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2 de septiembre de 2016

LA TRISTE SUERTE DE LOS CRISTIANOS EN ETIOPÍA

El atleta Feysa Lilesa llamó la atención sobre la situación del país al subir al podio olímpico en Rio

 “Si vuelvo a mi patria me matan. O me meten en la cárcel”. Palabras fuertes las que usó Feysa Lilesa al comentar su gesto de las manos atadas tras ganar una medalla de plata en las Olimpiadas de Rio. 

Un símbolo de protesta hacia el gobierno de Etiopía, acusado de oprimir al numeroso grupo étnico de los Omoro, al que pertenece el atleta: “Nos matan, nos meten en prisión. Las personas desaparecen: muchos miembros de mi familia ya no están, entre ellos mi padre”, explicaba Lilesa.

La foto de las manos atadas de Lilesa fue reproducida por todos los principales diarios (deportivos y no deportivos) del mundo. Y volvió la atención del mundo hacia el debate sobre los derechos humanos en Etiopía. Pero ¿cuál es la verdadera situación del país africano? ¿Y cuál es el papel de la religión en las tensiones étnicas y sociales?


Lo preguntamos a Mussie Zerai, sacerdote católico eritreo responsable de la Pastoral de los católicos eritreos en Suiza (donde vive).

Definido como “padre de los refugiados” por la revista Time, “Padre Moses”llegó a Roma a los 14 años como peticionario de asilo: allí conoció a un sacerdote británico que le ayudó a superar los obstáculos de la burocracia, una experiencia que marcó para siempre su fe y su vida.

Candidato Premio Nobel de la Paz en 2015 y conocido como “ángel de los prófugos”, el sacerdote escalabriniano ha fundado Habeshia, una ONG que trabaja por la integración de los inmigrantes procedentes de Etiopía, Eritrea y Somalia.

– Abba Mussie, el gesto de Feysa Lilesa ha devuelto a la actualidad la situación de Etiopía, país considerado amigo de Occidente pero con una situación interna, por decirlo así, particular.

La situación es “particular” desde hace mucho tiempo, en el ámbito de los derechos y las libertades democráticas. En concomitancia con las diversas elecciones celebradas hasta ahora ha habido muchas denuncias de abusos, malos tratos y arrestos arbitrarios. Estas y otras violaciones de los derechos humanos tienen que ver especialmente, aunque no solo, con la etnia Oromo.

En la región del Ogaden (al Sur, en la frontera con Somalia) hay en cambio otra situación de conflicto, debida a intereses de tipo económico y geopolítico. Aquí, algunos movimientos políticos, por varias razones históricas, piden la autonomía de la región, cuando no directamente la independencia. Por un motivo o por otro, hay grupos de ciudadanos que han colisionado con el gobierno central el cual responde con la represión y la agresión.

Desde noviembre del año pasado hasta hace pocos días, asistimos en el norte de Etiopía (en las áreas alrededor de Amhara, Gondar y Bahar Dar) a manifestaciones pacíficas contra el régimen. Pero fueron reprimidos con sangre, con cientos de muertos y decenas de miles de arrestos.

– Los territorios que ha mencionado son de mayoría cristiana. ¿Qué importancia tiene la pertenencia religiosa en este mosaico de tensiones sociales y políticas?

Sí, sobre todo en la Región de Amhara, la población es de mayoría cristiana. Estas personas han salido a la calle para pedir más derechos, más participación en la esfera política, económica y social del país. La riqueza está concentrada en las manos de pocos, hay una distancia abismal entre ricos y pobres. En los últimos años, algunas personas han acumulado dinero de manera desmesurada, mientras que otros no tienen nada.

A menudo, el poder se distribuye en base a la etnia. Etiopía tiene más de 94 millones de habitantes (con unas 80 etnias y 90 lenguas distintas) y hay una tasa altísima de paro. Los jóvenes, que no encuentran trabajo ni respuestas, desahogan su situación de indigencia y pobreza abrazando ideologías fuertes y radicales de tipo religioso.

– Además de las tensiones de las que habla, ¿es correcto decir que los cristianos son discriminados por parte de las instituciones?

Hay situaciones en las que los cristianos son discriminados, sobre todo en el centro-sur de Etiopía. En la región de Harar se han registrado infiltraciones por parte de algunos predicadores, procedentes de Pakistán o de otros territorios, que están radicalizando el Islam en Etiopía. Ha habido varios casos de iglesias cristianas quemadas. Hay varias señales en este sentido, por desgracia.

También en la capital Addis Abeba hay situaciones de discriminación, también por parte de las autoridades. Cuando los musulmanes piden un terreno para construir una mezquita, normalmente no hay problemas. Pero los cristianos que piden lo mismo encuentran muchas dificultades burocráticas, y a menudo no logran obtener los permisos. No se entiende por qué.

El papel determinante es de quien está en el gobierno local y municipal, que consigue controlar y manipular la situación, negando de hecho los derechos de los cristianos. Esto sucede en la ya citada región de Harar – de mayoría somalí – pero también en los territorios de los Oromo o de otras etnias.

– En la región de Harar, de mayoría somalí, ¿hay infiltraciones de al-Shabaab?

Estamos en la frontera, por tanto podrían darse. No tenemos certeza absoluta. Pero es evidente que hay predicadores extremistas que radicalizan el islam etíope. Esto se ha visto en varias manifestaciones organizadas por ellos, en las iglesias quemadas, en las personas asesinadas. En los últimos años ha habido un crecimiento gradual de estas señales.

– El cristianismo etíope tiene raíces antiquísimas, pero Etiopía tiene también una larga historia de relaciones entre cristianos y musulmanes, en general muy positivas. ¿Cree que existen las condiciones para salir de esta situación de alta tensión y recuperar la armonía intercultural?

Los musulmanes están muy agradecidos a Etiopía, porque es donde – durante la Pequeña Egira – los primeros seguidores de Mahoma encontraron refugio de las persecuciones paganas. Allí encontraron asilo y protección de los soberanos de la tierra de Arabia de entonces. Etiopía les mostró acogida y respeto. En su tradición sagrada, Etiopía se define como “tierra de paz”. Muchos la consideran casi un lugar sagrado. Algunos de los primeros seguidores de Mahoma están sepultados allí.

Es verdad, el actual proceso de radicalización amenaza con destruir siglos de convivencia pacífica que han caracterizado al país. Pero se puede poner un freno a esta deriva, centrándose en el diálogo religioso y aislando a los extremistas.

– Usted lleva a cabo su tarea pastoral en Suiza, principalmente entre etíopes y eritreos. ¿Las tensiones de sus países de origen influyen en su obra?

Mi labor con ellas se concreta en la asistencia espiritual y en el apoyo social. Les ayudo a comprender sus derechos, a desenredarse de la burocracia, a pedir de manera correcta el estatus de refugiado. En lo que se refiere a mi obra social, me relaciono con todos, sean cristianos o musulmanes. Mi ayuda va a quien lo necesita, no se puede elegir a qué prójimo sirves.

Fuente: Aleteia