En agosto una familia cristiana en la ciudad de Anyang invitó al coro y los músicos de su iglesia a cantar himnos tras la muerte de un miembro de su familia. Cuando las autoridades supieron de esto, amenazaron con arrestar a cualquier persona que asistiera al funeral. Por esa razón nadie asistió.
El 8 de mayo las autoridades penalizaron a una iglesia en Anyang por permitir que un coro y músicos asistieran a la boda de un miembro del grupo. Los oficiales reprendieron severamente al líder de la iglesia y ordenaron que se cerrara durante un mes.
En agosto, un pastor y unos diez miembros
de una iglesia asistieron a un funeral vestidos de blanco y portando pancartas,
una tradición china para estas ocasiones. Sin embargo la policía llegó y
dispersó a los asistentes.
“No quisimos desobedecer, sabiendo que las iglesias pueden ser demolidas por oponerse al gobierno”, dijo el pastor a quien se le prohibió en enero asistir a otro funeral.
Estas restricciones también han afectado a personas de otras religiones. En la provincia de Liaoning en el noreste del país, un budista fue arrestado en abril y también en junio por cantar sutras (enseñanzas) para una persona fallecida. En ambas ocasiones fue acusado por “organizar privadamente un evento religioso”.
Luego del segundo arresto las autoridades
contrataron a unas 80 personas para demoler la casa del hombre donde la
población se reunía para cantar a sus fallecidos. La policía confiscó todos los
objetos propiamente budistas del domicilio. “Yo solo quería ayudar a la gente”,
dijo el hombre.