«Vuestra tarea se
realiza al servicio del fervor apostólico», un impulso que «solo el Espíritu
Santo puede operar en el pueblo de Dios»
Foto: CNS |
Desde esta clave, Francisco ha elaborado en un extenso mensaje a Obras
Misionales Pontificias algunas claves que deben guiar su itinerario de reforma
interna. Entre ellas destaca la conjunción de la oración y la caridad, la
presencia capilar en todas las realidades de la Iglesia y el aligerar
estructuras.
«Id con ardor: en el camino
que os espera hay mucho que hacer». Así concluye el Papa Francisco el extenso
mensaje que ha hecho llegar a Obras Misionales Pontificias este jueves.
En el día en el que en Roma
se celebra la Ascensión del Señor y OMP debería estar celebrando su asamblea
general (cancelada por la pandemia de COVID-19), la Santa Sede ha hecho
públicas unas reflexiones con las que el Santo Padre ha querido seguir
acompañando el itinerario de renovación interna en el cual este conjunto de
instituciones eclesiales misioneras llevan inmersas varios años.
En sus palabras, el Papa
subraya que «vuestra tarea se realiza al servicio del fervor apostólico, es
decir, al impulso de vida teologal que solo el Espíritu Santo puede operar en
el pueblo de Dios». Y subraya una serie de rasgos de la historia de Obras
Misionales Pontificias que «con frecuencia se descuidan y dan por supuestos».
Por ejemplo, que «nacieron de forma espontánea del fervor misionero manifestado
por la fe de los bautizados» y que siempre «han avanzado por dos raíles
paralelos, la oración y la caridad».
Como «pontificias»,
reflejan que la Iglesia de Roma las valoró y constituyó como «instrumento de
servicio para sostener a las Iglesias particulares», frente a la dialéctica de
«contraponer carismas e instituciones». Al contrario, se han estructurado desde
la presencia en la multitud de realidades de la vida eclesial, sin vivirse este
compromiso «como una vía alternativa o una pertenencia externa».
Esta red, que se ha
extendido por todos los continentes, «manifiesta la variedad de matices,
condiciones, problemas y dones» de la vida de la Iglesia en distintos lugares.
«Una pluralidad que puede proteger contra homogenizaciones ideológicas y
unilateralismos culturales» y ayudar a experimentar la universalidad de la
Iglesia. A partir de estos talentos, y de una serie de tentaciones que evitar
(como la autorreferencialidad, el ansia de mando, el elitismo, la distancia con
el pueblo, la abstracción o el funcionalismo), Francisco ha elaborado un
decálogo de consejos que en algunos casos sorprenden por su concreción:
1) Capilaridad:
«Custodiad o redescubrid la
inserción de las OMP en el seno del Pueblo de Dios, su inmanencia respecto a la
trama de la vida real en que nacieron». Así, sería conveniente cuidar y retomar
la «capilaridad» de vivir su acción entrelazada con la red eclesial de
diócesis, parroquias, comunidades y grupos. «Es necesario dar respuesta a las
preguntas y a las exigencias reales, más que formular o multiplicar
propuestas». En este mismo sentido, en la conclusión el Santo Padre apunta a
que «una articulación a escala puramente nacional de las iniciativas pondría en
peligro la fisionomía misma de la red de las OMP, además del intercambio de
dones entre las Iglesias y comunidades locales».
2) Oración y caridad:
Con la flexibilidad y
adaptaciones necesarias, «encontrar el modo en el que la estructura esencial de
las OMP siga unida a las prácticas de la oración y de la colecta de recursos
para las misiones, algo valioso y apreciado, debido a su elementalidad y
concreción», que enlaza con la sencillez de la fe del pueblo de Dios. «Buscad
también nuevos caminos, nuevas formas para vuestro servicio; pero, al hacerlo,
no es necesario complicar lo que es simple».
3) No buscar reavivar la
misión con estrategias y discursos:
Las orientaciones que se
pidan al Señor no deben convertirse en «conjeturas y teorías sobre grandes
estrategias» de las que se haga depender la recuperación del espíritu
misionero. «Si, en alguna situación, el fervor de la misión disminuye, es signo
de que está menguando la fe. Y, en tales casos, la pretensión de reanimar la
llama que se apaga con estrategias y discursos acaba por debilitarla aún más y
hace avanzar sólo el desierto.
4) Gratitud:
La labor de OMP puede hacer
a sus miembros testigos de la vida de la Iglesia en todos sus aspectos, los
negativos pero también «los dones gratuitos de curación y consolación». «Pienso
en muchos milagros entre los niños, que quizás se encuentran con Jesús a través
de las iniciativas propuestas por la Infancia Misionera». Por eso, lejos de
limitarse a una función burocrática-profesional, «vuestra gratitud puede
hacerse a la vez don y testimonio para todos», dando a conocer realidades «que
vosotros podéis encontrar con mayor facilidad que otros».
5) Huir de los
replegamientos autorreferenciales:
«No dediquéis demasiado
tiempo y recursos a miraros y a redactar planes centrados en
los propios mecanismos internos, en la funcionalidad y en las competencias del
propio sistema. Mirad hacia fuera, no os miréis al espejo. Romped todos los
espejos de vuestra casa», haciendo más flexibles y ligeras las estructuras y
los procesos. Por ejemplo, el Papa ha animado a los directores nacionales a
señalar a algún sucesor, no indicando «a personas de su círculo», sino a
quienes «le parezca que tienen más fervor misionero que él».
6) No ser una ONG solo de
recaudación y asignación de fondos:
Evitar esto «depende del
ánimo con que se hacen las cosas, más que de lo que se hace». Puede ser
«aconsejable y oportuno» actualizar creativamente las metodologías y buscar
patrocinadores. Pero «si disminuye la recaudación de donativos –también por el
debilitamiento de la memoria cristiana–», no se puede cubrir esto «poniendo
todo el esfuerzo en un sistema de colecta más eficaz» que busque grandes
aportaciones. Es mejor seguir dirigiéndose sobre todo al conjunto de los
bautizados, y «poner en las manos del Señor» el sufrimiento por este problema y
por la pérdida de la fe.
7) Discernir la
distribución de los donativos con sentido de Iglesia:
Se deben «sostener las
estructuras y los proyectos que, de distintos modos, realizan la misión
apostólica y el anuncio del Evangelio» teniendo siempre en cuenta «las
verdaderas necesidades primarias de las comunidades» y evitando al mismo tiempo
«formas de asistencialismo que, en vez de ofrecer instrumentos al fervor
misionero, acaban por entibiar los corazones y alimentar también dentro de la
Iglesia fenómenos de clientela parasitaria». Debe reducirse al máximo lo
destinado a la propia promoción, y no dilapidar recursos en iniciativas
abstractas y autorreferenciales.
8) No olvidar a los pobres:
«La predilección por los
pobres y los pequeños es parte de la misión de anunciar el Evangelio, que está
desde el principio. Las obras de caridad espirituales y corporales hacia ellos
manifiestan una preferencia divina que interpela la vida de fe de todo
cristiano».
9) Custodiar la variedad
cultural y de contextos:
«Las OMP, con su red
difundida por todo el mundo, reflejan la rica variedad del “pueblo con muchos
rostros”» que es la Iglesia. Ni el fervor misionero ni los tonos con los que se
expresa son los mismos en todas las realidades. «La revelación del Evangelio no
se identifica con ninguna cultura y, en el encuentro con nuevas culturas no es
necesario imponer una forma determinada cultural», llevar cargas pesadas o
pretender «estandarizar la forma del anuncio» con clichés o eslóganes. El hecho
de ser «pontificias» debería ser una fuente de libertad.
10) Vivir el vínculo
especial con el Papa:
«Os pido que el carácter
distintivo de vuestra cercanía al Obispo de Roma sea precisamente este:
compartir el amor a la Iglesia, reflejo del amor a Cristo, vivido y manifestado
en el silencio, sin jactarse, sin delimitar el “terreno propio”; con un trabajo
cotidiano que se inspire en la caridad y en su misterio de gratuidad», hasta el
punto de que muchos de los beneficiados quizá ni sepan «a quién dar las
gracias, porque desconocen hasta el nombre de las OMP. El misterio de la
caridad en la Iglesia se lleva a cabo así».
María Martínez López
Fuente: Alfa y Omega