Hace 10 años el Papa Benedicto XVI creaba la fundación Domus
Missionalis, destinada a acoger a todos aquellos jóvenes de territorios de
misión – medio millar cada año -, que los obispos y superiores de congregaciones
envían a Roma a formarse. Más que una “Domus” – una casa – hay que hablar de
cuatro: el colegio de San Pedro Apóstol, el colegio de San Pablo Apóstol, la
casa Pablo VI y el colegio Mater Ecclesiae.
Las tres primeras “domus” están en
Roma, la última, en Castelgandolfo. Poca gente sabe que la mayor parte del
“Palacio del Papa” en esta localidad de las colinas cercanas a Roma, y que sirve
de residencia estival de los Papas, está dedicada a acoger a más de 120
religiosas.
Llegadas de todo el mundo, sobre todo de África, se forman para ser
las futuras responsables de los centros misioneros, de los colegios y de sus
propias congregaciones. Además de sacerdotes, religiosas y religiosos, en estos
colegios – fieles imágenes de sus Iglesias de origen – también se acoge a
catequistas, tan importantes en la evangelización y en la formación en la
fe.
Muchas
congregaciones tienen casas en Roma y muchas diócesis del mundo envían y
financian la formación de algunos de sus sacerdotes en la Ciudad Eterna. Las
diócesis de los territorios de misión, al igual que las congregaciones que se
han suscitado en estos países, no tienen la posibilidad de dar apoyo económico a
sus vocaciones para que se formen en las mejores universidades eclesiásticas del
mundo, sitas casi todas en Roma.
La Universidad Gregoriana, la Lateranense, el
Angelicum o la misma Urbaniana, más volcada en las misiones, son sólo algunas.
Pero también están los institutos especializados, como el Pontificio Instituto
de Estudios Árabes e Islámicos o el Pontificio Instituto Bíblico.
Son las Obras
Misionales Pontificias, gracias a la generosidad de los católicos de todo el
mundo con las misiones, las que sostienen económicamente las “domus” e intentan
que no les falte de nada. De esta manera, quienes son acogidos en ellas, pueden
aprovechar al máximo y sin distracciones el tiempo y unos medios de formación, a
los que no podrían acceder en sus países de origen.
Es una oportunidad para cada
uno de ellos de abrir su corazón a los horizontes de la Iglesia universal desde
la misma Roma. Y esta universalidad será la que lleven de vuelta a sus países,
cuando se conviertan en rectores de seminarios, profesores o responsables de
tareas pastorales. Una universalidad que también se respira en el día a día.
Cada colegio es un “planeta en miniatura”, con jóvenes llegados, sobre todo, de
África y Asia y, en menor número, de América y Oceanía.
España está
vinculada a Domus Missionalis no sólo por la generosidad con las Obras
Misionales sino también a través del Director Nacional, D. Anastasio Gil, que
acaba de ser renovado por tres años más como miembro del Consejo de
Administración de esta fundación.
Fuente: OMPRESS