Klara Duha y niños. Crédito: Facebook Klara Duha |
Al inicio sus padres se oponían a su vocación y le exigían que cumpla el deber de ayudarlos, pues era la segunda de 10 hermanos. Años más tarde, en 1977, la hermana Klara se unió a la congregación franciscana con el apoyo de sus padres y en 1988 recibió sus votos perpetuos.
Muchos años después de ingresar a la orden y gracias a una experiencia que la conmovió profundamente, la religiosa descubrió su llamado de ayudar a los niños abandonados.
La hermana Klara relató que un día encontró a una bebé de un mes de nacida que sufría hidrocefalia, enfermedad producida por un exceso de líquido acumulado en el cerebro, cuyos padres sentían vergüenza de llevar al hospital e incluso querían arrojarlo al mar por la condición con la que nació, a la que consideraban “una maldición”.
La
religiosa llevó a la bebé al Hospital Santa Elisabeth, dirigido por la
congregación franciscana en Semarang, Java Central (Indonesia), para que le
operaran. Después de que la niña fue sanada, la hermana Klara la entregó a los
padres de la pequeña, pero ellos se negaron a recibirla debido a su aspecto
“terrible”. Fue entonces que “decidí cuidar de la niña yo misma”, dijo.
Desde
el 2006, luego de esa experiencia y al ver que “el niño estaba bien cuidado”,
más niños fueron confiados a su tutela por encargo de sacerdotes en cuyas
parroquias había niños con discapacidades e hidrocefalia. La religiosa aceptó
al ver que los padres de estos niños eran “demasiado pobres”.
La
religiosa dijo que también cuidaba a niños con enfermedades en las aldeas
locales. “Muchos niños en Nias sufren de hidrocefalia, labio leporino y algunos
están paralizados. Muchos padres afirman que es una maldición, por lo que no
cuidan a sus hijos”, explicó.
Si
bien en el pasado la religiosa pensaba “construir una clínica para ayudar a las
personas enfermas en Nias”, pronto notó que “muchos de los enfermos eran
niños”, entonces “cambió de opinión y estableció un orfanato para alojarlos y
tratarlos”.
Hoy
en día la niña que salvó, llamada Noverdelina Duha, tiene 14 años y es parte de
los 85 menores de entre dos meses y 18 años del orfanato Faomasi Santa
Elisabeth, que fundó en 2008 con el apoyo del Rotary Club. Del total de niños,
60 asisten a escuelas desde la primaria hasta el nivel superior.
“Podría
haber muerto o haber sido arrojada al mar por mis padres si no fuera por la
hermana Klara. Sobreviví gracias a su amor”, dijo Noverdelina, que actualmente
cursa la escuela secundaria y ayuda a la religiosa en el cuidado y educación de
los más pequeños del orfanato.
Sor
Klara cumple la misión que considera un regalo de Dios a través de la Iglesia
bajo el lema “Amar a Dios, amar al prójimo”. De esta frase nació el nombre
“Faomasi”, que significa “amor” en el idioma nias. El edificio de usos
múltiples que dirige con el apoyo de ocho personas fue construido por Kompas,
el periódico más grande de Indonesia.
Debido a su sostenida labor y su pasión por
cuidar a los niños abandonados, Sor Klara fue llamada el “ángel de la guarda”
de los niños de Sumatra. “Los compadezco. Simplemente no puedo permitir que
niños inocentes sufran o sean abandonados. Debo salvarlos”, señaló y expresó su
tristeza pues los niños no reciben la visita de sus familiares.
Para la religiosa cuidarlos le da una
alegría desbordante que deviene “de una vida de oración y la generosidad de los
donantes”. Si bien “aún no ha recibido ningún apoyo del gobierno local”,
“muchos católicos y organizaciones” apoyan al orfanato económicamente.
Explicó que ella solo tiene fe y voluntad
para ayudar a las personas, y que Dios trabaja en poner los medios. Al
respecto, destacó el apoyo de un médico alemán “que contribuye cada mes al
orfanato”.
“No tengo dudas a la hora de aceptar a los
niños”, dijo. “Dios me los trae y debo ayudarlos. Varias personas dijeron que
estoy loca porque me vieron sin dinero, pero yo puedo ayudar a los niños”,
afirmó.
“Soy tan pobre como los niños, pero Dios ha
motivado a los donantes a ayudarlos. Es un problema de humanidad del que todos
debemos preocuparnos”, concluyó.
Fuente:
ACI