Los misioneros, héroes anónimos, que en sus viajes al infierno acaban por alcanzar el cielo al juntar con ternura sus manos a otras manos
Excmos.
y Rvdmos. Sres. Obispos; Sr. Director Nacional de Obras Misionales Pontificias,
D. Anastasio Gil García; autoridades; misioneras y misioneros; señoras y
señores; queridos todos: buenas tardes.
Agradezco
de todo corazón que me hayan invitado a estar aquí, en esta Catedral que tanto
significado tiene en mi vida, y que durante unos minutos capte su atención con
estas palabras que a continuación les voy a leer.
Mujer
y cantante, es mi voz la de una católica poco practicante, pero con unas raíces
tan profundas, y una memoria tan ligada a la historia y a las celebraciones de
la Iglesia católica, que muchas veces tengo la sensación de ser una buena
cristiana.
Para
hablar sobre las misiones y la celebración del Domund en este año 2017, he
pensado hacerlo como si de una canción se tratara, haciendo este sencillo
pregón que lleva el título "Sé valiente, la misión te espera", y con
una estructura que contiene esta pequeña introducción, seguida de una estrofa,
después un estribillo, una segunda estrofa, estribillo, interludio o puente
para llegar al final, con el último estribillo.
Primera estrofa
Aprendemos
a convivir con la injusticia y la desigualdad, sin apenas advertirlas, como si
nuestro cerebro estuviera envuelto en brumas, y nuestro corazón anestesiado por
un consumismo que satisface los deseos inmediatos y efímeros y por el
hedonismo, tan bien considerado, provocando con ello indiferencia y despotismo,
que embrutecen y monopolizan nuestros sentimientos. Aun así, no conformes,
vamos añadiendo pesados fardos de temores, egos y miedos, haciendo cada día la
costra más dura, inmunizando los sentidos ante el callejón sin salida de la
pobreza que nos humilla.
Cada
vez es más difícil dejar de ser pobre, y la situación se enquista por las
carencias del sistema de protección y de las ayudas, por la precariedad laboral
y el desigual reparto de la riqueza.
La
vida es un combate constante entre dos fuerzas: por un lado, están aquellos que
son capaces de comportarse ordinariamente de manera inhumana, y en el otro
lado, en el otro bando, están los "soldados" o misioneros que, aun
conociendo la derrota y el desengaño, saben sobreponerse y con sus actos
reparar el daño causado por los primeros, a la vez que siembran nuevos caminos
con semillas que germinarán en los corazones de los desfavorecidos, hasta
llegar a la victoria.
Cuando
el tiempo se contabilizaba para mí de otra manera, las imágenes de unos niños
felices de piel oscura, que por primera vez vieron mis ojos en el salón de
actos de mi colegio, fueron el primer contacto que tuve con el Domund. Después
de ver ese documental, rodado en paisajes muy alejados y distintos, las
Hermanas Doroteas nos explicaron el significado de muchas palabras, entre las
que destacaban por su reiteración misericordia y caridad, virtudes y valores
que deberíamos incorporar a nuestras incipientes vidas, según nos dijeron, a
partir de ese momento. Esa lección puso las bases, y fomentó en aquel grupo de
niñas, nuestra futura predisposición a echar una mano al necesitado.
Hoy
día nos cuesta pronunciar palabras como caridad, siendo esta una virtud
superior de la moral cristiana que ha perdido significado en estas tres o
cuatro últimas décadas. -Las palabras también están a merced de la moda, se
desgastan, pierden protagonismo e importancia-.
En
algún momento de nuestra vida diaria tendremos que tender la mano al náufrago,
como dijo e hizo hace pocos meses el presidente de la ONG "Sea Eye",
"Ojo de la mar", quien defendió que "ayudar ante el peligro es
el deber de cualquier persona que esté en el mar, sin distingos a su origen,
color, religión o convicciones"; y para que ese "náufrago" pueda
continuar su travesía, necesitamos dedicarle unos minutos como los que algunos
dedicamos a nuestros abdominales y glúteos, u ofrecer un donativo que no
supondrá un gasto mayor que un botecito de crema antiarrugas o una hidratante
de manos.
Un
esfuerzo mínimo, semejante al que hacen algunas adolescentes al lanzar sin ton
ni son besos al aire.
Estribillo
La
belleza que provocan los pequeños gestos humanitarios regenera el mundo, y el
amor lo salva.
Segunda estrofa
Los misioneros
Son
esos seres elegidos para soportar las dificultades. Bravos y obedientes hijos
dotados de paciencia y fortaleza. Benevolentes con las debilidades. Ejemplos de
resistencia moral. Muestran diariamente cómo la compasión activa está en las
entrañas de su misión y va más allá de la solidaridad.
Sin
patrias ni banderas, abandonan el proyecto de vida propia, orientada hacia su
propio interés, por una comunión fraterna. -La libertad no es mayor cuando se
puede hacer lo que a uno se le antoja, sino cuando se elige lo bueno, lo bello
y lo verdadero, aun cuando esa decisión comporte el sacrificio de uno mismo por
un bien mayor-.
Héroes
anónimos, que en sus viajes al infierno acaban por alcanzar el cielo al juntar
con ternura sus manos a otras manos. Estos cerca de 13.000 misioneros españoles
están dispuestos y se empeñan en cruzar medio planeta para poner en práctica y
materializar su idealismo, saliendo de la comodidad de nuestro mundo cotidiano,
para escuchar el latido del dolor de los perseguidos, de los pordioseros y
marginados, llegando incluso a arriesgar la propia vida -que es una de las
expresiones más bellas y desinteresadas- para ofrecerles un chispazo de
esperanza y aportar dignidad allí donde no hay nada, porque todo ha sido
degradado, cuando no aniquilado.
En
estos casi cien años de celebración del Domund, la labor hecha por los
misioneros está rodeada de silencio, y aun así no falta la alegría en su
misión, a pesar de que puedan tener el pecho descarnado por muchas ausencias, o
porque hayan tenido fisuras en su integridad o propósitos a causa de sus dudas,
que no son otra cosa que la consecuencia inherente a la honestidad. Si
preguntáramos a cada uno de ellos por su labor, seguro que nos dirían que todo
lo que hacen o han hecho merece la pena. ¡Merece la pena el alivio de un paño
caliente ante el espanto, sacando a los desfavorecidos de las sombras de la
guerra, el terror, el odio fratricida o el hambre que padecen más de 800
millones de personas!
Tenemos
confianza en la ciencia, en la razón, en la cultura y en el poder que da el
progreso desde el siglo XVIII, pero eso no debiera impedirnos creer en la
misericordia que llega a través de la fe. Muchas veces las respuestas no están
en la profundidad del saber, porque ni siquiera el avance de la ciencia detiene
la miseria.
Somos
una nación antigua, que ha vivido con la alegría de ser cristiana, una doctrina
profunda del humanismo; una nación que abrió las puertas a la evangelización,
y, a través de ella, nos hemos unido a gentes de otros pueblos, conociendo sus culturas
y religiones, insertados en sus costumbres y tradiciones, aceptando de manera
natural que las verdades absolutas generan dolor y que llevar la fe a otros
destinos no debe tener como objetivo el dominio. Con la distancia que imponen
los siglos, hemos ido dando la espalda al trabajo espiritual, que podría
considerarse como un eco que se anticipara a la voz.
El
novelista Javier Cercas, en su libro El monarca de las sombras, dice
refiriéndose a su madre que "habita todavía en un mundo con Dios";
somos muchos los que vivimos con esa presencia que nos ampara ante la oscuridad
y nos ofrece una iluminación que avanza.
Para
que triunfe el mal, lo único necesario es que las personas buenas no hagan nada
para evitarlo, y en la vida solo hay dos opciones ante los problemas: esperar a
que otros los solucionen o poner de tu parte para solucionarlos; esta última
opción es la que habéis elegido los misioneros, religiosos y seglares.
Laicos
y cooperantes también ponen su esfuerzo personal, conocimiento profesional y aporte
económico a través de distintas organizaciones, como por ejemplo "Acción
contra el Hambre", "Save the Children", "África
directo", "Aldeas Infantiles", etc.
Un
grupo de personas, a través de nuestro Festival de La Luz que se celebra a
pocos kilómetros de aquí, en el Concello de Boimorto, hemos podido conocer el
trabajo de algunas de esas organizaciones, a las cuales ha ido a parar la
recaudación total de las entradas de cada edición del Festival, como por
ejemplo "Oxfam Intermón", "Banco de Alimentos" o
"Médicos sin Fronteras". También hemos sido testigos hace pocos años
de la labor ingente de la fundación Vicente Ferrer en la India, en una de las
regiones más pobres del país, Anantapur, en el estado Andhra Pradesh.
Para
cerrar esta estrofa dedicada a los misioneros, quiero destacar la labor
evangélica y social de las Obras Misionales Pontificias.
Estribillo
La
belleza que provocan los pequeños gestos humanitarios regenera el mundo, y el
amor lo salva.
Puente
La
bondad, esa virtud que algunos tienen y que, según dicen los especialistas en
neurociencia afectiva, se encuentra en la base de un cerebro sano, hace que los
poseedores de esa gracia perciban las cosas de otra manera. Mientras muchos
hacen ruido, unos pocos, con sus acciones calladas y generosas, dan ánimos a
los que parece que hubieran cometido el pecado de existir, sea en Siria, Sudán
del Sur, Yemen o en cualquiera de los más de 33 países con gravísimos
conflictos.
Ser
bueno es el más sutil de los egoísmos, porque serlo te recompensa con el placer
de la felicidad y alivia tu ansiedad como individuo gracias a la buena
conciencia que recibes cuando haces una buena acción. Por eso yo creo que la
colaboración solidaria debería estar siempre de moda.
Estribillo
La
belleza que provocan los pequeños gestos humanitarios regenera el mundo, y el
amor lo salva.
Permítanme añadir una
pequeña coda:
Gracias
a todos los misioneros presentes por enseñarnos con sus obras que el más
insignificante acto de amor puede abrazar a la humanidad herida.
Fuente:
OMP