Jesús y tomar una decisión que tenía un precio.
Mi llamada
llegó a los quince años, en un momento muy difícil, justo cuando me descubría,
con mis límites y capacidades y me asaltaban mil preguntas sobre la vida y su
sentido. Jesús me quería para sí mismo y dedicada enteramente para su misión.
Descubrir eso me hizo ¡muy feliz!
Tardé unos
cuantos años en hacer un camino de aceptación de mi misma y de Jesús que me
quería con un amor sin condiciones. A los 23 años, después de terminar mis
estudios en agricultura, me uní a las Misioneras Combonianas.
Llevo ya
trece años como misionera, y, sí, mi sueño se ha cumplido: seguir a Jesús en
Zambia,un país con niños y niñas maravillosos.