Siguiendo la
huella de los africanos que fueron llevados a América como esclavos, en 1997
llegaron a Colombia las Oblatas Catequistas de Benín, quienes celebran el año
jubilar de preparación para los 25 años de presencia misionera en ese país.
Gentileza @siervasdelospobres |
Originarias de Benín,
se establecieron en la población de Calamar, al norte de Colombia, para servir
a los pobres, ancianos y niños abandonados.
La misión les fue encomendada por el cardenal Bernadin
Gatin. En 1980 este obispo había estado en la ciudad de Cartagena como enviado
especial del papa Juan Pablo II al jubileo en honor de san Pedro Claver.
En este caso, el jesuita español que se santificó por la caridad con que
atendió a miles de esclavos negros que por ese entonces no eran considerados
seres humanos. Al encontrar en tierras colombianas tantos descendientes de
africanos, quiso que algún día llegaran evangelizadores de su mismo origen y
cultura, para proponerles el Evangelio de Jesucristo.
“Para realizar
esta nueva evangelización, de cara al tercer milenio, van ustedes ahora a la
Iglesia local de Cartagena de Indias, donde, precisamente, hermanos nuestros
originarios de África les esperan para ser evangelizados, juntamente con los
demás habitantes de aquel territorio, en el que San Pedro Claver, esclavo de
Cristo, se dedicó a sanar heridas de los cuerpos y de las almas de los primeros
africanos que allí llegaron desde nuestras tierras del golfo de Dahomey”.
Así les dio Gatin el encargo a las Oblatas
Catequistas. Estas religiosas conmemoran los 25 años de presencia en el país
suramericano. Están celebrando un jubileo desde el pasado mes de febrero y
hasta febrero de 2022.
“Es el momento
de dar gracias a Dios por su amor y su fidelidad. Evaluar lo que se hizo, lo
que hay que mejorar y proyectar para el futuro”, dijo a Aleteia la hermana Adélaïde
Yolande Ahossi, quien dirige la obra.
La apertura del año de preparación pastoral y jubilar
tuvo lugar en la parroquia Inmaculada Concepción. Fue el 16 de febrero. Desde
entonces realizan novenas, peregrinaciones y eucaristías como preparación de
los primeros 25 años en Colombia. Lo hacen en reconocimiento y agradecimiento a
Dios por las maravillas que ha hecho en su vida.
En ese primer viaje llegaron Emilienne Vodunnou,
Agathe Aholoukpe, Marie Rose Podanhoue y Adélaïde Yolande Ahossi, quienes se
establecieron en Calamar, población a orillas del río Magdalena con cerca de 25
mil habitantes. Años después empezaron una labor pastoral en la ciudad de
Barranquilla. Hoy son diez hermanas en total que se dedican a evangelizar a
través la catequesis, la educación integral –la salud– el acompañamiento
espiritual, trabajo social y la promoción femenina.
“Nos sentimos como en casa”
La hermana Adelaida (como fue convertido su nombre al
español) nos cuenta que Benín es un país de África occidental que fue
colonizado por los franceses e independizado el 1º de agosto del año 1960. Ocupa un área de algo más de 114.760 kilómetros cuadrados, en la que
residen aproximadamente 12 millones de habitantes.
“Como los colombianos especialmente los calamarenses,
los benineses tienen fama por su hospitalidad y amabilidad en su acogida. Como
los caribeños, los benineses expresan su amor y su alegría a través de la
música”, agrega.
En el mismo sentido, la hermana Marie Rose o María
Rosa relata:
“Me siento como en casa. Cuando me dijeron que me iban a mandar en misión a
Colombia me asusté mucho y lloré, me preguntaba cómo será la gente de un país
tan lejano, pero cuando llegué la acogida y alegría de la población me hizo
sentir feliz”.
Varias generaciones de jóvenes
Hoy la comunidad de Calamar les agradece haber formado
varias generaciones de jóvenes gracias a su trabajo en el colegio del
municipio, su incansable catequesis y la acogida para todos los que las
necesiten. “Siempre tienen una sonrisa en los labios y acogen con una
sonrisa a todos los que sirven y los que llegan a Calamar. Están dedicadas a
todo lo que tenga que ver con el servicio a los más necesitados”, asegura
monseñor Jorge Enrique Jiménez, exarzobispo de Cartagena.
El padre Carlos Alfredo Roncancio, quien fue párroco
de Calamar y trabajó con ellas durante cuatro años, dijo en un video que “gracias
a sus súplicas tenemos la posibilidad de contar con esa fuerza que sostiene el
trabajo pastoral, la vida de una comunidad”.
Otro de los pastores de la iglesia que trabaja de
cerca con ellas y las acompaña en esta celebración es el padre Rafael Castillo.
Se trata del director ejecutivo de la Corporación Desarrollo y Paz del Canal
del Dique y Zona Costera. En una columna escrita recientemente, recuerda que
como Pequeñas Siervas de los Pobres, “las hermanas llegaron con una
gran conciencia de que Jesús no necesita de poderosos que protejan la misión de
sus discípulos porque, sencillamente, el poder no transforma ni cambia
corazones”.
Lucía Chamat
Fuente: Aleteia