En
la Solemnidad de Pentecostés se hizo público el Mensaje del Santo
Padre Francisco con motivo de la Jornada Misionera Mundial 2017 que
se celebrará el próximo 22 de octubre
La
misión en el corazón de la fe cristiana
Queridos
hermanos y hermanas:
Este
año la Jornada Mundial de las Misiones nos vuelve a convocar entorno a la
persona de Jesús, «el primero y el más grande evangelizador» (Pablo VI, Exhort.
ap. Evangelii nuntiandi, 7), que nos llama continuamente a anunciar el
Evangelio del amor de Dios Padre con la fuerza del Espíritu Santo.
Esta Jornada nos invita a reflexionar de nuevo sobre la misión en el corazón de la fe cristiana. De hecho, la Iglesia es misionera por naturaleza; si no lo fuera, no sería la Iglesia de Cristo, sino que sería sólo una asociación entre muchas otras, que terminaría rápidamente agotando su propósito y desapareciendo.
Por ello, se nos invita a hacernos algunas preguntas que tocan nuestra identidad cristiana y nuestras responsabilidades como creyentes, en un mundo confundido por tantas ilusiones, herido por grandes frustraciones y desgarrado por numerosas guerras fratricidas, que afectan de forma injusta sobre todo a los inocentes. ¿Cuál es el fundamento de la misión? ¿Cuál es el corazón de la misión? ¿Cuáles son las actitudes vitales de la misión?
Esta Jornada nos invita a reflexionar de nuevo sobre la misión en el corazón de la fe cristiana. De hecho, la Iglesia es misionera por naturaleza; si no lo fuera, no sería la Iglesia de Cristo, sino que sería sólo una asociación entre muchas otras, que terminaría rápidamente agotando su propósito y desapareciendo.
Por ello, se nos invita a hacernos algunas preguntas que tocan nuestra identidad cristiana y nuestras responsabilidades como creyentes, en un mundo confundido por tantas ilusiones, herido por grandes frustraciones y desgarrado por numerosas guerras fratricidas, que afectan de forma injusta sobre todo a los inocentes. ¿Cuál es el fundamento de la misión? ¿Cuál es el corazón de la misión? ¿Cuáles son las actitudes vitales de la misión?
La
misión y el poder transformador del Evangelio de Cristo, Camino, Verdad y Vida
1.
La misión de la Iglesia, destinada a todas las personas de buena voluntad, está
fundada sobre la fuerza transformadora del Evangelio. El Evangelio es la Buena
Nueva que trae consigo una alegría contagiosa, porque contiene y ofrece una
vida nueva: la de Cristo resucitado, el cual, comunicando su Espíritu dador de
vida, se convierte en Camino, Verdad y Vida por nosotros (cf. Jn 14,6).
Es Camino que nos invita a seguirlo con confianza y valor. Al seguir a Jesús
como nuestro Camino, experimentamos la Verdad y recibimos su Vida, que es la
plena comunión con Dios Padre en la fuerza del Espíritu Santo, que nos libera
de toda forma de egoísmo y es fuente de creatividad en el amor.
2.
Dios Padre desea esta transformación existencial de sus hijos e hijas;
transformación que se expresa como culto en espíritu y en verdad (cf. Jn 4,23-24),
en una vida animada por el Espíritu Santo en la imitación del Hijo Jesús, para
gloria de Dios Padre. «La gloria de Dios es el hombre viviente» (Ireneo, Adversus
haereses IV, 20,7). De este modo, el anuncio del Evangelio se convierte en
palabra viva y eficaz que realiza lo que proclama (cf. Is 55,10-11),
es decir Jesucristo, el cual continuamente se hace carne en cada situación
humana (cf. Jn 1,14).
La misión y el kairos de
Cristo
3.
La misión de la Iglesia no es la propagación de una ideología religiosa, ni
tampoco la propuesta de una ética sublime. Muchos movimientos del mundo saben
proponer grandes ideales o expresiones éticas sublimes. A través de la misión
de la Iglesia, Jesucristo sigue evangelizando y actuando; por eso, ella
representa el kairos, el tiempo propicio de la salvación en la historia. A
través del anuncio del Evangelio, Jesús se convierte de nuevo en contemporáneo
nuestro, de modo que quienes lo acogen con fe y amor experimentan la fuerza
transformadora de su Espíritu de Resucitado que fecunda lo humano y la
creación, como la lluvia lo hace con la tierra. «Su resurrección no es algo del
pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que
todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la
resurrección. Es una fuerza imparable» (Exhort. ap. Evangelii gaudium,
276).
4.
Recordemos siempre que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o
una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona,
que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva»
(Benedicto XVI, Carta enc. Deus caritas est, 1). El Evangelio es una
persona, que continuamente se ofrece y continuamente invita a los que la
reciben con fe humilde y laboriosa a compartir su vida mediante la
participación efectiva en su misterio pascual de muerte y resurrección. El
Evangelio se convierte así, por medio del Bautismo, en fuente de vida nueva,
libre del dominio del pecado, iluminada y transformada por el Espíritu Santo;
por medio de la Confirmación, se hace unción fortalecedora que, gracias al
mismo Espíritu, indica caminos y estrategias nuevas de testimonio y de
proximidad; y por medio de la Eucaristía se convierte en el alimento del hombre
nuevo, «medicina de inmortalidad» (Ignacio de Antioquía, Epístola ad
Ephesios, 20,2).
5.
El mundo necesita el Evangelio de Jesucristo como algo esencial. Él, a través
de la Iglesia, continúa su misión de Buen Samaritano, curando las heridas
sangrantes de la humanidad, y de Buen Pastor, buscando sin descanso a quienes
se han perdido por caminos tortuosos y sin una meta. Gracias a Dios no faltan
experiencias significativas que dan testimonio de la fuerza transformadora del
Evangelio. Pienso en el gesto de aquel estudiante Dinka que, a costa de su
propia vida, protegió a un estudiante de la tribu Nuer que iba a ser asesinado.
Pienso en aquella celebración eucarística en Kitgum, en el norte de Uganda, por
aquel entonces, ensangrentada por la ferocidad de un grupo de rebeldes, cuando
un misionero hizo repetir al pueblo las palabras de Jesús en la cruz: «Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», como expresión del grito
desesperado de los hermanos y hermanas del Señor crucificado. Esa celebración
fue para la gente una fuente de gran consuelo y valor. Y podemos pensar en
muchos, numerosísimos testimonios de cómo el Evangelio ayuda a superar la
cerrazón, los conflictos, el racismo, el tribalismo, promoviendo en todas
partes y entre todos la reconciliación, la fraternidad y el saber compartir.
La
misión inspira una espiritualidad de éxodo continuo, peregrinación y exilio
6.
La misión de la Iglesia está animada por una espiritualidad de éxodo continuo.
Se trata de «salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las
periferias que necesitan la luz del Evangelio» (Exhort. ap. Evangelii
gaudium, 20). La misión de la Iglesia estimula una actitud de continua
peregrinación a través de los diversos desiertos de la vida, a través de las
diferentes experiencias de hambre y sed, de verdad y de justicia. La misión de
la Iglesia propone una experiencia de continuo exilio, para hacer sentir al
hombre, sediento de infinito, su condición de exiliado en camino hacia la
patria final, entre el «ya» y el «todavía no» del Reino de los Cielos.
7.
La misión dice a la Iglesia que ella no es un fin en sí misma, sino que es un
humilde instrumento y mediación del Reino. Una Iglesia autorreferencial, que se
complace en éxitos terrenos, no es la Iglesia de Cristo, no es su cuerpo
crucificado y glorioso. Es por eso que debemos preferir «una Iglesia
accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia
enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades»
(ibíd., 49).
Los jóvenes, esperanza de
la misión
8.
Los jóvenes son la esperanza de la misión. La persona de Jesús y la Buena Nueva
proclamada por él siguen fascinando a muchos jóvenes. Ellos buscan caminos en
los que poner en práctica el valor y los impulsos del corazón al servicio de la
humanidad. «Son muchos los jóvenes que se solidarizan ante los males del mundo
y se embarcan en diversas formas de militancia y voluntariado [...]. ¡Qué bueno
es que los jóvenes sean “callejeros de la fe”, felices de llevar a Jesucristo a
cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!» (ibíd., 106). La
próxima Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tendrá lugar
en el año 2018 sobre el tema «los jóvenes, la fe y el discernimiento
vocacional», se presenta como una oportunidad providencial para involucrar a
los jóvenes en la responsabilidad misionera, que necesita de su rica
imaginación y creatividad.
El servicio de las Obras
Misionales Pontificias
9.
Las Obras Misionales Pontificias son un instrumento precioso para suscitar en
cada comunidad cristiana el deseo de salir de sus propias fronteras y sus
seguridades, y remar mar adentro para anunciar el Evangelio a todos. A través
de una profunda espiritualidad misionera, que hay que vivir a diario, de un compromiso
constante de formación y animación misionera, muchachos, jóvenes, adultos,
familias, sacerdotes, religiosos y obispos se involucran para que crezca en
cada uno un corazón misionero. La Jornada Mundial de las Misiones, promovida
por la Obra de la Propagación de la Fe, es una ocasión favorable para que el
corazón misionero de las comunidades cristianas participe, a través de la
oración, del testimonio de vida y de la comunión de bienes, en la respuesta a
las graves y vastas necesidades de la evangelización.
Hacer misión con María,
Madre de la evangelización
10.
Queridos hermanos y hermanas, hagamos misión inspirándonos en María, Madre de
la evangelización. Ella, movida por el Espíritu, recibió la Palabra de vida en
lo más profundo de su fe humilde. Que la Virgen nos ayude a decir nuestro «sí»
en la urgencia de hacer resonar la Buena Nueva de Jesús en nuestro tiempo; que
nos obtenga un nuevo celo de resucitados para llevar a todos el Evangelio de la
vida que vence a la muerte; que interceda por nosotros para que podamos
adquirir la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el
don de la salvación.
Fuente:
Radio Vaticano