“Bautizados
y enviados: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo”, es el tema en el cual
se centra el Mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial de las Misiones
2019, que se celebrará el próximo 20 de octubre
“La Iglesia está en misión en el mundo: la fe
en Jesucristo nos da la dimensión justa de todas las cosas haciéndonos ver el
mundo con los ojos y el corazón de Dios; la esperanza nos abre a los horizontes
eternos de la vida divina de la que participamos verdaderamente; la caridad,
que pregustamos en los sacramentos y en el amor fraterno, nos conduce hasta los
confines de la tierra”, lo escribe el Papa Francisco en su Mensaje para la Jornada Mundial de la Misiones que
se celebrará el próximo 20 de octubre y que fue dado a conocer este Domingo en
la Solemnidad de Pentecostés.
Es importante renovar el
compromiso misionero
En su mensaje, el Santo Padre recuerda que
ha pedido a toda la Iglesia que durante el mes de octubre de 2019 se viva un
tiempo misionero extraordinario, para conmemorar el centenario de la
promulgación de la Carta Apostólica Maximum illud del Papa Benedicto
XV (30 noviembre 1919). “La visión profética de su propuesta apostólica –
señala el Pontífice – me ha confirmado que hoy sigue siendo importante renovar
el compromiso misionero de la Iglesia, impulsar evangélicamente su misión de
anunciar y llevar al mundo la salvación de Jesucristo, muerto y resucitado”.
La comunión con Dios, es
fuente de vida
Asimismo,
el Papa Francisco recuerda que, el título del presente mensaje es igual al tema
del Octubre misionero: Bautizados y enviados: la Iglesia de Cristo en
misión en el mundo. “La celebración de este mes – precisa el Pontífice – nos
ayudará en primer lugar a volver a encontrar el sentido misionero de nuestra
adhesión de fe a Jesucristo, fe que hemos recibido gratuitamente como un don en
el bautismo. Nuestra pertenencia filial a Dios no es un acto individual sino
eclesial: la comunión con Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, es fuente de una
vida nueva junto a tantos otros hermanos y hermanas”.
Dimensión teologal de la
misión
Por
ello, el Obispo de Roma exhorta que, la Iglesia está en misión en el mundo: la
fe en Jesucristo nos da la dimensión justa de todas las cosas haciéndonos ver
el mundo con los ojos y el corazón de Dios; la esperanza nos abre a los
horizontes eternos de la vida divina de la que participamos verdaderamente; la
caridad, que pregustamos en los sacramentos y en el amor fraterno, nos conduce
hasta los confines de la tierra (cf. Mi 5,3; Mt 28,19; Hch 1,8; Rm 10,18).
“Una Iglesia en salida
hasta los últimos confines exige una conversión misionera constante y
permanente”
La misión en el mundo es
fruto del amor de Dios
La
misión, subraya el Santo Padre, es un mandato que nos toca de cerca: yo soy
siempre una misión; tú eres siempre una misión; todo bautizado y bautizada es
una misión. Quien ama se pone en movimiento, sale de sí mismo, es atraído y
atrae, se da al otro y teje relaciones que generan vida. Para el amor de Dios
nadie es inútil e insignificante. Cada uno de nosotros es una misión en el
mundo porque es fruto del amor de Dios. Aun cuando mi padre y mi madre hubieran
traicionado el amor con la mentira, el odio y la infidelidad, Dios nunca
renuncia al don de la vida, sino que destina a todos sus hijos, desde siempre,
a su vida divina y eterna.
El
bautismo, cumplimiento de la promesa de Dios
En
este sentido, el Papa Francisco recuerda que, todo bautizado está llamado a
salir en misión. “El bautismo es realmente necesario para la salvación porque
nos garantiza que somos hijos e hijas en la casa del Padre, siempre y en todas
partes, nunca huérfanos, extranjeros o esclavos. Lo que en el cristiano es
realidad sacramental —cuyo cumplimiento es la eucaristía—, permanece como
vocación y destino para todo hombre y mujer que espera la conversión y la
salvación. De hecho, el bautismo es cumplimiento de la promesa del don divino
que hace al ser humano hijo en el Hijo”.
Buscar la auténtica
fraternidad universal
Nuestra misión, puntualiza el Santo Padre,
radica en la paternidad de Dios y en la maternidad de la Iglesia. “Este envío compete
al cristiano, para que a nadie le falte el anuncio de su vocación a hijo
adoptivo, la certeza de su dignidad personal y del valor intrínseco de toda
vida humana desde su concepción hasta la muerte natural. El secularismo
creciente, cuando se hace rechazo positivo y cultural de la activa paternidad
de Dios en nuestra historia, impide toda auténtica fraternidad universal, que
se expresa en el respeto recíproco de la vida de cada uno”.
“Sin el Dios de
Jesucristo, toda diferencia se reduce a una amenaza infernal haciendo imposible
cualquier acogida fraterna y la unidad fecunda del género humano”
La universalidad divina de
la misión de la Iglesia
En
su Carta Apostólica Maximum illud, el Papa recordaba que la universalidad
divina de la misión de la Iglesia exige la salida de una pertenencia exclusiva
a la propia patria y a la propia etnia. La apertura de la cultura y de la
comunidad a la novedad salvífica de Jesucristo requiere la superación de toda
introversión étnica y eclesial impropia. También hoy la Iglesia sigue
necesitando hombres y mujeres que, en virtud de su bautismo, respondan
generosamente a la llamada a salir de su propia casa, su propia familia, su
propia patria, su propia lengua, su propia Iglesia local. Ellos son enviados a
las gentes en el mundo que aún no está transfigurado por los sacramentos de
Jesucristo y de su santa Iglesia.
En sintonía con el Sínodo
Panamazónico
La
coincidencia providencial con la celebración del Sínodo especial de los Obispos
para la región Panamazónica me lleva a destacar que la misión confiada por
Jesús, con el don de su espíritu, sigue siendo actual y necesaria también para
los habitantes de esas tierras. Un Pentecostés renovado abre las puertas de la
Iglesia para que ninguna cultura permanezca cerrada en sí misma y ningún pueblo
se quede aislado, sino que se abran a la comunión universal de la fe. Que nadie
se quede encerrado en el propio yo, en la autorreferencialidad de la propia
pertenencia étnica y religiosa. La pascua de Jesús rompe los estrechos límites
de mundos, religiones y culturas, llamándolos a crecer en el respeto por la
dignidad del hombre y de la mujer, hacia una conversión cada vez más plena a la
verdad del Señor resucitado que nos da a todos la vida verdadera.
“Confiemos a María,
nuestra Madre, la misión de la Iglesia. La Virgen, unida a su Hijo desde la
encarnación, se puso en movimiento, participó totalmente en la misión de Jesús,
misión que a los pies de la cruz se convirtió también en su propia misión:
colaborar como Madre de la Iglesia que en el Espíritu y en la fe engendra
nuevos hijos e hijas de Dios”
¿Qué significa conocer y
acoger a Cristo?
Además,
recordando las palabras del papa Benedicto XVI al comienzo del encuentro de
Obispos latinoamericanos en Aparecida, Brasil, en el año 2007, el Obispo de
Roma se pregunta: ¿Qué ha significado la aceptación de la fe cristiana para los
pueblos de América Latina y del Caribe? Para ellos ha significado conocer y
acoger a Cristo, el Dios desconocido que sus antepasados, sin saberlo, buscaban
en sus ricas tradiciones religiosas. “Cristo era el Salvador que anhelaban
silenciosamente. Ha significado también haber recibido, con las aguas del
bautismo, la vida divina que los hizo hijos de Dios por adopción; haber
recibido, además, el Espíritu Santo que ha venido a fecundar sus culturas,
purificándolas y desarrollando los numerosos gérmenes y semillas que el Verbo
encarnado había puesto en ellas, orientándolas así por los caminos del
Evangelio”.
“A los misioneros, a las
misioneras y a todos los que en virtud del propio bautismo participan de algún
modo en la misión de la Iglesia, les envío de corazón mi bendición”
Obras Misionales
Pontificias, instrumento misionero
Antes
de concluir, el Papa Francisco señala que, las Obras Misionales Pontificias, ya
propuestas como instrumento misionero en la Maximum illud, ahora se
presentan como un servicio a la universalidad eclesial en la forma de una red
global que apoya al Papa en su compromiso misionero mediante la oración, alma
de la misión, y la caridad de los cristianos dispersos por el mundo entero. Sus
donativos ayudan al Papa en la evangelización de las Iglesias particulares
(Obra de la Propagación de la Fe), en la formación del clero local (Obra de San
Pedro Apóstol), en la educación de una conciencia misionera de los niños de
todo el mundo (Obra de la Infancia Misionera) y en la formación misionera de la
fe de los cristianos (Pontificia Unión Misional).
Renato
Martínez – Ciudad del Vaticano
Vatican
News