Hna. Rosa con un anciano de su Residencia de Dete |
Hacer la presentación de alguien con quien has convivido y compartido
ilusiones, proyectos y esperanzas, es fácil.
Hoy os presento el testimonio de parte de su vida, aunque algo tan rico no
se puede expresar en unos pocos párrafos, y sobre todo, de alguien que ha
pasado haciendo en bien allí donde ha estado compartiendo su trabajo misionero.
Nos cuenta la Hna. Rosa: "Mi ilusión siempre fue África y así
llegué a Zimbabwe en Marzo de 1981 justo 1 año después de la independencia
Llegaba cargada de ilusión y con el inglés aprendido, cosa que muchas de mis hermanas
no tuvieron esa oportunidad."
Queridos-as amigos-as,
Me han pedido que escriba algo
sobre mi experiencia en misiones, todos los tiempos y medios son buenos para
poder comunicarse y más ahora con estas nuevas tecnologías que tenéis por aquí
(yo os confieso que a mí me asustan), aunque también reconozco que éstas son
buenas sí se usan para comunicar algo positivo. Y así como estamos en el Año de
la Fe, yo quiero compartir con vosotros-as mi experiencia en la LLAMADA que el
Señor me hizo un día.
Antes de nada me presento:Soy Rosa Abad de las Misioneras
Hijas del Calvario donde llegué hace 43 años. Yo siempre quise seguir el buen
ejemplo de mi madre, quería hacer algo por los demás. Por diversos motivos tuve
que esperar hasta cumplir los 21 años para poder cumplir mi deseo y hoy doy
gracias a Dios porque ello me ha ayudado siempre a seguir adelante en medio de
dificultades, purificándome muchas veces, pero confiando que si era cosa de
Dios, ÉL no me podía dejar.
Mi ilusión siempre fue África y
así llegué a Zimbabwe en Marzo de 1981 justo 1 año después de la
independencia Llegaba cargada de ilusión
y con el inglés aprendido, cosa que muchas de mis hermanas no tuvieron esa
oportunidad. Yo lo pude hacer porque cuando me destinaron a Rhodesia(que así se
llamaba entonces) había guerra y entonces no era prudente entrar en el país;
total que cómo podéis ver, tuve la suerte de llegar a un país libre y lleno de
ilusión. Mi primer destino fue a una misión
llamada de Sagrado Corazón; estaba encargada de los club de costura
mientras me ponía en manos de un experto en lenguas, el P. A. Moreno, para que
me enseñara Nambyia que es una de las lenguas que allí se hablan y me ponía un
poco al corriente de su cultura y costumbres. También estaba en una nueva
comunidad y tenía que aprender mucho pues era una comunidad internacional
compuesta por hermanas españolas y locales de diversas tribus y lenguas.
Al principio piensas que el
aprender otra lengua y cultura es algo así como un estudio que al final te dan
el diploma y ya “has pasado la hoja”. Cuando va pasando el tiempo, descubres
que hay muchos tropiezos, que no se llega y que no entiendes; pues bien todo
ello se debe a que estamos vivos y a la vida nunca se la puede atar y siempre
evoluciona. Y ¡ay! del que se crea por encima de los demás, cuando menos lo
piense, en cualquier situación o acontecimiento ¡zas! se rompen los moldes y te
das el batacazo. Bueno pues algo así he pasado yo. Por otra parte descubres la
gran riqueza que encierra la vida y cuando logras un pequeño avance, venga de
donde venga, al terminar el día no dejas de dar gracias a Dios por ello; has
abierto los ojos del corazón para ver que TODO viene de EL. Esto me llevó a
descubrir que todos somos DON y como don en la medida que lo ponemos al
servicio de los demás, haremos que la vida siga creciendo.
Después de unos años en mi
trabajo de costura y pastoral con las mujeres, mis superioras me pidieron ir
por 6 meses a ayudar a la Casa de ancianos. Esto fue en Abril del 1986, hoy
estamos en el 2012 y continuo con los ancianos. Comparto con ellos-as su vejez,
esa vejez a la que todos llegaremos tarde o temprano pues como yo digo: Una vez
nacido, todos tenemos nuestro carné de identidad y aquí nadie puede robar o
adelantar al otro.
Los ancianos me están enseñando a
vivir; están cargados de historia y en este caso, de muchas desgracias ya que
los que están en la Casa, ninguno tiene (oficialmente familia) ni pensión con
la que disfrutar un poco, como diríamos en la lengua común: son el deshecho de
la sociedad. Yo os puedo decir que ellos con su historia, su vida me han
enseñado y enriquecido; a mí en muchas cosas; también “enfadado” pero el cariño
y el amor siempre vence; ELLOS son los que me han evangelizado a mí pues me
ayudan a ser mejor persona ya que me dan la oportunidad de luchar por darles
una vida tranquila y feliz en sus últimos días y mucho cariño; aunque muchas
veces pienso que es mucho más lo que de ellos recibo.
L o que si os puedo decir que desde que se
abrió la Casa en 1983, ya han partido a la casa del PADRE más de 115 ancianos-as,
y que cuando otro parte, un trocito de mi corazón se va con él pues a la muerte
nadie se acostumbra. Y también que todos los que trabajamos con ellos-as, nos
quedamos contentos, hemos tratado de cuidarles y hacerles felices y se han ido
con la paz de ir a reunirse con sus antepasados, con el buen Dios
misericordioso que a todos nos espera.
Y para terminar deciros que TODOS
y cada uno debemos abrirnos a la vida, al otro; es verdad que estamos pasando
tiempos difíciles, yo ahora me encuentro en España dando trabajo a los médicos
y espero poder regresar pronto a Zimbabwe después de algunos “arreglos”, pero
siempre hay ALGUIEN en la vida a quien dar una mano, una sonrisa, una ayuda
económica etc... y SIEMPRE SIEMPRE dar
gracias a Dios por el DON de la vida. Que EL nos ayude a cada uno de nosotros a
descubrir ese don que llevamos dentro para ponerlo al SERVICIO de los demás.
Con cariño y junto con mi
oración,
Hna. Rosa Abad