En el norte de Camerún hay una fuerte infiltración
de los Boko Haram [grupo terrorista yihadista de origen nigeriano,
ndReL], que llegan desde el estado de Borno, en el norte de Nigeria, donde
ya está vigente la ley coránica “sharia” y donde cada día escuelas y aldeas
cristianas son víctimas de los extremistas del islam.
La frontera entre
Camerún y Nigeria pasa, a lo largo de dos mil kilómetros, por forestas y estepas
que no tienen ninguna barrera divisoria.
Los Boko Haram entran
fácilmente y reclutan a jóvenes musulmanes en paro, mandan 250 dólares
al mes a sus familias (los profesores y el personal de enfermería gana
unos 70-80 dólares al mes); si además estos jóvenes quieren retirarse, les
cortan la garganta a ellos y a sus familiares en Camerún; asaltan las aldeas,
detienen a los autocares del servicio estatal masacrando a los musulmanes que no
saben leer el Corán y a los hombres cristianos, mientras se llevan a sus mujeres
y a sus hijos a Nigeria como rehenes.
Los occidentales se van... menos
los misioneros
Las embajadas occidentales han ordenado a sus
ciudadanos que abandonen el norte de Camerún, dividido del Sur, donde el
Islam está poco presente, por 900 kilómetros de foresta.
¿Quién
se ha quedado en el norte? Misioneros y religiosas para asistir a sus
cristianos. En el norte de Camerún viven aproximadamente 7 millones de
habitantes, un millón y medio de musulmanes y 350.000 cristianos, pero
la mayoría de la población es aún animista y varias tribus tienden a
convertirse a Cristo. Estamos en una verdadera misión ad
gentes.
Si en el norte no hubiera personal religioso extranjero,
las cuatro diócesis locales no podrían sobrevivir. Desde 1967 el PIME [el
Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras, institución misionera de origen
italiano, ndReL] está presente en el sur de Camerún y desde 1974 en el
norte, donde trabaja en dos diócesis (Maroua y Yagoua) y sobre todo con dos
tribus, Ghizigà y Toupurì, con una docena de sacerdotes y hermanos,
entre los cuales un sacerdote indio, Xavier Ambati, que tiene una
historia interesante.
Nacido en 1968 en Nandigama, en Andhra Pradesh, de
padres que habían sido docentes en escuelas luteranas, Xavier
sigue hablando con admiración aún hoy de la rigurosa formación de los luteranos.
A los 22 años, cuando estudiaba en la Universidad, se convirtió a la
Iglesia católica y fue ordenado sacerdote del Pime en 2003.
Misionero en la
frontera de Boko Haram
Xavier Ambati vive desde hace 11 años en el
norte de Camerún y en los últimos años en contacto con el islam extremista y los
Boko Haram. Al principio estuvo en Mouturwa, parroquia fundada por el PIME y
después entregada al obispo local.
El padre Xavier fue después a
Kousseri (ciudad islámica, cien mil habitantes) en la frontera con Chad y
Nigeria, donde el padre Giovanni Malvestio estaba construyendo la
iglesia, la escuela y varias obras parroquiales para los pocos cristianos de la
ciudad. Mientras estaba en Kousseri, de lunes a viernes el padre Xavier iba a
fundar la iglesia en Wazà, cerca del homónimo Parque Nacional, a 7 km. de
Nigeria; el sábado y el domingo volvía a Kousseri para ayuda en la pastoral
dominical.
Entrevistado en Milán, el padre Xavier relata:
«En Wazà un
misionero francés había construido un gran sala de obra que servía tanto de
iglesia como de lugar de reunión y escuela. Yo no tenía casa y dormía
sobre un colchón en la iglesia. Venían conmigo 5-6 jóvenes cristianos
de Kousseri: nos reuníamos con la gente, hablábamos de Jesucristo y de
la Iglesia, íbamos por las aldeas buscando a los cristianos, pero eran pocos.
Nos dábamos a conocer como misión católica que tenía que nacer en Wazà
y dejábamos imágenes de Jesús y de la Virgen en sus cabañas.
Quien estaba interesado en el cristianismo nos daba su nombre y prometía volver.
Yo hablaba francés, los jóvenes traducían a la lengua local. A veces celebraba
la misa con la capilla llena de gente pero pocos, además de mis jóvenes,
comulgaban. En seis o siete aldeas construí la capilla con barro y paja,
como signo que deseaban conocer el cristianismo».
«En 2014 los
Boko Haram se infiltraron en Camerún provenientes de Nigeria; el ejército
camerunés intervino y en Navidad y Pascua de 2013, cuando celebrábamos la misa,
los soldados que defendían la iglesia eran treinta y la gente casi toda ella
animista. En las regiones de frontera entre cristianismo e islam, si los
animistas no se convierten enseguida al cristianismo, se convierten en
musulmanes. En el mundo moderno, el animismo ya no cuenta para nada,
por lo que hay que elegir: o convertirse en cristiano o ser obligados a
convertirse en musulmanes».
«Con los jóvenes católicos que
venían conmigo llevábamos desde Kousseri algo para comer, pero en general
comíamos lo que tenían las familias en las aldeas. A veces yo compraba en los
mercados locales algo de mijo y comíamos polenta de mijo con alguna de las
familias; y con la polenta pescado seco y otros animales de la foresta como
topos y hierbas de la foresta hervidas. Esto era lo que comía la gente y también
era para nosotros, - mañana, mediodía y noche -, nuestra comida. Una verdadera
penitencia pero los jóvenes que estaban conmigo lo hacían con
gusto».
Jóvenes cristianos para la
misión
«La celebración de la Navidad de 2012 fue una de las más
solemnes que he celebrado en Wazà, poco tiempo antes de que llegaran los chinos.
Para prepararnos a la Navidad organicé, con la ayuda del padre Giovanni
Malvestìo y el sacerdote diocesano don David Menema (colaborador suyo en
Kousserì), un “Campo de trabajo para jóvenes” de cinco días, como se
hace en Italia. Fue un éxito notable en esa pequeña ciudad aislada
cercana al Parque Nacional, también porque la Navidad es sentida por los
musulmanes como una fiesta religiosa popular para todos».
«La
vigilia de Navidad fui de Kousserì a Wazà con un seminarista y seis jóvenes
cristianos y fuimos bien acogidos por las autoridades civiles, los líderes
tradicionales y de las otras religiones. Después de la cena preparamos la Misa
de Navidad, para lo que habíamos explicado el significado de la fiesta,
enseñando algunos cantos y enseñando concretamente cómo se celebra la Misa del
día después con música, cantos, velas, incienso y una procesión en la que
participaron todos. El día de Navidad, que era domingo, celebramos la Misa y
contamos con la presencia de las autoridades de Wazà, muchos jóvenes y gente del
lugar. Nunca había visto una ceremonia y una fiesta tan
solemnes».
«Después de la comida visitamos una aldea a 15 km.
del centro llamado Tagawa, con habitantes tupuri y massá. Participaron los
jóvenes de Wazà y Kousserì y algunos funcionarios locales y levantamos
el entusiasmo de la aldea con animaciones en su lengua; enseguida
varias familias expresaron su deseo de convertirse al
cristianismo. El líder local del islam animó a la gente a construir una
capilla para rezar juntos, ¡algo que hicimos después!»
«El lunes fuimos a
visitar otras dos aldeas: Jiguina (15 km.) con una sola familia católica y el
resto musulmanas; en el segundo, Madà (a 5 km.) había una mujer protestante. En
ambas aldeas presentamos el Evangelio, enseñando el Padre Nuestro. El día
siguiente visitamos la aldea de Bonderi con un programa similar; esta aldea
estaba compuesta por 50 familias de religión tradicional y algunas familias
cristianas de las cuales tres católicas y un protestante que deseaba entrar en
la familia católica. En esta aldea tuvimos más tiempo y bendijimos las
cabañas y visitamos a los enfermos; la gente expresó su deseo de tener
una presencia regular del sacerdote. El último día concelebramos de nuevo la
misa en Wazà atrayendo de nuevo a muchas personas y familias; cerramos el Campo
con la promesa de hacer otro en Pascua».
«Estos cinco días fueron muy
positivos, tanto por el entusiasmo de los jóvenes locales y los que me
acompañaban de Kousserì, como por la importancia que ha tenido la presencia
del seminarista de la diócesis de Yagoua, mandado por su
obispo, que durante todo el tiempo de permanencia guió la oración de la
noche y el Rosario, impartiendo además una pequeña catequesis diaria a los
jóvenes presentes. Precisamente estos jóvenes locales prepararon nuestra
presencia proporcionando el alojamiento y la comida de la mejor manera
posible en una situación de gran pobreza».
Boko Haram secuestra a los
trabajadores chinos
«En las aldeas de la futura parroquia de Wazà el
gobierno de Camerún está construyendo una carretera que sale de Kousseri en
dirección sur, también para determinar la frontera con Nigeria. En 2013
llegaron chinos para construir la carretera para el gobierno camerunés,
de norte a sur, más de mil kilómetros; esta carretera pasa precisamente cerca de
nuestra capilla y conviví durante muchos meses con los chinos, divididos en
grupo a lo largo del trazado. El grupo que estaba en Wazà tenía grandes
maquinarias para trabajar, camiones, excavadores, caterpillar, etc. Los
chinos vivían en casas prefabricadas traídas desde China, que montaban y
desmontaban llevándoselas luego; producían también su energía
eléctrica».
«En los primeros meses de 2014, un día de repente surgieron
del Parque Nacional de Wazà unos 300 hombres de Boko Haram, todos ellos
armados y encapuchados. Rodearon el campo chino y se llevaron una
docena de jefes, directores y técnicos, pero no a los trabajadores
chinos, que son prisioneros que China ha liberado para que trabajen en lugares
peligrosos. Los prisioneros de nuestro grupo eran unos 70, hacían los
trabajos más difíciles y contrataban también a trabajadores locales, pero los
africanos no quieren trabajar para ellos porque hay que trabajar mucho y se les
paga poquísimo. He oído decir que en China proponen esto a los prisioneros:
si van a trabajar al extranjero para China no sé durante cuantos años,
después son libres».
«Había unos treinta militares cameruneses
para defender a los chinos: algunos de ellos dispararon pero fueron abatidos;
los otros, viendo esa legión de guerrilleros, huyeron. La gente de Wazà me ha
dicho que los Boko Haram eran un verdadero ejército, imposible
detenerlos. Por suerte vinieron un día que yo estaba en Kousseri con
los jóvenes cristianos, porque nos hubieran secuestrado también a nosotros. Me
han dicho que se llevaron a los jefes chinos al estado nigeriano en la
frontera donde mandan ellos y hasta el día de hoy sé que no los han
liberado. Después de este hecho, el superior del Pime en Camerún y también el
obispo me dijeron que tenía que irme de allí, ¡era demasiado
peligroso!».
Crear
una parroquia en zona animista
«Algunos meses más tarde, el obispo de
Yagoua me mandó a fundar una parroquia en Wagà, a unos 120 km. de
Nigeria y en la frontera con Chad, país éste también con una fuerte
presencia de Boko Haram, que en el norte de Camerún ya está presente en todas
partes. También aquí duermo en la gran iglesia de barro y paja.
Empiezo a tomar contacto con las aldeas animistas donde encuentro algunas
familias católicas que agradecen que haya ido a verles».
«En los últimos
meses he estado en Magà con el padre Giuseppe Parietti para ver la situación;
nos hemos quedado algunos días y hemos visitado algunas aldeas. Es
verdaderamente una misión ad gentes, con muchos animistas que
quieren convertirse al cristianismo. En Magà la situación es la misma
que en todo el norte de Camerún. La mayoría de los habitantes (que pertenecen a
distintas etnias o tribus) son aún animistas. Cada aldea o familia va a lo suyo
y no tiene ningún punto de referencia para la vida moderna, ningún apoyo o
protección. También los jóvenes de la tribu, educados al culto de los
espíritus de la aldea, de la tribu o la familia, se encuentran desplazados y
aislados, mientras que los cristianos y los musulmanes tienen el Libro
(Biblia o Corán) y la Iglesia o la "umma" islámica. Es inevitable, como sucede
en todo el norte de Camerún, que se imponga la elección de una religión
adecuada para los tiempos modernos».
«Al principio de septiembre
vuelvo a Camerún e iré a Magà para empezar la parroquia. Debe de haber un
centenar de cristianos dispersos en varias aldeas, pero sin sacerdote residente
desde hace años: no sé aún cuantos quedan. Hay también tres religiosas
africanas que han empezado una escuela de primaria, construida por las
religiosas canadienses. En su casa las hermanas tienen una pequeña
capilla, pero demasiado pequeña para la parroquia. Hace muchos años
había un misionero francés que iba a Magà una vez al mes, había bautizado a
muchos y usaba un cobertizo de paja que hoy está inseguro y con el
techo agujereado en varias partes. Hay que repararlo, porque yo duermo en la
iglesia. Para comer no tengo a nadie; el padre canadiense comía con las hermanas
canadienses, pero yo comeré solo. Al principio me llevarán algo los cristianos
de la aldea, luego buscaré a alguien que pueda cocinarme algo para comer, pero
pensaré en ello cuando esté allí. No creo que me muera de
hambre. Un misionero anciano me dijo que al inicio de una misión hay
que soportar unas cuantas penitencias, porque en la base de una Iglesia está la
Cruz de Jesucristo».
(Publicado originariamente en Tempi.it,/ReL)