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6 de abril de 2016

DOMINGO 17 DE ABRIL, JORNADA VOCACIONES NATIVAS: "CON PASIÓN Y COMPASIÓN"

Presentación de la Jornada de Vocaciones nativas y Jornada Mundial de Oración por las vocaciones que se celebran conjuntamente el 17 de abril de 2016

En el domingo “del Buen Pastor”, la Iglesia universal intensifica su oración por las vocaciones. Con alegría contemplamos que en los territorios de misión Dios suscita numerosas vocaciones como fruto de la palabra sembrada con esfuerzo por los misioneros y misioneras. Son la muestra que el Evangelio ha arraigado en una cultura y representa el futuro de esa Iglesia local. 

La vocación, don de la misericordia de Dios

Jesús, al sentir compasión por la multitud de quienes le seguían como ovejas sin pastor, pide a los apóstoles que rueguen “al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies” (Mt 9,38). De aquella mirada compasiva de amor brotaba la invitación a los discípulos a la oración por las vocaciones y al compromiso de salir al encuentro de las ovejas perdidas de Israel. Los había llamado para estar con Él y para anunciar la llegada del Reino. Es Dios quien toma la iniciativa en el envío a la misión, como un acto de su misericordia, pero pide una oración perseverante y confiada por las vocaciones; oración que no se puede separar de la necesidad de ayudarlas en el proceso de su formación, al servicio de la Iglesia universal.

El descenso de vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada en nuestras Iglesias contrasta con el número creciente de jóvenes en las comunidades cristianas de reciente implantación. La vocación es un don de Dios, que Él distribuye conforme a su misericordia y benevolencia. Su nacimiento no se ajusta a estadísticas. Las vocaciones son fruto del amor del Señor y de la generosa respuesta de los llamados, en el seno de una comunidad eclesial y familiar donde sea propicia la escucha y la respuesta. Los Hechos de los Apóstoles desvelan cómo brotaban las vocaciones en circunstancias providenciales, incluso dolorosas (cf. 8, 1-4).

Vocaciones nativas y vocaciones ad gentes

Las numerosas vocaciones en los territorios de misión son un claro indicador de cómo estas nacen cuando las comunidades cristianas tienen vibración de fe y compromiso evangelizador. Su origen está en el dinamismo de la actividad misionera. En estas comunidades pequeñas y pobres siguen apareciendo jóvenes cuya mirada se ha cruzado con la de Jesús; chicos y chicas que han sentido con Él la “com-pasión” por su pueblo. Son vocaciones surgidas como respuesta a la labor de los misioneros y misioneras y abiertas al gozo de trabajar en comunión con los sacerdotes y obispos locales, en el convencimiento de que “la causa común del Reino de Dios asocia íntimamente una y otra milicia de los mensajeros evangélicos para una colaboración siempre necesaria e indudablemente fructuosa” (Pablo VI, Mensaje para el DOMUND 1973).

Jesús sigue mirando con pasión a aquellos a quienes quiere asociar a su actividad misionera, de servicio, de entrega. Destaca, por su radicalidad, “la vocación especial de los misioneros ad vitam”, que “conserva toda su validez: representa el paradigma del compromiso misionero de la Iglesia, que siempre necesita donaciones radicales y totales, impulsos nuevos y valientes” (RM 66). Es la hora de descubrir cómo en ámbitos aparentemente inhóspitos Dios hace brotar estas muestras de amor y de ternura para con su pueblo. Es el momento de los testigos que muestran el rostro de Dios misericordia

Es el tiempo, asimismo, de cooperar económicamente para garantizar una sólida formación entre los llamados. Hay que atender con urgencia y solicitud a los sectores específicos de las vocaciones nacientes en la Iglesia universal, pero de manera particular en los territorios de misión. Por una parte, está el sostenimiento de los formadores y profesores de noviciados y seminarios, de quienes depende la maduración y discernimiento de esas vocaciones y que, desgraciadamente, carecen de recursos para dedicar su vida a esta tarea de formación. Ellos, con humildad, están dispuestos a ofrecer la misa por las intenciones de los donantes que, con sus limosnas, les ayudan a un justo sostenimiento. Por otra parte, en estos ámbitos de misión Dios también suscita monasterios de vida contemplativa, de mujeres y varones; monasterios que carecen de recursos para su sostenimiento. Desde aquí se les puede echar una mano, para que cada una de estas vocaciones pueda crecer y desarrollarse, como el grano de mostaza.

Anastasio Gil García
Director de OMP en España


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